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Entrevista a Eva Pascual

"David es feliz con su cuerpo, pues sabe que nació así"

"Era una niña china adoptada, y fue difícil que mi princesita oriental de repente fuera un príncipe", reconoce la presidenta de la Asociación Chrysallis Canarias de familias de menores transexuales

Eva Pascual, presidenta de la Asociación Chrysalli para familias de menores transexuales. LP / DLP

¿En qué consiste la charla?

Hablaré de mi experiencia como madre con un menor transexual. Mi hijo va a cumplir 7 años en unos días y dos años atrás hizo su tránsito social, que consiste en vivir según su identidad sentida. En su momento, octubre de 2014, fue uno de los menores transexuales más pequeños en Canarias en hacer su tránsito social, decidimos hacer pública su transexualidad, que tuvo una repercusión mediática que no esperábamos, pero nuestra intención no iba más allá de querer normalizar.

¿Qué supuso en su familia?

En mi caso, cuento con la ventaja de que tengo otra hija menor y cuando me decía que ella, con menos de tres años, era una princesa pero que su hermana era un pirata, nos dimos cuenta de que teníamos que escuchar a nuestro hijo mayor. Buscar información inicialmente y topar con que la respuesta era que teníamos un hijo transexual no fue fácil en su inicio, pero mucho mejor que los miedos que teníamos en la cabeza, ya que estábamos llenos de prejuicios.

¿Cree que hay información suficiente para las familias que se enfrenten a esta situación?

No. Me da mucha rabia que haya tanta desinformación respecto a esto, que no haya pediatras formados en esta materia, porque es al primer profesional al que uno acude con un montón de dudas que, en el mejor de los casos, no te sabe responder y en el peor te trata de loca. Porque se nace transexual o cisexual. Este último concepto se corresponde con lo que la sociedad presupone que somos la mayoría, es decir, personas que, como yo, se sienten identificadas con el género que se les asignó al nacer, y con personas transexuales aquellas que no se sienten identificadas con su género registral. No tiene nada que ver con que rechacen su cuerpo o con que hayan nacido en un cuerpo equivocado. Mi hijo es un niño con vulva y no le hace falta un pene para sentirse más chico, porque su identidad está en su cerebro, no en lo que tiene entre las piernas. Aceptar a nuestros hijos es aceptar su diversidad y quererlos tal y como son.

¿Fue él quién les comunicó cómo se sentía?

David empezó a decir que se sentía niño con dos años y medio, mi primer recuerdo es sentado en el orinal. Era algo a lo que no le hacíamos mucho caso, porque no teníamos la información para pensar otra cosa, pero cuando su hermana, dos años más pequeña, nos dijo que su Tata no era una princesa, lo vimos diferente y nos dimos cuenta de que los que no estábamos entendiendo lo que ocurría éramos sus padres. Los niños te cuentan su verdad con la inocencia de que no hay nada raro, diferente o malo detrás, porque los que ponemos prejuicios a esta situación somos los adultos.

Los niños no ven más allá.

No lo ven porque no lo hay. Es mágico ver que ellos tienen una capacidad que nosotros en algún momento de nuestra madurez perdimos, pero esto al final no es más que amor infinito a tu hijo, aceptarlo como es, quererlo y acompañarlo, porque como el resto de madres y padres tenemos la necesidad de que crezca con una infancia para recordar. No podía permitir que uno de mis hijos tuviera una infancia feliz y que el otro no. Además, mi primer hijo es adoptado y llegó a nuestras vidas con una ilusión tremenda después de casi seis años de espera y no íbamos a permitir que creciera si no era feliz, ya que generalmente estaba triste y enfadado con el mundo y nosotros no sabíamos la razón.

¿Fue difícil el cambio?

Fue difícil tomar la decisión de contarle al mundo lo que ocurría en casa, porque no contábamos con demasiada información y nos cuestionaron como padres, y eso duele. Pero el cambio grande tiene que ver con hacer entender a los adultos que le rodean cuál era nuestra realidad. Pero lo cierto es que en nuestro caso, cuando se lo contamos a la familia, nadie se sorprendió, porque a partir de los 4 años casi siempre vestía como el niño, que es y que nosotros no veíamos. Al principio pensábamos que sería una niña masculina, pero lo de David era algo muy diferente. Desde el momento en el que el menor lo verbaliza, no hay más verdad que esa. Lo cierto es que para sus compañeros ya era un niño, hizo su tránsito social en infantil de cinco años y en el colegio la profesora solo les explicó al comienzo de la clase cuál era el motivo por el cual a su compañera siempre le gustaban las cosas de chicos. Les explicó que en realidad era un chico, pero que su papá y su mamá se habían equivocado y que, a partir de ese momento, se iba a llamar David. La profesora me mandó un whatsaap y me dijo que no había habido ningún problema, que lo habían asumido con normalidad.

