"No vengo a engañar a nadie. Mi compromiso con el club es absoluto", aseguró Quique Setién en 1996 a su llegada al Levante, que iba a disputar la promoción de ascenso a Segunda. Tenía 37 años y unos meses antes había sido despedido por el Racing de Santander, su club de toda la vida, por diferencias con el entrenador, Vicente Miera. Era una última aventura antes de retirarse.

Y no mentía, porque colgó las botas por todo lo alto, jugando seis partidos entre la jornada 36 de la competición y el penúlimo encuentro de la liguilla, el que sirvió para firmar el ascenso. Esta noche, veinte años después, vuelve al Ciudad de Valencia, estadio del que guarda un gran recuerdo.