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La UD se queda sin colmillos

El equipo no reacciona en la segunda parte, en la que tampoco funcionó juntar a Willian y Araujo

Dani Castellano se lamenta mientras los jugadores del Espanyol abrazan a Felipe Caicedo por el gol. LOF

En blanco. Así se quedó la UD Las Palmas en la segunda parte, sobre todo tras el gol de Felipe Caicedo, acto que obligaba a una respuesta urgente. Pero al equipo amarillo, que se resiste a mostrar continuidad en sus resultados, le faltó la mordiente suficiente para agobiar a un rival que tiene en la defensa su gran debilidad. Había encajado 26 tantos el Espanyol en 15 partidos y ayer dejó su portería a cero gracias a que delante tenía a un rival tímido, que parecía ya satisfecho con la victoria lograda esta semana ante el Betis y la clasificación a octavos de Copa del Rey.

Huérfano de Jonathan Viera por una medida disciplinaria del entrenador, el ataque amarillo votó nulo en Cornellà. Fue un espanto. De centro del campo en adelante ningún jugador dio la talla. Todos echaron de menos el liderazgo del de La Feria, ese jugador que siempre la pide pase lo que pase, el más desequilibrante. Nadie recogió el testigo, ni Nauzet, que ocupó su lugar en la banda izquierda y fue de más a menos, ni Momo en el lado contrario, demasiado previsible. Tampoco Tana, que se sigue desinflando. Y Roque Mesa la olió menos que nunca con Diop o Víctor Sánchez siempre encima. Con todo ello, apareció muy poco Sergio Araujo, que falló la gran ocasión que tuvo por un mal control y desde entonces se desquició en su pelea con los centrales.

Así, la UD perdió su naturaleza. En la primera mitad encontró momentos de combinaciones largas, habitualmente gracias a un gigantesco Vicente Gómez, pero solo fue punzante en un desplazamiento en largo de David Simón que desperdiciaron primero Araujo y después Nauzet. El Espanyol no se había dado por aludido y se topaba con una imagen seria de la zaga amarilla, pero tras el descanso el conjunto de Galca dio un paso adelante que intimidó a la UD. Y los amarillos, faltos de cintura, se desplomaron hasta el punto de que firmaron los peores minutos desde el cambio de entrenador.

En semejante panorama no fue extraño que Setién moviera el banquillo más pronto de lo que en él es habitual. Quitó a Tana y el elegido fue El Zhar, con lo que Momo se movió por dentro. El técnico cántabro traicionó su filosofía de meritocracia y eligió al franco-marroquí y más tarde a Culio, espesos en Anoeta, por delante de Juan Carlos Valerón. Parecía un contexto ideal para la personalidad del de Arguineguín, clave en la eliminatoria copera ante la Real Sociedad y participativo en los minutos que jugó ante el Betis. Pero no salió. Extraño.

Quien sí entró al campo fue Willian José, otro que lo merecía. El brasileño no empezó el choque a pesar de que Setién había abierto esa opción pero sí se juntó con Araujo en los últimos 25 minutos.

El 4-4-2 sembró el desorden

Se llevan bien fuera del campo, pero ayer dentro del terreno de juego Willian y Araujo no se comprendieron. Ni entre ellos ni con los compañeros. La UD se instaló en la anarquía tras el gol de Felipe Caicedo, que llegó poco después de la entrada de Willian. Y no hubo respuesta, en gran medida porque los amarillos no están acostumbrados a actuar con dos puntas. La apuesta era obligada por el resultado y las buenas actuaciones del brasileño, pero no funcionó. Pasó a manejarse la UD con un 4-4-2 y los centrocampistas no comprendieron la idea. Cada uno hizo la guerra por su cuenta. Los laterales doblaban sin fuerzas y a los extremos les faltaba desequilibrio. Generaba más peligro el Espanyol al contragolpe que la UD.

Añoraban los amarillos cuando tenían la pelota la figura de un mediapunta y hubo pocos balones en largo con los que amenazar a los dos centrales. La UD, por primera vez desde que Setién está al mando, dio la sensación de que no sabía lo que tenían que hacer con el balón. Tanto fue así que Willian solo inquietó con un disparo que rechazó la defensa y al que Araujo no llegó por la anticipación de Pau López, que le golpeó la cara en la acción. Ya en el tramo final el brasileño dribló a Diop pero cuando entraba al área se dejó caer y vio la amarilla. Las dos decisiones del colegiado, horrible en todo el encuentro, parecieron correctas.

Alergia al remate lejano

Todo ello vino a profundizar en el problema del gol que tiene la UD Las Palmas. Cuando llega mucho le cuesta un mundo marcar, y cuando el partido es cerrado y se decide por detalles tampoco marca la diferencia. Y es que ayer, a pesar de todo, Araujo y Nauzet habían tenido antes del apagón colectivo una de esas ocasiones que es un pecado fallarla.

El de ayer, por el guión de los primeros minutos, pintaba ser uno de esos encuentros que se decidirían por un error. Y en esos momentos, hasta que el Espanyol cambió el rumbo tras el descanso, la UD no lo percibió. El centro del campo era un campo de minas y suponía casi un milagro llegar a las áreas.

En ese panorama se hace más necesario que nunca rematar a portería en cuanto haya oportunidad. Pero la UD no lo hizo. Araujo, Nauzet y Roque se enfrentaron a esa decisión y optaron por dar un pase o hacer un regate que acabaron en nada. Así se hace muy difícil que la UD intimide. Ni siquiera ante un rival en los huesos.

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