Son tan buenas las sensaciones que ha propagado la Unión Deportiva Las Palmas durante el último mes de competición -como el rastro que deja un perfume caro-, que el empate de anoche ante el Málaga CF (1-1, con goles de Tana y Santa Cruz) generó cierta decepción en el ambiente. Cruzar el ecuador de la Liga con 20 puntos en el saco -y cinco de ventaja sobre la zona de descenso- era una perspectiva tan ambiciosa, tan sugerente, para un recién ascendido a Primera División como el equipo amarillo que la igualada registrada parece, si solo se repara en la guarnición del solomillo, un tropiezo mayor. La realidad, si se rasca un poco sobre la superficie, ofrece un análisis más optimista, incluso hasta ingenuo.

Empató la Unión Deportiva ante un estupendo Málaga CF, que se presentó en el Estadio de Gran Canaria tras encadenar seis semanas consecutivas sin perder -después de hilvanar dos empates, cuatro victorias y levantar la mano para proclamar a los cuatro vientos su momento dulce-, en un partido complejo, en el que casi siempre se jugó a lo que quiso el rival -donde, como y cuando- y en el que, a pesar de todas las dificultades que se topó por el camino, tuvo la victoria al alcance de la mano.

Oportunidad perdida

Atrapada en la jaula que el Málaga CF levantó en el centro del campo, con presión constante y bien ordenada sobre Vicente y Roque para taponar la salida de balón del conjunto amarillo, Las Palmas encontró un hueco para reclamar su libertad en medio del desorden. Fue en un arrebato, a trompicones y en uno de los pocos despistes en la guardia del equipo andaluz. A base de transiciones largas -contrapunto al método de asociación a través de la pelota que promulga Setién-, Araujo pescó una pelota en la frontal del área que, de un taconazo poco sutil, dejó en bandeja para que Tana, de un derechazo rebosante de confianza, hiciera inútil la estirada de Kameni (1-0, min. 51).

El gol desencadenó a la Unión Deportiva y alteró el orden casi marcial impuesto por el Málaga CF en el centro del campo. Gozó, a partir de ese momento, el equipo amarillo de apenas diez minutos para completar con éxito su fuga de un encuentro que, a partir de la disciplina táctica implantada por el conjunto blanquiazul, se convirtió en una especie de estado penitenciario.

Donde antes había futbolistas del Málaga CF con el uniforme de carceleros empeñados en bloquear los pasillos de seguridad y enredar a los jugadores amarillos, la Unión Deportiva tras el 1-0 se topaba con una pradera libre para correr y jugar al fútbol. Diez minutos después de la diana de Tana, Jonathan Viera tuvo la ocasión de acabar con la resistencia del adversario tras una aventura en ataque de Dani Castellano -un martillo pilón toda la noche por la banda izquierda-. El atacante de La Feria, solo en el área, pero escorado hacia fuera, salió perdedor en el mano a mano con Kameni, que despejó el balón.

Ahí tuvo Las Palmas la capitulación del Málaga CF, la victoria, los 20 puntos para cerrar la primera vuelta y hasta la gloria, pero se quedó a un palmo de distancia del cielo y permitió que el contrincante tomara resuello, reordenara sus líneas y llevara el encuentro a un lugar donde se encontraba tan a gusto como un cerdo en su chiquero. El juego volvió al punto de partida y ahí, en el origen de todo, el equipo entrenado por Javi Gracia se sintió inmune porque, en su poder, tenía lo que no habían disfrutado antes Real Sociedad, Betis, Granada, Athletic o SD Eibar: el código para descifrar el fútbol de Las Palmas.

De tanto jugar bien y de registrar buenos resultados, Setién dio continuidad en su alineación al equipo y a la idea que, durante el último mes de Liga, sacaron a la Unión Deportiva del pozo. El 6 de diciembre, tras caer en El Molinón ante el Sporting, el representativo grancanario era colista y sumaba solo 10 puntos. Ahora, 35 días después de aquel resbalón en Gijón, acumula 18 y mira al propio Sporting -primer conjunto en zona de descenso a Segunda División- por el retrovisor: le saca tres puntos de ventaja.

