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'Pancho', el alma de la fiesta

El perro es conocido entre los vecinos de Jinámar por sus rutas por el pueblo y su participación en el patronato

A día de hoy no se conoce una razón lo suficientemente importante como para que Pancho se pierda una edición de las fiestas de Jinámar o para que falte a su recorrido diario por el barrio que tanto lo quiere. Cada jornada ladra a Dolores Santana, una de sus dueñas, para que le abra la puerta de su casa y así poder irse a la entrada a disfrutar del sol y saludar a todos aquellos que pasan por delante. "Buenas tardes, Panchito", le dice una vecina mientras lo acaricia con ternura. Y así cada día, tanto mayores como niños ven como hace de las suyas cerca de su hogar, cruzando el paso de peatones para ir al patronato, en cada acto del festejo de la caña o dirigiéndose a casa de alguna amiga de su familia donde se echa la siesta y recibe "algún regalito", asegura Yurena Ramírez, la joven que lo rescató cuando otros decidieron abandonarlo.

Nadie sabe qué edad exacta tiene Pancho, "porque fue recogido de la calle", puntualiza Ramírez, pero jamás olvidarán ese día -hace cuatro años- en el que se dieron cuenta de que merecía una vida tan maravillosa como él. "Cuando iba a casa de mi tía, en San Antonio, lo veía por la urbanización donde los vecinos le daban comida", relata su salvadora mientras garantiza que el can tocó su corazón "cuando se echaba debajo de mi coche". Así, a la tercera fue la vencida, lo subió en el vehículo y le prometió un hogar lleno de amor. "Pensaba que era mayor porque caminaba despacito y se le veía frágil, pero cuando llegó a casa se espabiló y ahora hay que verlo, el perro del patronato y del pueblo entero", agrega con orgullo y un cariño inmenso hacia el animal que les ha robado el alma. "Es muy bueno, todo el mundo lo conoce y lo quiere, he tenido mucha suerte", asegura Ramírez siendo consciente de que el nombre, "como Pancho el del anuncio de la lotería", le viene como anillo al dedo, "porque a nosotros nos tocó con él", afirma.

Aún así, tanto sus ojitos como su expresión alegre refleja que la fortuna es bidireccional. Este perrito es así, es agradecido, cercano, cariñoso y tranquilo. Un can al que le gustan las aventuras y ser un alma libre. "Le encanta ponerse con mi abuela en la puerta cuando ella se sienta en el banco rodeados los dos de flores, o ir con mi madre a comprar siempre que sale", explica. Pese a ello, el auténtico espíritu fiestero lo saca cuando se aproximan las fiestas de la caña dulce.

En la sede del patronato mientras su familia corta verduras para el potaje tradicional, haciendo la carroza para el gran día, rodeado de botellas de ron miel para la romería o siendo testigo de cada ensayo llevado a cabo para que todo salga a la perfección. Pase lo que pase, haya frío o calo, Pancho siempre está para un lengüetazo en el momento oportuno o para recordar que las segundas partes sí puede ser muy buenas.

Todos lo quieren, y si un día no se le ve el hocico preguntan por él. "También, cuando alguna vecina viene a casa de mis abuelos a tomar café, le gusta marcharse con ella a su casa, allí pasa la tarde, come, y cuando quiere regresar ladra y vuelve sólo", relata Ramírez.

Aunque al principio vivía con ella, cuando se fue de la Isla por un tiempo se quedó en casa de sus abuelos Dolores Santana y Juan Hernández, "volví, pero él decidió quedarse con ellos dándoles compañía y alegría". Además, se trata de un can inteligente y obediente. "Se sienta sólo, va y viene, y nunca le he enseñado nada", alega a la vez que resalta lo que a Panchito le gusta salir en una foto.

"Las protectoras me ayudaron con todo cuando lo recogí y es muy importante su labor", añade Ramírez expresando su rechazo al abandono animal. "Hay que concienciar", determina. Y gracias a sus valores, Pancho goza de una segunda oportunidad que todos los que lo conocen agradecen, los mismo que coinciden en que "él se lo merece todo".

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