Al fin juntos, después de haber estado separados un mes. Y para celebrarlo Mónica Díaz y Carlos Cruz decidieron acudir al Bernabéu a ver el partido que enfrentaba al Madrid con su UD.

El brillo se les notaba en los ojos, tal vez por eso tampoco se pusieron muy tristes con el resultado, en realidad en este caso, la historia de estos dos chicos de Las Palmas de Gran Canaria va más allá de un encuentro, aunque sea tan importante como éste. Carlos está estudiando el último año de su carrera en Inglaterra, Administración y Dirección de Empresas. Ella está haciendo la misma especialidad pero en Madrid. Por eso no pueden verse, sólo a través de llamadas de teléfonos y del recurrente Skype, "por las noches hablamos mucho, cuando podemos".

Llevan cuatro años juntos, y aunque les resulta dura la distancia, ellos aseguran que un año pasa rápido, "después volveremos a estar juntos". Carlos quiere restar importancia a esta separación y dice que cuando termine "vendré a Madrid a hacer un máster".

En una esquina del Bernabéu, vestidos con la camiseta de la UD, esta dulce pareja esperaba el momento de entrar al estadio. Apenas se decían nada, era el momento de sentir que estaban cerca, que se podían mirar a los ojos, y tocar.

Y así, entre grupos de aficionados que iban y venían, de niños que querían comprarse una bufanda con los colores de la UD, con otros que invitaban a un buchito de ron miel, Mónica y Carlos parecían ajenos, envueltos en una nube, con miedo a que se terminara el tiempo y cada uno tuviera que regresar a su casa, lejos, uno del otro.

Como unos particulares Romeo y Julieta, que habían decidido hacer este viaje de reencuentro, y como premio, nada mejor que disfrutar de un partido de su equipo, para recordar aquellos días en Las Palmas de Gran Canaria, y sus paseos por Las Canteras. Cuando aún nadie sabía que Carlos y Mónica, en realidad son los nuevos Romeo y Julieta, que se han citado en Madrid, en una esquina del Bernabéu.

Empieza el partido, y con el primer gol, parece que el estadio se cae abajo. Mal comienzo, empieza el sufrimiento, pero como dijo Armando, "esto es una fiesta", y aquí había que venir para disfrutar. A lo lejos, las banderas canarias ondean ajenas al transcurso del encuentro, un nuevo bramido que resopla, un nuevo gol, y así hasta tres. Los canarios no decaen, el pío pío resuena como música celestial. El gol de los amarillos pone una nota de alegría. A pesar de todo, ha sido un gran día. Uno de esos que no se olvidan.