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Entrevista

Díaz: "Son las vivencias de un niño que se vio con sus ídolos juntos en un vestuario"

"Me marcó la confianza de Heriberto Herrera cuando me puso a jugar frente al Real Madrid en casa", señala Roque Díaz, exjugador de la UD Las Palmas

Roque Díaz en la playa de Las Canteras. LP / DLP

¿Qué supone contar su experiencia en la UD Las Palmas?

Somos parte de la historia y tenemos nuestras experiencias. Se trata de haber convivido en un equipo que llevamos muy dentro, ese sentimiento hacia la UD Las Palmas. Me siento un privilegiado por haber estado ahí, porque no todo el mundo tiene la oportunidad de jugar con compañeros tan importantes en el mundo del fútbol internacional, como Tonono, Guedes, Germán, Castellano o Martín, de una larga lista. Son vivencias importantes de un niño de la Isleta que de la noche a la mañana se vio con sus ídolos juntos en un vestuario, son sensaciones muy fuertes.

¿Cómo fueron sus inicios?

Como muchos de los jugadores de la UD, en un lugar mágico para mí y para muchos isleteros que llamamos La Piscina, aunque su nombre era Jardín de la Infancia. Estábamos siempre ahí con la ilusión de poder llegar al equipo del alma. Ese lugar tiene una historia importante dentro del fútbol canario. Después, pasas de infantil a juvenil y al Aficionado, como se llamaba antes el ahora Las Palmas Atlético, siempre perteneciendo al equipo.

¿Con qué edad se vio entre los grandes?

Con 19 años. Tuve la gran suerte de verme muy joven entre esas figuras, aunque con 17 ya participaba en entrenamientos con esos extraterrestres, como los suelo llamar.

¿Recuerda el día de su debut?

Fue en un partido contra el Sporting de Gijón, en el año 72. Recuerdo una sensación de hormigueo en el estómago, como la que dicen que tienen los actores antes de actuar. Yo tuve esas mariposas y un sentido de responsabilidad terrible, porque estábamos simbolizando la canariedad y, quieras o no, ir a la Península a disputar partidos es un compromiso de representar a un equipo y un sentimiento. Son vivencias que te enseñan a respetar un escudo que ha significado mucho.

¿Le marcó alguna vivencia?

Muchas, pero recuerdo una en concreto que fue cuando, después de llamarme y empezar y estuve de suplente, algo normal por la increíble plantilla que había en esa ocasión que hacía difícil jugar, el entrenador Heriberto Herrara me dio la oportunidad de jugar contra el Real Madrid en casa, con la misión de marcarme a Santillana. Aquel día saltaba yo mucho más que ese gran jugador debido a la confianza y el creer en mí de ese entrenador.

¿Hasta cuando su gloria?

Estuve 12 años con el equipo, desde el 72 hasta el 84. En esos últimos años hubo uno de los descensos más desagradables, algo que, aunque siempre se siguió y se superaron los obstáculos, me marcó mucho y me fui voluntariamente.

Vivió el Estadio Insular.

Cuando hablas del Estadio Insular lo haces de una instalación entrañable. Comencé con 17 años pisándola y me marché con 31, fueron muchos años en ella, con inicios en los que no nos dejaban pisar el césped y teníamos que entrenar en el cemento por encima de las gradas. Era una ilusión estar ahí hasta que te dejan pisarlo ya como profesional del fútbol y del equipo.

¿Le dio pena su cierre?

Sigo añorándolo. Hay opiniones para todos los gustos y fui un enemigo grande del actual Estadio de Gran Canaria, pero no cabe duda de que han ido remodelándolo y han hecho un estadio importante. En el inicio fui muy negado pero ahora creo que es moderna, amplia y cómoda, aunque hay inconvenientes como el pelete que hace y las conexiones, que no son las que nos vendieron en un principio.

¿Qué tal ve al equipo actual?

He sido crítico constructivo y cuando juega mal hay que decirlo, pero no podemos ser tan negativos y tenemos que ver que el club está dirigido por alguien que tiene muy claros los esquemas y estamos en primera después de un tránsito no deseado que nos marcó.

Todo ha cambiado.

Años luz. Algo tan simple como la vestimenta, que antes la lavabas, la ponías de pie y se quedaba tiesa. También la comunicación, cuando entonces nos veían por televisión cada dos meses en la Península y hoy lo hacen 140 millones de ciudadanos en décimas de segundo. Que me perdonen, pero nunca hay que olvidarse de las épocas pasadas y no me importaría que algún que otro jugador de ese entonces se reciclara y estuviera aquí para deleitar las pupilas de nuestros ojos.

¿Algún aprendizaje?

La de Tonono, que me enseñó sobre todo a ser humilde, y más en esta profesión donde la sociedad genera ídolos de barro y cuando no sirven le dan la patada.

La UD es un sentimiento.

No hace falta ni preguntarlo, lo tengo clarísimo. El ir o no al estadio no te convierte en más aficionado, porque algunos pueden permitírselo y otros no, pero el sentimiento de canariedad está muy presente y para mí es increíble el privilegio de haber representado a nuestra tierra.

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