Cuando el burrito cargado de millo llegó a pies del escenario, en una carpa bajo la plaza de San Gregorio, desde la calle Cruz de Ayala, el pregonero de este año de las fiestas en Los Llanos, Gonzalo Juan Suárez Sánchez, administrador del Molino de Fuego, ya esperaba por él para comenzar un espectáculo creado para dar el pistoletazo de salida del festejo anual. Sin duda alguna, el gran protagonista de la noche fue el gofio y lo que este supuso para la población de Telde en épocas de hambre. Con ayuda de la Escuela Municipal de Folclore, las fiestas se pregonaron este año de manera diferente y especial con una representación teatral, entre las palabras desde el alma de Suárez, para homenajear al producto canario que tanta importancia tuvo en el municipio. "Habló el niño y dijo: papá, mamá, millo y gofio", mencionó el pregonero durante la velada, haciendo referencia a sus vivencias en el barrio y citando al poeta Fernando González.

El aire fresco ya se empieza a notar y ayer por la noche ocasionó que los primeros abrigos del año se descolgaran de los armarios en los hogares teldenses para convertirse en la prenda perfecta durante la apertura de las fiestas. Así, entre un paisaje casi invernal y nubes amenazantes con descargar agua, se dio el pregón con olor a gofio.

"¡Gonzalo, en la que te vas a meter!", bromeó el encargado de iniciar la noche para hacer referencia a su presencia sobre el escenario. De esta manera, con los usuales nervios del principio, hizo un repaso a lo largo de sus 60 años "y los paisajes urbanos y la gente de Los Llanos que me conozco como el primero". Un entramado de vivencias y recuerdos, desde que tuvo uso de razón hasta que se ocupó del negocio familiar como molinero de millo para hacer gofio.

Los colegios por los que pasó, los libros únicos de tapa dura, los juegos de guerra "con trincheras improvisadas en las zanjas que el Ayuntamiento había distribuido por todas las calles para colocar los tubos de las cloacas", San Gregorio como punto de reunión de vecinos de otros municipios "para mocear y parrandear", o las fiestas cada 17 de noviembre "donde se estrenaba ropa y calzado de invierno".

Momentos que fueron capaces de transportar a los presentes a una época añorada por muchos. Esa en la que las calles de Telde olían a café y ron "en los cafetines" y la pata de cochino y la ropa vieja eran tapas que no faltaban. También, años en los que el barrio en celebración era el espacio por excelencia de la vida comercial de Telde gracias, en parte, a los profesionales de la calle María Encarnación Navarro, a los que el pregonero agradece en su discurso por su labor. "Cada puerta una forma de ganarse la vida", asegura.

Entonces, llegó el momento de esas "cuatro generaciones, conmigo, moliendo millo", puntualiza para referirse a la empresa familiar que abasteció con gofio a los vecinos de Telde. "Los años de la posguerra hacen decidir ampliar al resto de la Isla el reparto, no sólo de gofio sino también de pan", afirma. Así, cuenta como, al finalizar la Guerra del Golfo, "la calle era un hervidero de personas de todas las edades en busca del preciado alimento" y, a pesar de la mejora de la maquinaria "no dábamos abasto a despechar lo que los clientes pedían", llegando a la necesidad de poner un policía en la puerta "para imponer algo de orden".

Asimismo, como si retroceder en el tiempo fuera posible, la representación teatral, muestra de la estampa viva del trabajo con el millo con una descamisada en directo, el público fue testigo de una velada diferente con la voz de Suárez como narrador perfecto.

Recuerda el pregonero que "en Telde, en los años 40, existían 11 molinos, pero entre todos no podían abastecer a los 40.000 habitantes que habían en ese entonces, lo que muestra la importancia del producto en esos momentos". Con fuerza, determina que "los jóvenes ya no recuerdan cuando Los Llanos era el motor indiscutible de la ciudad".

Fiestas con verbenas , misas, limpieza "a fondo" del templo, contratación de las flores más bonitas, y una procesión en la que "si el año había sido seco, desde los balcones, azoteas y ventanas se le abofeteaba el rostro al santo lanzándole con fuerza puños de trigo; y si había venido bueno y abundante en aguas, se le hacían arcos de palmeras y frutas". Porque el tiempo ha hecho de las suyas y ha modificado la forma de celebrar, pero la esencia del festejo en honor a San Gregorio, al final, siempre es la misma.

Muestra de un pueblo unido, que se reúne para disfrutar y que acabó la jornada de ayer en verbena por La Barranquera. Una forma de comenzar a lo canario y con cierto olor a gofio que dio la bienvenida un año más.