Miguel Cabrera Santana, el vecino de Las Remudas que mató a su hijo Cristo Fernando Cabrera Vega de un navajazo en el corazón durante una discusión en el domicilio familiar el 27 de abril de 2015, se enfrenta a una petición de la fiscalía de 14 años de prisión y una indemnización de 120.000 euros para cada uno de los dos hijos de la víctima, además del abono de las costas procesales. El juicio por este homicidio, que causó gran conmoción en el barrio teldense hace casi dos años, se celebrará entre los días 13 al 15 de marzo en la sala número 17 de la sección segunda de la Audiencia Provincial.

El acusado lleva en prisión provisional desde el 29 de abril de 2015 y según relata en su escrito la fiscal, en horas avanzadas de la tarde de aquel 27 de abril, Miguel Cabrera se encontraba en su domicilio en el barrio de Las Remudas en compañía de su madre, Lucrecia Santana González, y de su hijo, Cristo Fernando Cabrera Vega. En el piso 16 del bloque cuatro del aparcamiento dos convivían padre e hijo y Lucrecia Santana, madre del agresor y abuela de la víctima.

"En un momento determinado, entre las 20 y las 21.00 horas, el acusado y su hijo Cristo entablaron una fuerte discusión que degeneró en una pelea entre ambos. En el transcurso de la misma, el acusado, llevado por un evidente ánimo de quitarle la vida a su hijo, de 34 años, sacó una navaja de ocho centímetros de hoja y después de intentar clavársela en varias ocasiones, cuando ambos se encontraban de pie, uno frente al otro, el acusado logró introducírsela en el corazón, ocasionándole una rotura cardiaca que le produjo la muerte por shock cardiogénico". Momentos después, el acusado llamó al teléfono de la Policía Nacional para pedir un ambulancia diciendo que había apuñalado a su hijo, según argumenta el ministerio público.

Miguel Cabrera, de 55 años, conocido en el barrio como Miguel el Zarcillo, carece de antecedentes penales y la fiscal le considera autor de un delito de homicidio, donde "concurre en el acusado la circunstancia mixta de parentesco como agravante de la responsabilidad criminal, del artículo 23 del Código Penal al ser la víctima hijo del acusado, así como la circunstancia atenuante de confesión a las autoridades, prevista en el artículo 21, 4º del mismo texto legal".

La primera sesión del juicio con jurado comenzará este lunes, a partir de las 9.30 horas, y sobre las 11.30 horas está prevista la declaración de los testigos, entre ellos los de Lucrecia Santana González, madre del presunto homicida, Luisa Cabrera Santana, hermana de Miguel, y de Betsaida Pulido González. Media hora más tarde está prevista las declaraciones de 10 agentes del Cuerpo Nacional de Policía, dos de ellos miembros de la Unidad Científica.

Además, se proyectará un documental con el visionado de la prueba preconstituida de la declaración de Lucrecia Santana González y la reproducción del audio de la llamada del acusado a la policía.

El juicio, casi dos años después de los hechos, rememora la trágica noche del 27 de abril de 2015, cuando una discusión entre padre e hijo acabó con la muerte del segundo por unos motivos que según señalaban fuentes de la investigación en esos momentos era por el cobro de la pensión de su familiar, aunque otras fuentes descartaron esta hipótesis al apuntar que en ese hogar entraban ingresos de diversas ayudas sociales. Un homicidio que a nadie le cabía en la cabeza aquella noche, sobre todo porque los testimonios recogidos indicaban que padre e hijo mantenían una buena relación. De hecho, se llegó a decir que Miguel Cabrera Santana adoraba a su hijo Cristo, lo que hacía más inexplicable el drama en ese hogar.

El fallecido, Cristo Cabrera, de 34 años y con dos hijos, una chica y un niño menores de edad era conocido en Las Remudas y las personas que lo trataban aseguraban que "era una buena persona, no se metía en ningún problema y mantenía una buena relación con su padre, con el que vivía con su abuela en un piso en el bloque cuatro del aparcamiento dos". Era deportista, ya que jugaba en el equipo de fútbol sala de Las Remudas y una persona muy conocida en el barrio. Decían sus conocidos que la semana siguiente tenía previsto incorporarse como trabajador de la construcción después de haber estado en el paro.

El acusado, según declararon los vecinos después de conocer la tragedia que conmocionó a todo el barrio, adoraba a su hijo, por lo que muchos no entendían cómo se había producido su muerte. "Solo se puede entender este homicidio por un arrebato de Miguel y muy mala suerte porque quería mucho a Cristo", destacaban los residentes a quienes se les preguntaba por este suceso en un núcleo residencial consternado.