¿Qué se siente ahí?

Es mágico. He hecho el tránsito de niños que tienen desde 3 hasta 15 años y se me ponen los pelos de punta, me sigo emocionando con cada uno de ellos. En la asociación ya contamos con protocolo de actuación para el día del tránsito escolar, y ese día el menor no va a clase y se le explica a sus compañeros lo que ocurre. Al día siguiente, en muchas ocasiones nos encontramos con que los compañeros le hacen una fiesta de bienvenida al menor con su nombre sentido. En el momento del tránsito escolar de David no tenía pautas y solo lo hicimos con mucho amor, con algunas equivocaciones, pero con amor.

¿Fue duro por el sufrimiento del niño?

No, el niño era feliz, el sufrimiento inicial era el mío, porque a mí me costaba decir adiós a mi princesa. Como ya he dicho, fue una adopción con mucho tiempo de espera, algo complicado para mí entender que mi princesita oriental de repente fuera un príncipe. Mi marido lo llevó bastante mejor que yo.

Es de suponer que han aprendido mucho con esto.

Estas historias son muy bonitas. Al principio puede o no ser duro, pero ahora somos mejores personas, más tolerantes y, sobre todo, es una enseñanza para querer a nuestros hijos con sus diferencias, algo que no todo el mundo logra. Una aventura que agradezco, porque mi hijo me ha enseñado mucho y porque su hermana se lleva una lección de vida. No deja de ser una revolución social, porque esto está abriendo mentes en colegios, instituciones, centros de salud y familias, pero es una revolución de amor, y poner el amor de moda y la felicidad de nuestros pequeños no es tarea fácil, porque muchas personas y administraciones te dan la espalda y pretenden que callemos. Y eso no va a pasar, tenemos mucho trabajo que hacer para que nuestros menores transexuales vivan como el resto de sus compañeros.

¿Qué puede explicar sobre la opción a operarse?

Que sólo nos lo planteamos cuando la persona tenga la necesidad. Lo que ocurre con estas nuevas generaciones de personas transexuales es que, ahora, cuentan con el apoyo de la familia, cosa que no tuvieron otras generaciones anteriores, a los que se les rechazaba, y esto hacía que no se quisieran y sintieran la necesidad de operarse. Nuestros pequeños no viven esa realidad porque vivimos con ellos como perfectos. Nacen trans y hasta que hablen, serán niños o niñas en función de sus genitales pero, a partir de ahí, según sus sentimientos.

Es una decisión de ellos.

Sí, según su necesidad, su vivencia y el respaldo y apoyo familiar y social. Cada vez hay más personas que no se operan, porque hay que pensar que no hay necesidad de renunciar a un cuerpo y, en ocasiones, a un placer sexual por una operación que no siempre tiene garantías deseadas, sobre todo en los chicos. Es verdad que con el pecho siento que tenemos que pelear más, porque tenemos que conseguir que vivan según sus necesidades emocionales, pero cada vez hay más adolescentes que aceptan y cuentan con la aceptación de su entorno, viven con su regla y con sus pechos y no necesitan operarse de nada, porque se quieren como son.

¿Qué diría a esos padres que están en la misma situación que su familia y no lo aceptan?

Que ese niño no eligió ser transexual para fastidiarle la vida, que puede ser que suceda durante el embarazo y no podemos culparlos y hacerles cargar sobre su espalda un peso que no le corresponde. Nosotros somos los adultos y tenemos la obligación de informarnos y formarnos para poder solventar esa situación. Como cualquier otra, hay que afrontarla con mucho cariño y, además, estos casos se resuelven de una manera más sencilla de lo que parece.

¿Y a la sociedad?

Que sea tolerante y que no sea hipócrita. Que se deje de considerarlo como enfermedad mental, porque no lo es. Mi hijo no tiene disforia de género, como lo denominan los médicos. David tiene euforia de género y es feliz con su cuerpo y su vulva, sabe que nació así y que lo queremos como es, perfecto.

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