Como si de un auténtico calcetín se tratase, le han dado una vuelta entera. La histórica Casa de los Sall, una de las tres grandes casonas del barrio de San Francisco, luce ya un aspecto totalmente remozado que permitirá su utilización como centro de interpretación turística.

La reconversión del inmueble, que se hallaba en avanzado estado de deterioro y en el que se han invertido desde hace casi tres años más de 1,35 millones de euros, era un proyecto largamente acariciado por el Ayuntamiento de Telde, que ha contado con el apoyo y respaldo financiero del Gobierno de Canarias, la Administración central y el Cabildo de la Isla para llevar a buen puerto su ansiada recuperación.

La alcaldesa María del Carmen Castellano -que acudió ayer al acto de recepción de las obras junto al concejal de Turismo, Pablo Rodríguez, el subdelegado del Gobierno en Canarias, Luis Molina, y el director regional de Infraestructura Turística, Miguel Cabrera- avanzó este miércoles que la intención del grupo de gobierno es poner en uso el complejo antes de que finalice el presente año.

Para ello, el consistorio sacará un concurso para la gestión indirecta de la cafetería y algunas otras dependencias del mismo. Paralelamente, la ciudad habilitará en sus distintas salas muestras de artesanía canaria, una oficina de información turística y distintos paneles expositivos alusivos al pasado de la ciudad de Telde, la primera que se constituyó en Canarias mediante una bula papal en el año 1351.

El pacto también pretende reservar algunas estancias -como su amplio jardín- para celebrar en ellas las bodas que habitualmente tienen por marco el salón de plenos de las Casas Consistoriales. En este sentido, la alcaldesa recalcó que en cuestión de un mes podría aprobarse en pleno la nueva ordenanza municipal que obligará al pago de tasas por el uso de este servicio.

En cuanto a la casa en sí, cuyo proyecto de rehabilitación ha corrido por cuenta del despacho de arquitectos Álvarez, Álvarez y Navarro, esta se halla conformada por tres edificaciones antiguas de dos plantas aisladas en el interior de una finca común de 2.164 metros cuadrados. Emplazada entre las calles Portería, Montañeta y Altozano, la Casa de los Sall es una de las tres estructuras más espaciosas de San Francisco y hunde sus orígenes en los siglos XVII y XVIII.

En su planta antigua, contaba con un patio, corredores de madera, zaguán, caballerizas, bodegas, oficinas, cocheras, depósito y traspatio. En la planta alta, que fue un añadido posterior al aspecto primigenio de la morada, se ubicaban las salas de estar, los dormitorios, la cocina y los servicios.

Pasado

El cronista oficial de la ciudad, Antonio María González Padrón, recordaba este miércoles que la familia Sall, procedente de Mallorca, se estableció en Canarias a finales del siglo XVIII. Dedicados al comercio marítimo y propietarios de varios barcos, llegaron a la ciudad a principios del XIX y cobraron mayor poderío económico gracias a las transacciones mercantiles con Cuba. "Adquirieron la casa con la huerta y en la primera mitad del siglo XIX levantaron otra casa entre las calles Portería y Montañeta para el servicio. A la vivienda principal le hicieron una segunda planta y también ampliaron otras dependencias hasta contar con la vivienda de estilo tradicional canario con patio central, el llamado jardín del té, una huerta con árboles frutales y especies aromáticas donde también destacaban acequias de cantería que arrancaban a modo de fuentes", resumía.

El desarrollo arquitectónico de la Casa de los Sall concluyó entre 1840 y 1860 y su última ocupante fue Dolores Sall, fallecida en la década de los años 40 del siglo XX. El inmueble pasó a manos de sus sobrinos. Uno de ellos, profesor de la Universidad de La Laguna, fue acogido ya de mayor por las monjas, que terminaron entregando la parte de la propiedad que le correspondía al docente -"en torno al 40 %", según estimaciones del cronista- al Cabildo de Tenerife.

Fue Lorenzo Olarte, al frente del Gobierno canario, el que logró sentar en una mesa a todos los herederos para hacer que toda la casa fuese del Cabildo. Cuando esto se produjo, la corporación insular tinerfeña y la grancanaria cerraron una permuta con un finca de plataneras en La Orotava de por medio.

Por último, el Cabildo cedió la titularidad al Ayuntamiento, que es el que ahora dispone de la vivienda para saldar una vieja deuda.