Muchos grancanarios pasan a diario por la plaza de España (plaza de la Victoria), pero tal vez muy pocas personas se han detenido a pensar qué significado tiene su escultura y, mucho menos, quién es su creador. Las manos y el arte de Luis Montull moldearon las figuras durante casi dos años, hace más de tres décadas. Actividades primitivas canarias son cuatro esculturas de 14 metros de alto que fueron instaladas con motivo del 500 aniversario de la fundación de Las Palmas de Gran Canaria. La artesanía, la agricultura, la pesca y la madre canaria están allí reflejadas. Es, sin duda, la primera gran obra y también la más representativa del artista, pero muchos otros municipios grancanarios lucen sus creaciones en piedra. Telde acoge el Monumento a la madre, San Bartolomé de Tirajana el Homenaje a la mujer artesana (Fataga) o el Homenaje a la mujer de Tirajana, Agüimes tiene el Homenaje al pescador (Arinaga), los habitantes de San Mateo se recrean con el Homenaje al agricultor y ganadero, y Garachico (Tenerife) tiene el Motín del vino. Incluso Lérida (Cataluña) posee el Payes catalán.

Resultaría imposible enumerar la cantidad de creaciones que ha realizado Montull a lo largo de su carrera, muchas de ellas son de propiedad privada y otras se encuentran en iglesias del Archipiélago. Su sello es inconfundible. Las caras, las manos o los pies de sus esculturas son únicas. Su historia y su legado lo son aún más. Es uno de los escultores canarios más prolíficos y más reconocido por la crítica, que ha sido unánime en alabar su arte. Algunas de su obras son historia viva de los municipios, que podrán admirar varias generaciones.

Su pasión empezó desde muy pequeño, cuando observaba trabajar a su padre, un renombrado ebanista en Canarias. Desde niño estudiaba encima de la caja de herramientas mientras su progenitor labraba la madera, hasta que le preparó una tarima para que él también llegara a tallarla. Con 13 años hizo su primer trabajo, casi como un juego. Fue un Cristo de casi dos metros de alto que el canónigo Daniel Verona le pidió medio en broma. Pero lo realizó a la perfección.

Cuando terminó el Bachillerato se marchó a Barcelona para estudiar de aparejador, pero lo abandonó al poco tiempo para dedicarse a lo que más le gustaba. Esa decisión le costó un disgusto muy grande a su padre y conllevó que durante más de una década no volviera a las Islas y apenas hablara con su familia, que no aceptó el cambio de rumbo.

Decidió matricularse en Bellas Artes por libre y comenzó a perfeccionar aún más su técnica. En la Ciudad Condal no le faltó trabajo, pero se marchó a París y comenzó a trabajar con el escultor Cazabaun, director de la Asociación de Artistas de Francia. Finalmente se independizó y empezó con las exposiciones. Un famoso marchante francés le compraba todos los meses sus trabajos. El problema llegó cuando le ofreció un contrato definitivo, con la condición de controlar toda su obra. No aceptó. "No me arrepiento de haber tomado esa decisión, a lo mejor hubiese ganado más dinero, pero no habría hecho los trece monumentos que tengo en Canarias", asegura. Tal vez en la actualidad podría ser conocido en todo el mundo, pero eso no le quita el sueño. No lo lamenta.

Pese al éxito que había cosechado en la capital francesa durante siete años, regresó a Canarias a principios de la década de los setenta. Una enfermedad de su padre le hizo volver para hacerse cargo del taller. Durante tres años se dedicó casi en exclusiva a la empresa para cumplir los compromisos, hasta que se cerró y se dedicó nuevamente de lleno a la escultura. La primera exposición que hizo, en la Casa de Colón, fue todo un boom. Le llovieron los halagos y vendió todas las esculturas. Al año siguiente sorprendió con otra muestra que tuvo aún mejores críticas. A raíz de esa buena acogida le llegó la oferta de hacer el monumento de la Plaza de la Victoria.

La mujer, y especialmente la maternidad, es uno de sus temas preferidos. "Es lo más importante de la vida, es la que la crea y siempre le he tenido mucha consideración", explica. "Tengo esculturas de hombres sólo cuando han sido encargos, porque se le saca más partido a la figura de la mujer, es más expresiva y tiene más temas para desarrollar".

Reconoce que no ha tenido un perfil público en su carrera. Su obra es muy conocida, pero no se conoce al autor. Antes era más ambicioso, pero un suceso le hizo reflexionar y se dedicó más a trabajar que a buscar la fama. Estaba a punto de irse a vivir a Estados Unidos cuando, al bajar de un andamio, calculó mal los escalones y no tuvo en cuenta el último. No se cayó, pero el golpe brusco le produjo un desprendimiento de retina. "Eso me cambió un poco mi forma de ser, cuando a uno le pasan esas cosas te cambia la vida" sostiene. Ya no le dio tanta importancia a la popularidad y decidió quedarse en Canarias. Con el dinero que tenía para irse compró su casa de Fataga, casi un museo de su vida y obra, y se dedicó a crear tranquilamente, sin más ambiciones.

Tiene claro que hay muchos artistas, pero muy pocos pueden vivir del arte. Él es un afortunado porque ha podido hacerlo. "Yo siempre he tenido la suerte de que me han venido a buscar. He hecho monumentos porque tengo capacidad de hacerlos, pero si no me gusta la idea digo que no". Sin embargo, tiene una obra inconclusa. Su mayor monumento y el que sería el más grande de Canarias, con 25 metros de altura. A mediados de los noventa, el pleno del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana aprobó un proyecto escultórico para la zona de la Viuda de Franco. Todo estaba previsto y cerrado hasta que hubo una moción de censura y se quedó en el olvido de los políticos. Todavía atesora en su taller de la zona de Tomás Morales todo el dossier. "Me quedó mucha pena por no poder hacerlo. Hubiese sido una obra fabulosa, pero no he querido tocar más este tema", se lamenta.