La complicidad que se refleja en cada cruce de miradas entre Chano Torres y María del Carmen Rodríguez es sublime. Llevan 57 años casados y es maravilloso cuando ambos aseguran que "nuestra conversación todavía no ha acabado". Los dos, nacidos y criados en Telde, comparten su amor incondicional por la literatura, pero coinciden en que esa no es la razón de casi toda una vida juntos, porque "es mucho más que eso". Aún así, los años pasan y ella sigue leyendo sus escritos a su marido para que, lejos de aconsejarla, apoye lo que escucha, mientras que él amontona poemas desde el alma que su mujer rescata para transformar en libros. Así, tras una existencia de amor por este arte, el resultado son siete obras literarias entre los dos.

La última en dar a conocer su cuarta creación fue Rodríguez. Bajo el título La joven deshonrada, ha cautivado corazones con esta novela que cuenta la historia de "una chica desdichada, porque quise reflejar el calvario que sufre una mujer ante la desigualdad, ya que si un hombre se sacude los pantalones está bien, pero si lo hace una fémina esta no vale nada", explica la autora. Y, mientras habla, muestra ese espíritu de rebeldía que la caracteriza y del que presume con orgullo. "Soy así desde pequeña y cuando mi madre me respondía que las cosas eran de una manera porque ella lo decía, me indignaba", agrega, a la vez que refuerza su afán por la justicia y "el aire fresco que siento cuando una mujer me dice que se separa".

Pero ella, muy lejos de una situación similar, se siente afortunada por el compañero de vida elegido. Recuerda cuando tenía 16 años y estudiaba con las monjas adoratrices, fue entonces cuando conoció a Chano. "Yo fregaba en la fonda que mi hermano había arrendado a su tío cerca del Mercado de Vegueta y él, que cocinaba en el mismo sitio, siempre me miraba", relata. Torres la observa con una sonrisa de por medio y puntualiza que "cuando subía por las escaleras, mi mirada subía con ella, y cuando bajaba lo mismo".

A los cuatro años se casaron y juntos dieron comienzo a la mejor historia que, sin puño y letra, han ido creando. Tuvieron una hija y, aunque la gran pasión de ambos siempre ha sido la literatura, se han dedicado al comercio en la capital. "Gracias a ello he podido viajar mucho y, en consecuencia, escribir sobre las ciudades visitadas", comenta Rodríguez satisfecha. Además, es necesario destacar su otro gran amor: la música. Actualmente forma parte de la coral Alcaraván Sagrada Familia, donde lleva 11 años cantando como contralto.

Agradece poder emplear su tiempo en las dos artes que la completan. "No soy académica, pero en mi casa siempre ha habido cultura, toda la vida me han indignado las faltas de ortografía y escribir o leer es como ir al cine o acudir a un fiestón", añade mientras determina que "no imaginaba tener cuatro libros publicados, pero soy una persona inquieta, crear con papel y boli es mi vía de escape, siento lo que escribo. Cada noche lo hago un poquito sin pensar y cuando me doy cuenta tengo una historia terminada".

Algo parecido le ocurre a su esposo con la poesía. Después de tres obras cargadas de todo aquello que le sale del alma y que atraviesa el espíritu de quiénes lo disfrutan, sigue tan enamorado de los libros como el día en el que los descubrió. "Mis abuelos eran muy cultos y enseñaron a mi madre a escribir, algo que se convirtió en su pasión y lo que hacía que las vecinas del barrio fueran a su casa para que relatara cartas para los novios", cuenta.

Sin duda, se trata de una vocación heredada. Así, hace la vista atrás y no encuentra en su memoria un momento en el que la lectura o la escritura no estuvieran presente. Se remonta a cuando ejercía como cocinero en el cuartel y cada noche subía a la azotea a visitar, con permiso, la biblioteca que el coronel tenía. "Me hinché a leer allí arriba", afirma mientras recalca que en el bolsillo de su delantal siempre guardaba una historia encuadernada en la que se sumergía cada vez que tenía un hueco libre entre guisos.

Buen cocinero y amante del cine y el teatro, lugares que frecuentaba entre jornada y jornada laboral. "El Pérez Galdós estaba cerca de la fonda en la que ayudaba a mi tío y me escapaba, cuando podía, a ver alguna función", alega con brillo especial en la mirada y con seguridad de que se trata de vivencias que han dado vida, en muchas ocasiones, a algunas de sus poesías. "Escribía sobre cosas cotidianas que ocurrían en la calle e incluso llegué a hacer punto cubano, dando mis letras al que improvisaba para que se ganara unas perrillas", expresa mientras hace hincapié en esa época en la que "nos cambiábamos libros prohibidos por el franquismo dentro de los cartuchos del cemento, me llegaba por correo en secreto la revista Selecciones que hablaba de todo y también vetada, o intercambiábamos obras por media peseta".

Cuando sirvió en Ceuta ganó 500 de las mismas "en los ciegos", con lo que se hizo su primer traje y se compró esos zapatos "con los que se me veía como todo un señor". Pero lejos de aparentarlo, ya lo era y lo es con 85 años. Su carisma, tanto escribiendo como tratando, podría considerarse parte de la clave de su éxito, el mismo que lo ha llevado por colegios de la Isla recitando delante de alumnos como ejemplo a seguir. Él y su esposa, ambos seres especiales que forman un gran equipo y que, con el paso del tiempo han hecho de uno de los baños de su hogar una biblioteca creada con amor y de su enamoramiento por la escritura un motivo para, cada noche, hacer de su dormitorio ese lugar desde el que saltan, escribiendo, hasta donde su alma les lleve. "Es un regocijo", agrega Torres.