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UD Las Palmas Contracrónica y vestuarios

La conjura de Ipurua

A una semana de borracheras, peleas y juzgados, la plantilla de la UD le cuelga un broche impecable: una victoria desde el compromiso - Alrededor de la UD hay una leyenda que asusta a los entrenadores

Wakaso, Momo, David García, Willian José y Tana celebran con la afición el triunfo en Ipurua. LOF

Puede que sea algo real, tan palpable como un balón. O tal vez solo sea una leyenda, un cuento más que pulula por el mundo del fútbol. La historia es que, desde hace tiempo -y según la fábula (o no)-, por la Península da vueltas una especie de informe que va de mano en mano entre los entrenadores y que da un consejo muy claro: no fichar por la Unión Deportiva Las Palmas. El informe, cierto o ficticio, asegura que el club amarillo no es un buen lugar para que los técnicos desarrollen su trabajo. El documento, tal vez un ejercicio de ciencia ficción, enumera mil y un problemas para dirigir al representativo grancanario: estructura presidencial, injerencias de los superiores y un vestuario ingobernable.

El mito que acompaña a ese supuesto expediente sostiene que Pepe Bordalás -la tarde que la Unión Deportiva no pudo concretar el fichaje de Gorosito, en febrero de 2014, como relevo de Sergio Lobera al no querer incorporar al grupo de trabajo del entrenador argentino- rechazó su incorporación a Las Palmas en base a esas malas referencias sobre el equipo amarillo y abrazó al proyecto -más modesto y con menos aspiraciones- de la AD Alcorcón.

Esa misma leyenda proclama que Quique Setién recibió esas mismas advertencias cuando recibió la llamada de Las Palmas para sustituir en el banquillo a Paco Herrera. Sin embargo, todos saben cuál fue la respuesta del entrenador cántabro tanto a la entidad que preside Miguel Ángel Ramírez como a los consiliarios que le sugerían la huida ante la oferta del conjunto amarillo: aceptó el reto con todas las consecuencias.

Setién, de entrada, apercibió a la dirección deportiva del club grancanario: con los antecedentes en la mano dejó claro -meridianamente, además- que la idea de juego con la que desembarcaría en Barranco Seco para sacar a la Unión Deportiva del apuro sería innegociable. Y luego, a todos los agoreros, les deslizó una especie de reto: intentar domar a una bestia que, a lo largo de la última década, ha consumido entrenadores -Juanito (en varias etapas) Sánchez Aguiar, Juan Manuel Rodríguez (también en diferentes periodos), Javier Vidales, Paco Castellano, Sergio Kresic, Paco Jémez, Sergio Lobera, Josico o Paco Herrera- con un apetito voraz.

Con Nauzet rajado desde la ceja hasta la boca -cosido con 18 puntos de sutura- y apartado de la plantilla y Sergio Araujo señalado tras llegar indispuesto al entrenamiento del domingo tras una noche de juerga carnavalera, todos los focos apuntaron hacia Quique Setién a la espera de su reacción. Y, como si fuera el mediocentro titular de aquel CD Logroñés que bailó a más de un grande en Las Gaunas, el técnico santanderino bajó la pelota al suelo y puso a jugar a todo el mundo. No levantó la voz públicamente y sofocó el incendio dentro del vestuario. Setién se ha agarrado a los futbolistas leales y les ha dado galones por una cuestión de selección natural.

La honestidad de la mayoría

El entrenador cántabro, según apuntan desde su círculo cercano, ha defendido durante toda la semana la calidad humana de la mayoría de su vestuario. "Me los llevaría a casa", afirma Setién a todo aquel que le cuestiona por las hazañas nocturnas de sus jugadores. Y no exagera el técnico cántabro al alabar a un grupo donde la mala fama de un reducido grupo mancha a una plantilla en la que sobresalen más casos de honradez futbolística -basta con ver a Roque Mesa sobre el césped- que los egoístas; donde el hambre por hacerse un nombre a nivel profesional -basta con analizar el desempeño de Pedro Bigas en la defensa- supera al conformismo de los que ya lo han dado todo; donde el sentimiento de pertenencia y responsabilidad al vestir la camiseta amarilla -basta con seguir con la mirada Vicente Gómez- impera sobre los que usan al equipo como trampolín.

En el fútbol, como en la vida misma, a veces hace falta tocar fondo antes de salir a la superficie. Pasa como en la selección natural de las especies: los más fuertes sobreviven. A la Unión Deportiva, en pleno Carnaval y durante una mala racha de resultados, le ha tocado afrontar una semana de locos: borracheras, peleas, juzgados y futbolistas apartados. Y, ante todos esos problemas, en el vestuario se ha optado por la conjura para salir del atolladero: unión, fútbol y solidaridad para asaltar Ipurua y sumar tres puntos que valen oro.

Las catarsis son ejercicio saludable. Para respirar aire limpio, tras caer en un pozo negro, basta con tener la voluntad de salir.

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