Un pequeño y tranquilo barrio en lucha por mantener su identidad y una enseñanza que ha logrado importantes éxitos durante años. Se trata de Cazadores, situado en la zona cumbrera de Telde y con 135 habitantes censados que pelea por la reapertura de su escuela unitaria, cerrada a final de curso porque solo tiene cinco alumnos. Su lucha comenzó a principios de junio, con peticiones al Ayuntamiento y consejería de Educación del Gobierno de Canarias para que se prorrogue dos años más la actividad del centro.

Unas 300 firmas avalan esta demanda presentada en ambas administraciones públicas y, además, las seis matrículas para el próximo curso ya garantizadas y que posibilita que el colegio siga abierto. No están contentos con las respuestas de los responsables de Educación, pero anuncian que mantendrán su intención de reclamar su apertura. Cuentan y se lo han agradecido, con la colaboración de Juan Martel, concejal de distrito, "que nos acompañó a la reunión con el director territorial de Educación, pero de allí solo sacamos la negativa de sobre nuestra petición de dos años de prórroga a la escuela, ya que son seis niños y creemos que en los dos próximos cursos puede subir el número", indicaron fuentes de los progenitores de los alumnos.

La asociación de vecinos y los representantes de las familias de los alumnos consideran que el colegio es mucho más que el lugar donde sus hijos estudian y aprenden las asignaturas en un entorno de ensueño, donde la Naturaleza está siempre presente. "La escuela es el pulmón social y cultural de Cazadores y creemos que se cerró sin tener en cuenta una serie de particularidades muy importantes a tener en cuenta para tomar una decisión sobre ella, ya que estamos hablando de niños y el cierre les afecta en su vida diaria", expone un representante vecinal.

De hecho, residentes y familiares esgrimen la complicada orografía de la carretera y la meteorología de la zona cumbrera de Telde para demostrar que no se trata de un simple paseo en guagua a La Breña, escuela donde se ha destinado a los niños del barrio. "La distancia es de seis kilómetros, pero en una carretera con muchas curvas, tramos peligrosos con desprendimientos", apuntan los vecinos, quienes no comprenden cómo "se valora más una cifra que la integridad y la seguridad de unos niños, porque no se pide un privilegio, sino una oportunidad de seguir en el barrio, no entendemos el empeño en cerrarla".