Antonio Betancort fue uno de los mejores porteros canarios de la historia. Sin exagerar, se podría decir que fue el mejor. La gran cantidad de títulos y trofeos que ganó durante su carrera dan fe de ello. Logró con el Real Madrid seis campeonatos de Liga entre 1962 y 1969, dos Copas de España o del Generalísimo (1961-62 y 1969-70) y una Copa de Europa en 1966. Pero además, es el poseedor de dos trofeo Zamora al portero menos goleado en la Liga durante las temporadas 1964-65 y 1966-67.

Aún ostenta el récord, compartido con José Manuel Pesudo, con sólo 15 goles encajados (aunque él prefiere aclarar que en esa época había menos equipos). Por si todo esto fuera poco, jugó en tres ocasiones como titular en la selección española para la fase clasificatoria del Mundial de Londres, y en una treintena vistió la roja como suplente. El titular era por ese entonces José Ángel Iríbar, uno de los mejores porteros españoles, de quien asegura sin dudar que fue el que más le ha gustado desde siempre.

Charlar con él es trasladarse muchos años atrás en el tiempo, cuando el fútbol era algo muy diferente. Las anécdotas aparecen solas. Todavía recuerda los partidillos en La Isleta con la pelota de trapo, cuando los niños no tenían mucho más que hacer que ir al colegio y jugar al fútbol. Pero aclara que no se ponía en la portería porque fuera malo como jugador, sino por elección. "Yo era el dueño de la pelota, hacía el equipo y me ponía de portero", bromea todavía.

Empezó a ver este deporte de forma más profesional cuando fue elegido para el primer juvenil de la UD Las Palmas con 15 ó 16 años. A los 17 saltó al primer equipo amarillo como suplente. Debutó en un partido contra el Barcelona porque casi la mitad de la plantilla amarilla estaba enferma y le marcaron siete goles. Pese a la abultada derrota y a no ser un buen estreno, "lo recuerdo como algo muy bonito", sostiene.

Tras dos años en la Unión Deportiva fue traspasado al Real Madrid, una etapa de diez años que asegura "fue maravillosa", aunque un año jugó en La Coruña cuando fue cedido por el club blanco. Recuerda que fue muy difícil hacerse un hueco porque en esa época había grandes porteros. ¿Qué pasaba cuando tocaba jugar con la UD Las Palmas? "Era un trago grande porque tenía doble responsabilidad. Si venía aquí y fallaba, el Madrid me echaba la culpa y si jugaba bien me decían mal canario", rememora. "Había que ser profesional y cumplir", sentencia.

Llegó a jugar con futbolistas históricos, como Puskas, Pirri y Alfredo Di Estefano, a quien admira como jugador. Se retiró del club blanco con 36 años, pero jugó dos temporadas más con UD Las Palmas, donde posteriormente se quedó unos años como ojeador. Gracias a él o a sus informes positivos (porque se quita méritos), el equipo amarillo incorporó a su plantilla a Carnevalli, Wolf, Morete o Brindisi.

Se reconoce aficionado de la Unión Deportiva todavía, pero asegura que ya no va al estadio. "Lo veo por televisión y sufro, porque en el campo se sufre menos", asegura. "A ver si en esta nueva época nos dan una alegría", gracias al entrenador y a los jugadores que han fichado. Se lamenta de que no salgan ahora buenos porteros canarios, tal vez porque no se les incentiva.

Betancort se asombra con lo diferente que es el fútbol, especialmente con "el desmadre" de los contratos que se firman. "En mi época se ganaba lo justo, un sueldo y una prima", recuerda, y se fichaba para toda la vida, no había traspasos. Pero otras muchas cosas han cambiado. "Antes nos tirábamos en la piedra y ahora hay césped", recuerda. "De niños jugábamos descalzos o teníamos las botas del gallo que cuando se mojaban se abrían todas", bromea. Como profesional tampoco las cosas eran mejores porque disputaban los partidos en pantalón corto, sin rodilleras y sin guantes, sólo cuando llovía se ponían unos de lana. Pese a todo, no duda en afirmar que volvería a ser portero si tuviese que volver a elegir. Portero se nace...