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UD Las Palmas IV Copa Mahou Canarias

El derbi del horror

La UD, errática y sin puntería, sucumbe ante el Tenerife, en la tercera derrota del verano

Un irreconocible Simón. JOSÉ CARLOS GUERRA

Verano negro. Del éxtasis del 21-J a un agosto tenebroso. El derbi de los bostezos y el horror. Una tormenta infernal en el regreso al teatro de los sueños amarillos. La UD sucumbió ante el Tenerife (0-1), el tercer desliz de pretemporada, y engorda la lista de deberes pendientes. Hace falta mejorar. Y de forma urgente. Un proyecto de pasado glorioso y de futuro incierto, a nueve días del estreno liguero ante el Atlético de Madrid en el Vicente Calderón (22 de agosto), acabó ayer silbado por su afición tras entregar la Copa Mahou a un enemigo correcto.

El cuadro de Herrera, con Wilian José y Araujo como referentes ofensivos de inicio, careció de personalidad ante un Tenerife pragmático, que dejó el juego sucio en el vestuario, y aprovechó una contra de libro para liquidar al meta Javi Varas (40') -en la ida también se impusieron (1-0) los blanquiazules de Agné en el Heliodoro Rodríguez López-.

Fue un primer acto plomizo, con una UD sumisa a los chispazos del ejército tinerfeño, que sin forzar la máquina se mantuvo en esta final de la Copa Mahou. La sobriedad de Vitolo y Aitor Sanz en la parcela central bastó para triturar la hoja de ruta preciosista amarilla, que tuvo a Jonathan Viera a su mejor mimbre.

Una cabalgada de Pedro le dejó en un mano a mano con el zaguero Aythami Artiles (5'). Fue un pulso de fuego en el que el blanquiazul salió victorioso. Se entretuvo en el disparo y dilapidó la primera llegada con peligro. Gustó la puesta en escena del central Bigas y decepcionó Simón, errático e impreciso en el costado derecho. Una autopista para las embestidas del Tenerife.

Diluvio de imprecisiones

A los seis minutos, un centro de Culio encontró un remate frontal de Sergio Araujo que detuvo sin agobios el meta Dani Hernández. A los trece minutos de juego, tras aprovechar una tremenda indecisión de la zaga del Tenerife, Hernán Santana se quedó solo ante el portero rival. Lento y sin chispa malogró una ocasión de oro para firmar el 1-0.

Al cuarto de hora, el árbitro Alejandro Hernández Hernández, cuya actuación cuesta 11.000 euros, como desveló el presidente Miguel Ángel Ramírez en la previa, amonestó al lateral visitante Raúl Cámara y lució galones. Un juez de Primera que sin embargo no tuvo una acertada actuación. Provocó la histeria en los amarillos, sobre todo de Araujo, que terminó al borde de la locura, entre protestas y lamentos -incluso empujó a un rival-.

El Chino probó fortuna con un gran misil que se marchó rozando el palo. Y en eso que llegó la lluvia, un diluvio que disparó la melancolía de una UD sin personalidad, que regresaba al teatro de los sueños tras el mágico 21-J sin un gramo de cariz competitivo. Faltaron ideas, velocidad y fútbol. Mucho fútbol.

La UD de Herrera se mostró parsimoniosa, abusó del toque plano y cometió una lista infinita de errores en la retaguardia. Los laterales Dani Castellano y Simón cayeron en la trampa del galeón blanquiazul que esperó su oportunidad. Culio careció de profundidad, y el argentino está muy lejos de su versión pletórica. Solo el arrojo de Viera aportó algo de luz. La soledad del poeta.

Así se alcanzó el ecuador de un derbi triste, una pasarela de despropósitos en un césped que también estaba de estreno. La UD formó con Javi Castellano, Hernán y Culio en la zona de creación y fue un agujero negro. Vitolo y Aitor Sanz apenas sufrieron. Viera, Araujo y Wilian José se fueron diluyendo con el paso de los minutos. El punta brasileño completó un gran disparo pero se marchó rozando el travesaño. Solo el genio de La Feria ofreció atributos de líder bajo el terror de las tinieblas. Dudas, desencanto y descanso bajo el silencio. La tormenta se llevó por delante la resurrección de los héroes del 21-J, que se marcharon cabizbajos al túnel.

Ruleta de cambios

Al inicio del segundo tiempo, Herrera retiró a Aythami Artiles y entró David García. Viera, desde la frontal del área, desperdició un lanzamiento de falta. Entraron Roque Mesa y Antolín Alcaraz, por Culio y Bigas, respectivamente.

En el Tenerife, el diablo del Teide, el jugador más odiado por la parroquia amarilla, Suso, pisó el césped y se armó el follón. El derbi entró en una fase intensa, repleta de alicientes y adrenalina. En esa fase de ida y vuelta, una gran acción de Viera dejó el balón franco a Roque Mesa. El teldense, uno de los héroes del 21-J, disparó con furia desde la frontal y Dani Hernández desactivó el misil con reflejos.

El zaguero jefe Alcaraz se hizo amo y señor del encuentro y Hernán tuvo el empate con otro disparo desde fuera del área -se fue por un centímetro de la cruceta-. Era el minuto 68 del choque, y llegó la primera tangana tras una conversación entre Herrera con Vitolo y Raúl Cámara -junto al banquillo-. En la banda, el técnico amarillo le dio un toque a cada futbolista tinerfeño en la cabeza y subió la temperatura del derbi. Estallido de furia.

El balón y la posesión fue amarilla. De principio a fin, la UD tiró de personalidad en el último tramo. Entraron a escena Vicente, Nauzet Alemán, Garrido -lateral zurdo y que debutaba de amarillo-, Momo y Asdrúbal Padrón. El renacer de la bestia amarilla. Minutos de acoso en el jardín de Dani Hernández y el empate era una cuestión de tiempo.

Los pecados del agotamiento

Con velocidad, precisión y desmarque, Momo y Vicente coquetearon con las tablas pero faltó pólvora. Presos del cansancio, se fueron esfumando cada una de las opciones para el tanto del honor. El Tenerife tiró de rigor y paciencia para ir desactivando cada una de las acometidas de un Primera aún distante de su ADN guerrero. Los gladiadores se dejaron el alma bajo la lluvia pero Hernández Hernández decretó el final. Pitos y tercer patinazo en este verano macabro. Aún restan Rayo (sábado) y Tetuán (domingo). Ensayos para poner punto y final a un laboratorio en llamas. Los 'jubilados' -como dijo Herrera a su plantel- han perdido el GPS de la gloria. Solo tienen que mirar su corazón, son los mismos que besaron el cielo. Y espera el temible Calderón.

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