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Entrevista

"Recuerdo ver en las acequias a mujeres con sábanas"

Pablo Jesús Vélez, cronista oficial de Arucas, manifiesta que se hacía "para filtrar el agua"

Pablo de Jesús Vélez, cronista oficial de Arucas. JOSÉ CARLOS GUERRA

¿Cuáles fueron las normas establecidas para el repartimiento del binomio tierra-agua?

Consistían en que a las concesiones de tierra se les asignaba una porción de agua suficiente para regar los terrenos y, con esto, se inició la cultura del agua. Cuando se conceden estas tierras y aguas a través de la heredad, cada cual se encarga de disfrutar de esa cuenca, sabiendo que el caudal que venía desde La Cumbre hasta Tenoya era propiedad de todos los herederos y solo al llegar a las tierras de cada uno, por el agua que se les había concedido, podían considerar esa agua como propia. Después de pasar por los cauces, cada uno tenía una toma preparada para que el agua entrase.

¿Habían problemas en la distribución?

En principio no hubo problemas de agua, ya que esta se concedió según las tierras asignadas, y se fijó que cada 22 días se podía gozar de ella para regar. A partir de entonces ya pasaba a otro heredero y este regaba el día que le correspondía. Esto es la dula, que señalaba el día y la cantidad de agua que le correspondía a cada uno de la masa común que iba por la cuenca de Tenoya.

¿Existía igualdad en el repartimiento?

Habían desigualdades según las tierras de regadío concedidas. El que tenía más propiedades tenía derecho a más horas de agua.

¿Estas aguas eran para regadío y abastecimiento?

Normalmente el agua de abastecimiento no estaba tan regulada, porque si alguien necesitaba agua para consumo, cogía cubos y se iba a las acequias que pasaban por delante de sus viviendas. En ese tiempo no se contabilizó, porque era una parte ínfima y habían muchos sobrantes que se iban al mar y no se veía como algo perjudicial.

Cuando se asentaron los ingenios azucareros en el municipio, ¿se crearon enfrentamientos entre sus propietarios y los dueños de las fincas?

En Tenoya se estableció un ingenio azucarero al que se le concedió un caudal suficiente para que estuviera produciendo azúcar las 24 horas del día, ya que tenía su agua reservada. No habían problemas porque había agua en abundancia. Además, por otro lado y al sobrar, aquellos a los que les habían concedido terrenos de secano reclamaban agua para convertirlos en espacios de regadío y, después de la constitución de las heredades, se les concedía. El problema era que muchas veces se hacían con terrenos de secano con la intención de que les dieran el doble de superficie, porque así ocurría frente a los de regadío al no tener agua, y se aprovechaban para más tarde pedir una dotación de este bien.

¿Cómo funcionó la heredad?

La heredad de agua en las Islas funcionó con normas que venían establecidas desde la Península en 1480. Estas determinaban, en los primero repartimientos, que los principales herederos de las aguas las cogían con permiso según sus necesidades. En 1485 ya se fue normalizando la distribución, hasta que Ortiz de Zárate marcó otras normas para que el agua no la cogiese el primer aprovechado que viniese y, así, evitar problemas de reclamaciones. Por ello, se estableció la tasación de agua según las tierras de regadío distribuidas y, por lo tanto, se marcaron las dulas.

¿Qué uso se le daba a las cantoneras?

En ese tiempo, además de construir canalizaciones para la distribución de agua, también estaban las cantoneras. Estas eran las que contenían el agua y ayudaban a distribuirla, con las correspondientes tornas, a los herederos. Se llamaron así porque eran una construcción adecuada para, con diferentes bocas, pasar una determinada cantidad.

¿A las acequias se acudía sin regulación?

Todo lo que circulaba por las acequias era propiedad del común, y nadie tenía derecho a esas aguas, sino a las que les correspondía para el riego. Cuando el labrador o agricultor tenía la que se le asignaba en su terrero, esa era de su propiedad, pero el resto era del heredamiento.

¿Cómo se autoabastecían los que no eran herederos?

El resto de la población, hasta épocas más recientes de lo que creemos, pasaba por las acequias establecidas, donde iban y tomaban agua de ellas para su uso doméstico. Hasta el año 50 había establecida una prohibición que determinaba que a partir de las cinco de la tarde en todas las acequias no se podía lavar ni tirar nada, porque era el momento que tenía la población para coger el agua. Recuerdo ver a muchas mujeres con sábanas y trapos para filtrarla con el fin de usarla para consumo doméstico.

¿Hay escasez de agua en la actualidad?

Hay dos cuestiones a contemplar. Por un lado, si no llueve, prácticamente no hay agua; y otro factor importante que influye en la falta de este bien es la existencia de gran cantidad de nacientes y pozos que se habían heredado con el fin de extraerla. Así, todos los pozos que hay hoy, y que dicen que no tienen agua, sí la tienen, pero se han ido fragmentado las acciones de todos los iniciales herederos de los mismos, y ahora es imposible explotarlos, porque hay herederos a quienes les corresponden 10 minutos de agua, a otros 5, y así una larga lista. Solo llevar a cabo la contabilidad y la distribución de las aguas que produce cada pozo es más caro que el agua que se saque. Ahora hay tal cantidad quieta porque ninguna comunidad de pozos puede afrontar el gasto que conlleva la extracción, porque estamos hablando de cientos de propietarios con sus respectivos porcentajes de tiempo heredados.

¿Qué hacían aquellos que no tenían agua?

Fijaron un canon para que les pagaran por el agua que discurría por sus tierras. Fabricaron unas canalizaciones, en forma de tuberías o acequias descubiertas, para llevar el agua a diferentes sitios y cobraban a los herederos que necesitaban pasar sus aguas por sus espacios. Después estaban los gobernadores o aquellos bien situados y que intervenían en estas cuestiones, como López de Sosa, que llegó a cambiar el nombre del que es ahora el barranco de Tenoya para justificar las canalizaciones que había hecho en sus tierras para hacerse con agua que no le correspondía.

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