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Un tanto para vivir y respirar

La UD se encontró otro día más con un problema de acierto de cara al gol, resuelto en el descuento

Willian José es felicitado por Sergio Araujo, David Simón y Javier Garrido con la Grada Sur de fondo, tras el gol de la victoria ante el Real Betis Balompié. QUIQUE CURBELO

'¡Estoy vivo! Y puedo ver las cosas muy claras hoy/¡Estoy vivo! Y estoy respirando aire fresco y limpio hoy, ¡Estoy vivo!/¡Y estoy de verdad! Puedo saborear, tocar, ver y sentir. ¡Estoy vivo!'. Estas estrofas son parte de I'm Alive, tema bandera de Johnny Thunder, cantante y guitarrista de rhythm and blues de los que alcanzó su máxima expresión en los 60. Un par de frases que entonan un sentimiento de libertad, confianza y vitalidad en el presente y en el futuro en clave rock y con la portentosa voz de Thunder -cuyo nombre real era Gil Hamilton- de fondo.

Un canto que ayer entonó la UD Las Palmas, que caminaba directa a enterrarse un poco más en la parte baja de la clasificación, pero que salvó con un gol en el último suspiro del partido para confirmar que sí, que este equipo está vivo y puede tomar aire para respirar y encarar otra semana más de competición con su tercera victoria de la temporada en el casillero. Y si se marcó este tema para cerrar el partido fue en base a un hombre cuyo color, hasta ayer, era negro.

Porque Willian José, uno de los fichajes más cuestionados este verano, más muerto que vivo, tanto por sensaciones como por rendimiento esta temporada, resolvió el partido con un gol certero dentro del área pequeña. Una señal de que el brasileño también está vivo.

Porque es duro para un hombre que se alimenta del gol no saber desde hace meses a qué sabe. Hay que remontarse al curso pasado, en la última semana de competición en Segunda División. Fue en esa promoción de ascenso a la Liga BBVA donde Willian José metió su último tanto. Un rechace del guardameta amarillo Raúl Lizoain acabó en los pies del ariete brasileño que puso el balón en el fondo de la red. Era el minuto 75 de la final del playoff y el Zaragoza, con una renta de dos goles, acariciaba el ascenso. Casi seis meses después, Willian José volvió a sentir lo que supone anotar un gol justo con el equipo al que se lo coló por última vez. El disparo que metió por la escuadra de Antonio Adán es, además, su primer gol de amarillo.

Pero hasta ese momento, donde la UD se volvió a agarrar del talento, la experiencia y el temple de Valerón para dar un giro al partido en sólo cinco minutos, el conjunto insular volvió a mostrar otra de sus carencias: la falta de puntería cuando crea ocasiones.

En el filo

Antes, a la UD, de entrada, no le dio vértigo asomarse al partido frente al Betis más colista que nunca en la Primera División, separado en el minuto uno de partido a cuatro puntos de un rival directo. La victoria del Granada sobre el Levante dejaba al equipo amarillo al borde del precipicio con un pie en el filo del acantilado. Porque sí, la Liga es larga y quedan fechas, pero las que pasan no vuelven. Ante eso la receta llevaba los mismos condimentos que la semana anterior: el balón es el arma para crear el peligro en la UD.

Este punto, el conjunto amarillo lo bordó en el primer tramo del choque. Durante la primera media hora de juego, la UD bailó al Betis sostenida en Vicente y Roque en el medio con Viera, Momo y Tana por delante. La referencia, tras una semana de complicaciones físicas, volvía a ser para Sergio Araujo. Y así llegaron las primeras ocasiones del partido, con el argentino y Viera como protagonistas. La gran sociedad del ascenso volvió a aparecer. Estaban vivos.

Sin embargo, el perro portaba el mismo collar que en otras ocasiones, quitándole razón a la coletilla. A la UD le cuesta un mundo hacer un gol. En gran parte porque Sergio Araujo, el hombre de los 25 goles en Segunda División, no tiene ni la suerte ni el ánimo de cara. Al minuto cinco de juego, un tiro cruzado suyo salió rozando el poste de la portería del Betis. Una ocasión clara que pareció menos cuando el argentino se plantó solo ante Antonio Adán y, de nuevo con su pierna izquierda, cruzó un disparo por fuera del arco. Araujo, más ligero, al menos se atreve a encarar y busca con fe el gol. Está vivo, pero sin gol.

Sin ese olfato, Setién miró al banquillo para darle nueve minutos a Willian José. Siempre con la complicada tarea de agradar a la parroquia y al entrenador en poco tiempo, el brasileño, como casi siempre, lo intentó. Contra la Real Sociedad en la Copa del Rey estuvo cerca de marcar. No obstante, aquella ocasión pasó de largo para él. El chico apático, el de la mirada inerte e insegura, que lleva la sombra de los siete goles de Borja Bastón -su excompañero en el Zaragoza, pretendido este verano por la UD y hoy en el Eibar-, por fin puso sonreír. En la última, con un control con el pecho y tras un primer remate errado, enganchó el balón y lo puso en la escuadra. Está vivo. Tanto él como la UD Las Palmas que ahora, como canta Thunder, puede salir y respirar.

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