Hay momentos en que uno se levanta dispuesto a vencer aunque solo sea apoyándose sobre el recuerdo y el bastón de viejas glorias. Así era la otra semana después de la clara intrepidez contra el Valencia.
Nos parecía haber montado en una nube sobre la que seguir borrando dudas, pero no tardó en llegar el Coruña que sin dudas ni discusión nos apea poniéndonos otra vez al rebufo de los colistas.
La Copa con la Real ha renovado el talante en Primera. La temporada anterior la gente soñaba que un día se volvería a Primera División. Daría entonces lo que fuera por conseguirlo. Y ya ven que se consiguió aunque fuera casi dando palos con el rabo, como corresponde salvo raras excepciones, a los que cuentan con bajos presupuestos.
Pero, ¡qué poca consistencia seguida tiene la UD¡ No solo en sus jugadores, que son los que son y no hay más, sino en los propios aficionados que rugen y muerden apenas les enseñan una buena pieza, y se encogen ante el primer percance. Por eso a la Copa con la Real acudieron 9.000 espectadores, más de lo que se esperaba, porque antes los gallegos dejaron bastante cabreo, pero menos de los que debieron haber ido porque hacia falta recobrar moral.
Tenía importancia vencer a los donostiarras, no porque haya esperanza alguna de prosperar demasiado en esa competición, sino porque otra derrota inmediatamente detrás del desencanto frente al Deportivo era amontonar escombro sobre escombro.
Demasiada carga para hacer frente al Sporting. Este próximo encuentro sigue teniendo las conocidas dificultades de un rival combativo, pero los amarillos, que ahora van con el refuerzo de esa victoria copera y la caricia del aplauso y entusiasmo de los 9.000 que presenciaron su victoria, junto a los miles que la vieron por televisión, seguro que prestarán especial atención sobre cuál es el camino que están pisando Setien y su colección de cantera para, de momento, ir fabricando la permanencia.
