La Unión Deportiva Las Palmas, en una situación de crisis, con todo en contra -espacio y tiempo-, bajo la amenaza manifiesta del descenso y en medio de la jungla de la Primera División, ha dado con la tecla para salir del lío con el cuello entero y la cabeza en su sitio: el fútbol. Al equipo amarillo, con Quique Setién al mando, le ha dado por jugar, por querer la pelota, por mantener un orden entre transiciones defensivas y ofensivas a través de la posesión del balón, por ser, en definitiva, un equipo de pies a cabeza. Anoche, 44 días después, volvió a ganar. Lo hizo, además, bien. Con todo merecimiento ante una Real Sociedad (2-0) de tono tristón y a la que no le quedó otra que entregar la cuchara tras encajar dos goles, obras de Jonathan Viera y Sergio, de bella factura.

Recuperó Quique Setién el guión original para medir la temperatura de su equipo ante la Real Sociedad. El técnico, tras ejecutar a la perfección la teoría de ensayo y error en el Santiago Bernabéu contra el Real Madrid, reculó y calcó el primer once titular que formó -hace casi 15 días- frente al Villarreal CF. Rescató para la causa a Tana y Araujo -suplentes en Chamartín-, apostó de nuevo por el doble pivote en la medular y prolongó la ejecución de un método innegociable sobre el césped: orden para proteger la portería, fluidez para jugar con la pelota al pie y talento a modo de común denominador para asociarse -de punta a punta del campo-.

En medio de todo eso, de entrada sólo buenas intenciones, Vicente reincidió como jefe de cocina. Ahí, en los fogones, en el centro del campo, donde el fútbol se adoba y se condimenta, el centrocampista grancanario tiene voz y mando. Es el chef. Asegura Setién que es el futbolista que mejor ha captado sus conceptos de juego y esa idea está muy presente en los movimientos de la Unión Deportiva sobre el campo. Todo pasa por sus botas y, para lo bueno y para lo malo, el equipo amarillo ahora mismo se parece a Vicente: se mueve con parsimonia, tira del talento natural, a veces languidece por ser extremadamente horizontal, peca de prudente, quiere el balón y, al menos, aspira a jugar al fútbol como método para ganar. No es mal punto de partida para iniciar la recuperación.

Un rival anémico

Ante una Real Sociedad de semblante anémico, sin juego ni empuje ni orgullo, Las Palmas tuvo la calma para administrar sus urgencias y encontrar un agujero por el que meterle mano al rival. Entre nervios y errores defensivos, ambos equipos -con el peso de los apuros clasificatorios al cuello- consumieron los primeros minutos sin que nadie fuera capaz de imponer su norma. En ese escenario tan árido, feo de solemnidad, repleto de enigmas y urgencias, el primero que se adaptó -y luego ganó- fue el conjunto amarillo.

Respiró hondo y lo confió todo a su instinto: emplear el balón como herramienta para ganar. Poco a poco se sacudió los miedos para quitarse de encima a un rival de un tono mucho menor al que registra su leyenda. Con Granero fuera de circulación por juicio de David Moyes, con Canales en el banquillo y con gente como Illarramendi, Carlos Vela, Xabi Prieto o Chory Castro atrapados en un extraño estado de melancolía, la Real Sociedad anda canina por el mundo.

No firmó un partido brillante la Unión Deportiva. Tampoco alcanzó momentos puntuales de excelencia. Ni siquiera sostuvo en el tiempo un nivel de juego notable. No hay que caer en la exageración. Estuvo bien, a secas. De seis como nota media. Pero eso, para un equipo que en las diez primeras jornadas del curso sólo ha sumado seis puntos y ya ha sufrido un terremoto en el banquillo -con el despido de Paco Herrera y la contratación de Quique Setién-, no es poco.

Resolvió el duelo Las Palmas con dos genialidades. Primero, Jonathan Viera abrió el juego hacia la banda derecha. Por allí apareció David Simón para dibujar un centro por el espacio aéreo que Vicente Gómez convirtió en una joya: con un toque sutil de cabeza delineó el desmarque del propio Viera en el corazón del área que, sin dejar caer el balón al suelo, clavó la pelota en la red (1-0, min. 28). Luego, al poco de arrancar la segunda mitad -tramo en el que la Real apretó por el ímpetu de Bruma-, Tana desmontó al conjunto donostiarra pieza a pieza con un pase al hueco que explotó a la espalda de los centrales visitantes y que Araujo convirtió en gol con un tiro cruzado (2-0, min. 50).

Si el fútbol es un estado de ánimo, la Unión Deportiva ya presenta mejor color.