El IES Valle de Los Nueve amaneció este viernes con un ritmo diferente. Desde bien entrada la mañana, alumnos y profesores pusieron su granito de arena para convertir el centro en África con actividades y talleres que han trabajado en los últimos meses en diferentes asignaturas. Así, con música en directo del continente vecino, juegos tradicionales de diferentes países africanos, charlas sobre refugiados o elaboración de pan egipcio transcurrió la jornada reflejo de alegría en cada esquina.

Con un horario perfectamente planificado y como centro de atención este año la ruta del Nilo, fueron conociendo el río a través de cada parón en las aulas o alguno de los patios decorados para la ocasión. Espacios repletos de sabiduría sobre África que llenó corazones de tradición y cultura del continente protagonista.

Bailes, representaciones, productos autóctonos, mercado típico y predisposición por parte de todo el equipo del instituto. Sin duda, un acontecimiento que se repite cada edición y que se supera cada año. Este, marcado por el buen tiempo y el Nilo, sorprendió y dejó como resultado la unión, por un día, de dos continentes casi hermanos.

Puede decirse que el río Nilo atravesó este viernes al IES Valle de Los Nueve. El centro y sus miembros -alumnos y profesores- se subieron a un pequeño barco que los llevó por su recorrido, desde las que pudieron conocer "la multitud de culturas que hay mezcladas en él", señala Sara Bordonaro. La adolescente fue la encargada de presentar Un viaje por el Nilo, una actividad de performance que hizo sentir a los asistentes estar formando parte de esa experiencia sublime a través de diferentes lugares con sus animales, costumbres y paisajes protagonistas unidos por sus aguas.

Con música africana creada por los mismos estudiantes y un clima de amor absoluto por el conocimiento del continente vecino, disfrutaron de la ruta mientras Bordonaro destacó "lo sorprendida que me quedé cuando descubrí que el río mide más de 6.000 kilómetros", algo que asegura "nunca me había parado a pensar".

La mañana de este viernes fue una jornada mágica. Mientras un curso asistía a la charla sobre refugiados encabezada por el voluntario en Grecia, David Fuertes, quien contó la historia de Fawad, un afgano de 16 años que tuvo que emigrar, el resto se dividía entre un taller para elaborar pan egipcio o la presentación sobre el intercambio de cartas que algunos alumnos han llevado a cabo durante el curso con adolescentes de un instituto de Senegal. "¿Por qué creen que abandonan sus casas y se juegan la vida en embarcaciones con capacidad de 15 personas y donde entran 60?", pregunta Fuertes a los menores. Aunque Cristian se atrevió a decir que era "por motivos económicos", el ponente determinó que nada tenía que ver con eso.

Y como esta idea -que el centro repite cada año con el fin de acercar a sus estudiantes al continente africano- es siempre en positivo, tras recorrer los pasillos adornados con carteles sobre el río protagonista de este año, en la biblioteca estaba Bordonaro, con las dos clases de tercero, lista para presentar -junto a Valentina García- ese viaje increíble que transportó a cada uno de los asistentes al río, "que se divide en el Nilo Blanco y el Nilo Azul unidos por un único caudal", cuenta la niña a la vez que sus compañeros fusionan sábanas de ambos colores para simbolizar dicha unión. Con materiales reciclados, juegos de luces y sombras, mostraron "por dónde pasa este río que es mucho más que eso; es un puente entre culturas, y estos proyectos nos hacen saber que hay mucho más de lo que vemos o creemos sobre África".

Al otro lado del pasillo, en el aula de tecnología, Pepe López enseñaba a Carlos Sánchez a dar forma al pan egipcio que elaboraba por primera vez. A pesar de que el adolescente -natural de Burgos pero afincado en Telde hace nueve meses- ya había hecho pan "normal" con su madre en otras ocasiones, afirma que "este es diferente, porque se trabaja con harina que no es de maíz -o millo-", apunta con gracia y demostrando que va cogiendo el léxico canario. Por su parte, el panadero ya jubilado relata que "se trata de una masa más fina por la que hay que pasar el rodillo de un lado al otro y no constantemente en el mismo sitio". "En mi antiguo cole hacíamos actividades pero sobre Europa, ahora estoy más cerca de África y es una experiencia nueva", alega el recién llegado a primero de la ESO.

Fuera de las aulas, el buen tiempo hacía de las suyas y el grupo Hermanos Thioune, desde Senegal, se preparaba para dar un concierto en directo en el recreo. Con bocadillo en mano y el contraste de las pintaderas en la pared con los instrumentos africanos y la música en francés, algunos se animaron a bailar al son del ritmo lleno de alegría.

En el "patio pequeño", como ellos lo llaman, los menores se descalzaron para comenzar el juego Caminando sin fronteras, que los puso en la piel -a través de diferentes historias- de esas personas que dejan sus hogares en busca de un futuro mejor y viven sin esos papeles que suponen libertad. Frente a estos -los más pequeños del centro-, los de segundo practicaban con los artículos creados en Plástica semanas antes para iniciarse en el Senet, "el juego egipcio más antiguo que existe", explica Ainhoa Pérez a sus compañeros. "Es como el parchís, pero las piezas no se comen", añade.

De un lugar a otro, Adrián Sánchez y Daniel y Mario Lozano inmortalizaron cada actividad. Sin soltar la cámara de fotos, se acercaron también al mercado árabe -o zoco- con productos autóctonos o al espacio de recogida de material escolar para donar al continente protagonista. También captaron esos momentos de juegos tradicionales donde los alumnos se convirtieron en cebras y leones, lanzaron piedras o formaron parte de la percusión que hizo vibrar corazones con ganas de más Nilo, porque 6.000 kilómetros no son suficientes.