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Sociedad El juicio del homicidio de Las Remudas espera el veredicto del jurado

Miguel y Cristo Cabrera, retratos de una tragedia

La fiscal reitera su petición de 14 años de cárcel y 240.000 euros de indemnización

Miguel y Cristo Cabrera, retratos de una tragedia

Un padre alcohólico, de carácter violento , con una navaja siempre en el bolsillo y que después de acorralar a su hijo contra un electrodoméstico en una estrecha solana, "lo mató como a una rata". Éste es el perfil que trazó ayer, en la última sesión del juicio del homicidio de Las Remudas celebrado en la Audiencia, la fiscal Inés Herrero sobre el acusado, Miguel Cabrera Santana, para ratificar su petición de 14 años de prisión y una indemnización de 120.000 euros para cada uno de los dos hijos de la víctima, Cristo Cabrera Vega.

La fiscal reiteró su alegato sobre las contradicciones de las declaraciones de los únicos testigos de la acción, el acusado y su madre, Lucrecia Santana, y basó su tesis del homicidio porque Miguel Cabrera pudo irse de la pelea, no lo hizo y después de varios intentos con su arma de herir a la víctima, logró asestarle el navajazo certero en el corazón de Cristo, al que no auxilió después mientras se desangraba.

El abogado defensor, Juan Sánchez Limiñana, por su parte, describió al fallecido como una persona depresiva, que tomaba ansiolíticos para calmar su dependencia de las drogas, abstinencia forzada que le hacía muy irritable, una actud, según expuso, es muy habitual en las personas con este perfil. A este retrato del fallecido añadió que robaba frecuentemente a su abuela y que tenía un juicio pendiente por tráfico de droga, en el que era su abogado el propio letrado, pero que no pudo celebrarse por su muerte en abril de 2015.

Fue más allá Sánchez Limiñana, al reiterar su tesis sobre que ambos, padre e hijo, son víctimas de un ambiente propiciado por "los verdaderos culpables, quienes desde su casa les importa un rábano lo que pasa en este juicio o en otros casos similares, que son muchos". De hecho, apeló a la conciencia social de los miembros del jurado para que dicten un veredicto de legítima defensa o si no, -la novedad en su petición-una eximente contemplada en el Código Penal y que acarrea una pena de dos años más la responsabilidad civil accesoria.

Ayer fue el turno de los forenses, quienes explicaron que la víctima recibió un navajazo certero en el corazón que le costó la vida, aunque también el cadáver presentaba una serie de heridas causadas por su intento de defenderse de la agresión y que podían observarse en las manos, clavículas o costado. Son pequeños pinchazos en la piel, pero la única que penetró en el cuerpo fue el navajazo mortal y que se produjo después de una acción en la que los dos hombres -agresor y víctima-estaban de pie en la solana donde Cristo, después de la herida en el tórax, cayó a plomo, sentado y apoyado contra un electrodoméstico y con la sangre manando a borbotones que manchó la ropa y su calzado.

Esta descripción echa abajo, según argumentó la fiscal, que el forcejeo fuera en el suelo y mientras la víctima, según la versión de su abuela, que observaba la acción sentada en una silla de la cocina, tiraba del pelo de su hijo. Herrero argumentó que como habían dicho los forenses, si la herida mortal se hubiera asestado en posición horizontal, la sangre habría manado en torno al cuerpo de la víctima, pero no al calzado, al tiempo que justiticó que Lucrecia, "una vez perdido su nieto, quiera salvar a su hijo diciendo que le estaba tirando del pelo, cuando en las foto grafías se ve que Miguel estaba ese día rapado".

La representante del ministerio fiscal también quiso desbaratar ante el jurado la tesis del abogado defensor sobre que el homicidio se ciñe al marco de un ambiente de tráfico de drogas propiciado por los grandes narcotraficantes. Indicó que no quiso recordar los antecedentes penales de Miguel Cabrera -10 años de cárcel por tráfico de drogas- porque "ya ha pagado su delito" y afeó que su letrado recordara el juicio pendiente de la víctima para presentarlo como un drogadicto y vendedor de drogas.

Así, Herrero echó mano de lo expresado por videoconferencia por el médico que analizó la sangre de Cristo Cabrera. En ese estudio, según este facultativo, se encontraron restos de ansiolíticos en dosis terapeúticas, no tóxicas, además de 0,37 gramos de alcohol por litro[el tope es 0,30], una cantidad que para una persona de 70 kilos, aproximadamente, supone la ingesta de cinco cañas o tres botellas de cerveza. A preguntas de la fiscal, expuso que esa combinación de ansiolíticos y alcohol tiene un efecto potenciador de los efectos depresores, no de la agresividad.

Le valió a la fiscal para dar una descripción de los hechos contundente: el acusado, ebrio y que pudo irse de la vivienda, acorraló a su hijo contra un electrodoméstico en una pequeña solana y lo mató "como a una rata" y dejó que se desangrara sin prestarle ayuda. Una actitud extraña tratándose de su hijo y más extraña que llamara primero a la policía que a una ambulancia.

Este relato de lo ocurrido en la noche del 27 de abril de 2015 fue rechazado de plano por Juan Sánchez Limiñana, quien presentó a la víctima como alguien que no tenía casa y dormía en la de su abuela o en un coche, que consumía o traficaba a pequeña escala con drogas y que robaba a Lucrecia. Un retrato con el que intentó desmontar los argumentos de los forenses sobre que las heridas halladas en el cuerpo de la víctima fuesen un ensayo hasta acertar con el navajazo mortal, "porque sola una penetró en el cuerpo y las otras en la piel y si hubiera querido hacer daño habría atravesado el músculo".

Asimismo, hizo referencia al desconocimiento general sobre la situación del corazón, a la izquierda, pero no siempre donde se señala, para argumentar que Miguel no tenía intención de asestar una herida mortal, sino quitarse de encima a su hijo. "Si hubiera querido apuñalarlo en el corazón, lo habría hecho más arriba, donde la mayoría creemos que está", indicó mientras se tocaba la parte superior del pecho. Sánchez Limiñana alegó, además, "que en la grabación de la llamada hecha por el acusado no se oye que sea de una persona borracha, sino de alguien muy preocupado y que solicita a la policía una ambulancia".

El letrado también justificó que su defendido no se fuera de la vivienda esa noche. La imagen de su madre con su hijo quitándole dinero -30 euros según la declaración de Lucrecia Santana el primer día- enrabietó a Miguel, quien ante la actitud agresiva de Cristo, expuso Sánchez Limiñana, enrabietó al acusado. Un enfado que comenzó con una discusión, pero ante el ataque de Cristo quiso disuadirlo y asustarlo con la navaja, de ahí que no le infligiera herida grave, salvo la que acabó con su vida. Y si le puso un paño en la herida, que quitaron los sanitarios, argumentó.

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