No se llevaba un triunfo a la boca la Unión Deportiva Las Palmas desde el 21 de junio, la fecha que marca el solsticio de verano. Aquel día derrotó al Real Zaragoza y certificó su regreso a Primera División. Por el camino, hasta anoche, el equipo consumió la estación estival y las cuatro primeras jornadas de la Liga BBVA sin celebrar una victoria, mal para el que ayer le puso remedio con un partido impecable: fue ampliamente mejor que todo un Sevilla FC (2-0), al que superó con goles de Roque y Alcaraz. Justo el día del equinoccio de otoño.

El tormento que dejó la derrota ante el Rayo Vallecano el pasado domingo desencadenó que Paco Herrera, después de utilizar una serie de experimentos tácticos durante el primer mes de competición, abrazara anoche un plan familiar para hacer frente al Sevilla FC. El técnico, que durante las cuatro primeras jornadas de la Liga BBVA se enredó entre algunas certezas y muchas pruebas, dio continuidad anoche a la fórmula que más y mejores beneficios le ha reportado al equipo amarillo. Apostó por protegerse por una cuestión numérica -dispuso a tres centrales y dos laterales de largo recorrido-, mantuvo el doble pivote -de donde desapareció Culio para ceder su puesto a Wakaso- y en punta prorrogó la patente de corso a Jonathan Viera y Sergio Araujo. Así plantó cara al Atlético en el Calderón, así le fue bien ante el Levante UD, así voló en Balaídos contra el Celta y así dio la cara frente al Rayo.

El orden táctico dio tranquilidad a la Unión Deportivo y esa serenidad permitió que el conjunto amarillo se soltara, jugara con cierto sentido y le faltara el respeto a todo un Sevilla FC, un equipo que suelta aroma de grande pero que manifiesta un problema vigente: es el último campeón de la Europa League, luce etiqueta de Champions este curso, figura como outsider en Primera División a la estela de Barça, Real Madrid y Atlético, pero ahora mismo ejerce como colista de carácter eventual -parece- en la Liga BBVA. Y ese detalle clasificatorio, una anécdota -parece- a estas alturas de la temporada, dejó la sensación de que empieza a maniatar al equipo de Unai Emery.

Obtuso con el balón, lento de movimientos, poco profundo y con un punto previsible, el Sevilla FC asustó más por el halo que desprende que por cualquier cuestión relacionada con el juego. En ese escenario, Las Palmas se vino arriba. Creció, primero, desde atrás. Sin que nadie presionara en exceso su salida de balón, el equipo de Herrera dio un paso al frente, plantó su zaga lejos de Javi Varas y ahuyentó a Immobile y Llorente de la zona de peligro. Sólo a chispazos el conjunto andaluz asustó. Desconectado el conjunto de Nervión, a la Unión Deportiva le dio por querer la pelota. Y, por el cariño al balón, llegó el gol.

Araujo, arrinconado en la banda izquierda, se dejó caer por la frontal del área a la media hora de juego. Merodeó entre líneas, lejos de la portería -justo donde cotiza al alza-, buscó el hueco libre, levantó la mano y pidió la pelota. Al Sevilla FC, al ver al delantero argentino a tanta distancia de la zona de peligro, le dio por no asustarse. Grave error. Araujo, además de sacudir las redes de las porterías rivales, ve el fútbol como los ángeles. Y ahí, en medio de piernas, troncos, trozos de césped saltarines y un colapso general, el atacante trazó un dibujo imposible para asistir a Roque que, en el corazón del área, tuvo temple y arte para controlar, reposar y cruzar lo suficiente el tiro para batir a Sergio Rico (1-0, min. 30).

Vitolo, a escena

El tanto le sentó al Sevilla FC como un puñetazo en la boca del estómago. Con todo lo que tiene y todo lo que le presupone, consumió el siguiente cuarto de hora como un sonámbulo. Desde el zarpazo de Roque hasta el descanso, fue incapaz de revolverse para salir del pozo. Llorente, en cada balón largo frontal lanzado en su búsqueda, parecía un gato manso entre los centrales amarillos. Y sin gente para atacar por banda, descifrar los ataques del cuadro hispalense en juego de niños para Las Palmas.

Vino a reaccionar el Sevilla FC cuando el reloj ya había consumido más de una hora de partido. A Emery se le encendió la luz y dio entrada a Gameiro, Reyes y Vitolo, cambios que dieron algo criterio, orgullo torero y verticalidad al equipo de Nervión. Ante tanta artillería enemiga, la UD no perdió la compostura. Aguantó todos los embates, sufrió algo a balón parado y liquidó a todo un campeón europeo en una jugada de segunda opción: Araujo, tras un córner, pescó un balón suelto en la banda derecha y, como ve el fútbol como los ángeles una y otra vez, se percató de la entrada de Alcaraz -como una locomotora- en el área, donde de cabeza batió sin compasión al Rico y decretó el final del veraneo para Las Palmas. Empieza lo serio.