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El reportaje

El primer partido de Primera

El Estadio de Gran Canaria, que registró la presencia de 28.515 espectadores, recibió a su primer ´grande´ - El ambiente previo recordó a las citas en el Insular

Ambiente en los alrededores del estadio antes del partido entre la UD Las Palmas y el Atlético. QUIQUE CURBELO

La Unión Deportiva Las Palmas certificó su regreso a la élite el 21 de junio de 2015, selló en el Manzanares su vuelta -13 años después- a la Liga BBVA el 22 de agosto y disfrutó de su primer partido completo -con su gente, arropado por su afición- en Primera División ayer. Así, por ese orden y sin exagerar. Casi siete meses después del ascenso y tras 19 jornadas de curso, Gran Canaria saboreó -por fin- un día grande de fútbol, una jornada que arrancó casi 24 horas antes con el cálido recibimiento que los seguidores colchoneros de la Isla tributaron al Atlético de Madrid, ese equipo, con sello de autor -el del Cholo Simeone-, que defiende con la solidez de un elefante y en ataque pica como una avispa.

El ambiente del partido entre la UD y el Atlético, como los buenos potajes, se cocinó a fuego lento durante toda la semana. Ayudó la mejoría que Las Palmas, de la mano de Quique Setién, ha trazado en el tiempo. Y resultó evidente el tirón que tiene el equipo rojiblanco en una Isla con tradición colchonera: por todos los futbolistas grancanarios que han defendido los colores del conjunto del Manzanares, por la presencia de un Atlético insular en la fundación del club amarillo y por todas las peñas de seguidores que residen en el Archipiélago.

El regreso de Las Palmas a Primera División tiene sentido por días como el de ayer. El duelo arrancó antes, mucho antes, de que Vicandi Garrido -el árbitro del encuentro- señalara con su silbato el inicio del partido. Gran Canaria, de repente, amaneció con un hueco en los espacios de comunicación deportiva de los grandes medios nacionales por recibir a un Atlético de Madrid líder, capaz de discutir la supremacía de multinacionales como el Barça o el Real Madrid.

El pulso prosiguió por las calles. Por allí, desde primera hora, ya se empezaron a asomar camisetas con los colores representativos de la Unión Deportiva y del Atlético. Y por esos detalles, la ciudad recuperó un aroma que se había desvanecido con el tiempo: el del bálsamo que acompañaba a cada gran cita en las últimas apariciones del representativo grancanario por Primera División -allá, a finales de los 80, y entre 2000 y 2002-.

Siete Palmas, con el duelo entre el Herbalife Gran Canaria y el FC Barcelona Lassa de la Liga Endesa en el programa para completar una tarde de espectáculo deportivo de primer nivel, recuperó el espíritu que inundaba la zona de las Alcaravaneras y Ciudad Jardín los días de partido en el Estadio Insular: buen ambiente, tertulias futboleras, las batallas de los aficionados más veteranos en los bares, la ilusión de los más jóvenes y el caos en el tráfico.

Con 28.515 espectadores en sus gradas, el Estadio de Gran Canaria acogió a su primer grande de la Liga en un partido de Primera División, un Atlético de Madrid que ejecutó a la perfección la prueba del algodón en Siete Palmas. Pasó la guata por encima del equipo amarillo y, en un solo movimiento, certificó la diferencia que hay entre ambos: un mundo.

Antes de que el Atleti superara a Las Palmas a su manera de entender el fútbol, con las gradas del Estadio de Gran Canaria en pleno proceso de metamorfosis para adquirir los colores amarillo y azul como seña de identidad -junto a unas letras de dudoso diseño y gusto-, algunos recuerdos asomaron entre los más fieles del representativo, los que han acompañado al equipillo durante los últimos 14 años. Y, de repente -seguro-, una certeza asomó en lo más profundo de cada uno de ellos: valió la pena estar aquí la tarde del 13 de junio 2004 para estar presente en el momento de la certificación del descenso a Segunda B contra el Terrassa; valió la pena ver perder a la Unión Deportiva en Segunda B contra rivales con nombres que sonaban a cuentos chinos; valió la pena comerse a la lista de futbolistas de dudoso talento que el club contrató para sobrevivir en Segunda División durante tantos años; valió la pena superar todas esas miserias por días como el de ayer y los que vendrán, porque cuando uno es de la Unión Deportiva Las Palmas, al final, todo lo demás importa poco: sólo hay ojos para ella, para la Unión Deportiva Las Palmas.

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