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Copas de tinto solidario

La Vinoteca San Juan organiza una cata de vinos solidaria donde la recaudación por la venta de entradas va destinada a Aldeas Infantiles

Algunos de los clientes fijos durante una cata en Vinoteca San Juan. LP / DLP

Es el tercer año que Yauce Henríquez, propietario de Vinoteca San Juan, organiza junto a sus clientes una cata de vino solidaria. Usando su pasión como medio para ayudar, no se lo piensa dos veces a la hora de impulsar este tipo de eventos que, "aunque no se pueden realizar tanto como gustaría porque son muy costosos y mi negocio es muy pequeño", explica, contribuyen a mejorar la vida de otras personas. Así, "cada un año y medio o dos" da cuerpo a un nuevo acontecimiento que sus proveedores, distribuidores y clientes hacen posible. Tras ayudar a Cáritas y Pequeño Valiente, Aldeas Infantiles será la protagonista de esta tercera edición en la que se brindará con copas llenas de tinto o blanco y cargadas de verdadera solidaridad.

La finca Hoya del Pozo 11 será el lugar que acogerá la actividad pensada con el corazón, hace tres años. Cuenta Henríquez que cada lunes cierra su local para, de puertas para adentro, catar vinos con sus clientes más cercanos y amigos. "Éramos un grupo de unas ocho personas y solíamos poner dinero para comprar la materia por un lado y, por otro, para hacer donaciones, por lo que un día se nos ocurrió hacer algo más grande y de ahí salió todo esto", añade satisfecho con su labor.

Ese primer año fue todo un experimento altruista que se desarrolló en una asociación de vecinos. "Fue muy modesto, recaudamos 1.400 euros y fue algo formal, donde la gente estaba sentada y se les explicaban aspectos relacionados con este mundo", afirma. Así, poco a poco todo ha ido "evolucionando" y determina que "aunque ahora es más informal, porque la gente va de puesto en puesto, es más elegante". Una elegancia que, tanto colaboradores como los propietarios de la finca prestada, han querido donar.

Bodegueros

Los participantes contarán con una copa en mano nada más entrar al recinto, donde habrán varios puestos separados según las empresas o los bodegueros, "lo que hará que puedan hablar con la persona que elabora el producto", fija el impulsor. Al aire libre y según sus preferencias, podrán moverse de un lugar a otro probando los diferentes vinos o degustando el jamón de Julián Martín, paella, salmorejo "hecho por un cliente sevillano" o almogrote, entre otros platos. De esta forma, habrán casi 60 vinos diferentes, llegados de todas partes del mundo, repartidos entre 400 botellas de proveedores de toda la Isla. Una actividad con la que se recaudarán 3.000 euros, "ya que cada entrada cuesta 30 y ya hemos vendido las 100 que pusimos a la venta", cuenta con alegría.

Explica que la mayoría de sus proveedores participan y que "tanto su trabajo durante el evento como la mercancía, lo ponen de manera gratuita". Además, asegura que se trata de un proyecto que sale adelante gracias a sus clientes, "porque son ellos los que aportan lo necesario para que se lleve a cabo". En sus palabras se puede notar que, cuando habla de ellos, se refiere a una pequeña gran familia que han formado desde que Vinoteca de San Juan se creó hace cinco años. Además de compartir inquietudes relacionadas con el caldo, se apoyan mutuamente en las ideas que se proponen "y hasta tenemos una carroza juntos para los Carnavales", cuenta divertido el propietario.

A pesar de que sería un honor para él y su equipo solidario que este acontecimiento "se afiance en el calendario" para hacerlo una vez al año, lo cierto es que "no es posible, porque mi negocio es pequeño, tengo que cerrar ese día, invertir bastante dinero en materia prima, mercancía, carteles, copas o platos y, aunque me encantaría hacerlo más, tengo que dejar un margen de tiempo para poder recuperarme y permitírmelo". De momento, el próximo martes 11 de octubre, "porque el miércoles es día de fiesta", Henríquez verá como se hace realidad su tercer evento altruista que lleva meses preparando. Una velada que durará de siete de la tarde a once de la noche dentro de un ambiente tranquilo y amigable.

Fue el 16 de diciembre de 2011 cuando el empresario decidió abrir su pequeña tienda de vinos de 20 metros cuadrados, donde el único empleado es él. En ella se dedica a servir y vender vinos, "incluso algunos exclusivos que no se consiguen en ningún otro establecimiento de la Isla", asegura, siempre acompañados, si se desea, "de tapas sencillas con queso o jamón".

Sin duda, un negocio de dimensiones pequeñas pero que destaca por tener en su interior persinas con un corazón enorme, capaces de contribuir para que otros sonrían gracias al amor que los mueve, depositado en medianas copas de cristal. Vidrios cargados de vida y listos para alzar al aire y brindar por labores como esta.

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