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Nadie, posiblemente ni siquiera ellos mismos, sabe dónde está el límite de esta UD Las Palmas. Después de ganar en Éibar y divertirse contra el Getafe ayer sorprendió a todos cargándose en su campo a un Villarreal (0-1) que llevaba catorce partidos sin perder. Sin la soga al cuello de la clasificación, con los deberes de la semana ya hechos, el equipo de Quique Setién se desmelenó con una primera parte fabulosa, exquisita, deliciosa, para gourmets, en la que un gol de David García premió un derroche de talento y personalidad. Y en la segunda resistió como un ejército disciplinado y bien ordenado ante un arsenal, un equipo que va camino de jugar la Champions y que acabó con Roberto Soldado, Leo Baptistao, Bakambu y Denis Suárez sobre el campo. Casi nada.

La UD se comió así el postre de una semana perfecta. No tuvo empacho tras los seis puntos y mostró hambre para dar un salto tremendo en la tabla y firmar media permanencia gracias a un esfuerzo colectivo memorable.

El conjunto de Quique Setién-, de un tiempo a esta parte, funciona como una máquina, como ese bólido de Fórmula Uno que a cada vuelta que da mejora su tiempo aunque cambie las piezas. Prueba y prueba, en su caso por obligación, y siempre progresa. Porque el técnico cántabro tuvo una baja más a las ya conocidas. Con el coche ya en boxes, en el último entrenamiento, se lesionó Tana. La ausencia se unía a las de Roque, Aythami Artiles y Wakaso, así como Vicente Gómez, Hernán Santana, Dani Castellano, Nauzet Alemán y Javi Castellano. Nueve bajas. Nueve. Ocurre que en este Fórmula Uno el motor es la idea. Y mientras no se rompa, mientras sea fiable, lo demás es secundario.

El estilo va más allá de los nombres y así lo demostró ayer el cuadro insular. Salieron a jugar, como grandes novedades, Mauricio Lemos, Nili Perdomo -el debut de ambos como titulares en Primera División- y Ángel Montoro -segundo encuentro en el que sale de inicio con la UD-. Así que continuó David García en el lateral derecho, El Zhar en el extremo izquierdo y Momo se situó en el puesto de interior para acompañar a Jonathan Viera. Y el resultado de ese once inédito fue un lujo.

La UD Las Palmas salió a El Madrigal sin ningún complejo. Setién mantuvo el 4-1-4-1 a pesar de que con los once elegidos podía plantear un doble pivote para fortalecer el centro del campo. Pero si algo funciona hay que tocarlo lo menos posible, y eso debía pensar Setién, que dio puestos de mucha responsabilidad a los dos refuerzos invernales, Montoro y Lemos, muy firmes durante toda la tarde.

Se puso a jugar la UD con todo el descaro del mundo. Y cuando eso pasa, Las Palmas juega de maravilla. El equipo amarillo -ayer vistió de rosa- hipnotizó al conjunto de Marcelino, que lejos de pensar en la Europa League metió en el once a Soldado, Bruno Soriano, Denis Suárez, Víctor Ruiz y Mario Gaspar, varios de sus indiscutibles. No le importó a la UD, que tocó y tocó buscando romper la imbatibilidad de un Areola que había empezado el encuentro con casi 600 minutos con la portería a cero.

Nili, como un podenco

Momo y Jonathan Viera se pusieron a tejer jugadas sin parar y Nili ejerció de factor sorpresa. El canterano se comió a otro joven, a un Adrián Marín que sufrió ante las continuas internadas del grancanario, que demostró no haberse olvidado de su pasado como extremo. Sus acelerones acabaron en centros que morían en despejes del Villarreal o en remates desviados. Pero la UD, disciplinada desde Sevilla, al menos siempre terminaba sus ataques. El más peligroso llegó en un remate de Willian José que desvió Víctor Ruiz.

El Villarreal había salido con el freno de mano puesto, a la espera de una ocasión que le pusiera el partido cuesta abajo. Y la encontró en una genial asistencia de Adrián para Soldado que el internacional español desaprovechó con un remate suave que salió cerca del poste de Javi Varas. No tuvo ninguna más el equipo de Marcelino en la primera parte porque la UD se replegaba a una velocidad de vértigo cada vez que perdía la pelota. Ahí está el gran secreto de las tres porterías a cero consecutivas. Los jugadores amarillos, da igual como se llame, sea Viera o sea Nili, han instalado en su cabeza el chip de correr hacia atrás y ordenarse muy rápido tras cada pérdida de balón. Es un movimiento ya automático. Y eso bloquea especialmente a rivales como Eibar, Getafe o Villarreal, a los que les cuesta proponer con balón, más a gusto cuando pueden alimentarse de los errores de sus rivales.

El equipo más cómodo sobre el campo era la UD, que convirtió ese dominio en gol en otra jugada de estrategia, como en Eibar. El saque de esquina lo sacaron en corto Montoro y Jonathan Viera y el de La Feria la puso en el corazón del área para que David García se anticipara a Víctor Ruiz y la metiera por la escuadra. El capitán es el reflejo de hasta qué punto los jugadores de la UD están superando el máximo nivel que se les conocía. Si cada uno de ellos se supera en cada partido de esa manera resulta imposible pronosticar los límites del equipo.

Una resistencia militar

El Villarreal no se creía lo que estaba viendo. De hecho, por momentos sufría un rondo y Jonathan Viera rozó el segundo gol al filo del descanso en una nueva galopada de Nili. No había señales de Bruno ni de Tomás Pina. El centro del campo era visitante. Así que Marcelino cortó por lo sano y reclutó a Leo Baptistao.

Llamó a la rebelión el entrenador asturiano y su equipo pisó el acelerador hasta el punto de provocar cuatro córners en diez minutos. Pero Soldado y compañía se estrellaron una y otra vez con el orden de la UD. Después de mostrar su versión más bella tocaba sacar el pico y la pala, como en Ipurua. No estaba Aythami Artiles, pero Lemos también dominó el cielo para formar una pareja rocosa con Bigas. Fue un ejercicio militar el que completó la UD, que acabó con Ángel debutando esta temporada -y ovacionado por la que fue su afición- achicando balones en el doble pivote y con David Simón de extremo por el fatigado Nili.

También estaba Araujo, de regreso tras dos partidos fuera, y rozó el gol de la redención con un tiro que lamió el palo. Mientras, el Villarreal solo lo rozó en un cabezazo de Bakambu y un disparo desde la frontal de Denis que despejó Varas. La UD, que se siente capaz de todo, no paró de remar y llegó a la orilla. Que pase el siguiente.