Alrededor del once titular que iba a presentar Las Palmas, en la víspera, se registraba una sola duda: el nombre del acompañante de Aythami Artiles en el eje de la defensa. Con David García tocado tras sufrir un esguince de tobillo el jueves en Ipurúa -en la Copa del Rey-, las opciones se reducían a dos alternativas: Javi Garrido, lateral izquierdo que en medio de la plaga de lesiones que ha asolado la zaga en el último mes se ha reconvertido en un central solvente, o Antolín Alcaraz, que ante la SD Eibar volvió a jugar tras algo más de tres meses de baja.

El elegido, por eliminación, fue Garrido -Alcaraz regresó a la enfermería por culpa de otra lesión muscular-. En el resto de alineación presentada por la Unión Deportiva no se registró ni una sola sorpresa. Todos, en sus puestos: David Simón y Dani Castellano, en los laterales; Roque y Vicente, en la medular, para turnarse en la función de mano del rey; El Zhar, Tana y Jonathan Viera formados en línea en la mediapunta; y Araujo, solo, en la delantera.

De tanta rentabilidad que ha ofrecido esa fórmula, la mayor amenaza que pesa sobre ese patrón -tal vez- sea el exceso de repetición. Al menos esa fue una de las sensaciones que dejó el encuentro de anoche ante un Málaga CF que, desde el pitido inicial, mostró sobre el terreno de juego que se plantó en el Estadio de Gran Canaria con la matrícula de Las Palmas bien apuntada en su cuaderno de notas.

Con la línea de la defensa bien adelantada, la Unión Deportiva intentó marcar el ritmo del partido a través de la pelota. Con Setién al mando, el equipo amarillo se ordena con el balón al pie. Para atacar, para defender, para controlar el tiempo, para imponer el ritmo, para cansar al adversario de turno. Para todo. Ante ese plan, el Málaga CF ofreció total libertad al representativo grancanario en una parcela del campo: la más cercana a la portería de Las Palmas, lejos de cualquier zona roja para los intereses visitantes. Y por allí, como uso y costumbre, el conjunto insular trató de dar salida al juego en busca de Roque o Vicente. Hasta ahí, todo en orden.

La trampa, para la Unión Deportiva, estaba en el centro del campo. Ahí, cada vez que algún mediocentro -o alguno de los futbolistas más adelantados de Las Palmas se descolgaba- intentaba poner en marcha el circuito de comunicación de juego amarillo, de repente, casi sin espacio ni tiempo, notaba en el cuello la respiración de un rival entregado al ejercicio de la presión.

Presión en el centro del campo

Ese movimiento, de repetición, marcó el partido durante 50 minutos. El Málaga CF, un equipo de autor que lleva el sello de Javi Gracia en el lomo, enredó durante 50 minutos a la Unión Deportiva que, incómoda -como si le atacara una plaga de pulgas-, apenas encontró su sitio y su ritmo sobre el césped. Incluso la mejor ocasión de gol, en la primera mitad, tuvo color blanquiazul. Fue en el minuto 11, cuando Recio -de libre directo- puso a prueba a Javi Varas, que despejó como pudo un balón que buscaba el palo con muy mala intención.

Fue en la reanudación, después de que Santa Cruz se comiera un remate de cabeza a bocajarro y libre de marca (min. 49), cuando Tana encontró una grieta por donde colarse y hacer el 1-0. Las Palmas, incapaz de aprovechar el único momento de endeblez de su rival, cedió (min. 72) un empate, obra de Santa Cruz tras un pase de Cop en medio de la indefinición de la defensa amarilla, que pone en valor el precio de sumar puntos en la élite. Anoche el equipo de Setién se topó con un señor rival, un Málaga capaz de negar a la UD. Ahora, que pase el siguiente: el líder, el Atlético de Madrid. Así es la Primera División.