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La fortuna, en el fútbol, se contabiliza en las áreas. Ahí, justo donde impera la ley de la selva -la del más fuerte-, los clubes triunfadores se diferencian del resto de los mortales porque siempre cotizan al alza. La clave, siempre, radica en la puntería de sus delanteros o en la seguridad de sus porteros. En un juego tan subordinado al talento individual, es de las pocas cuentas matemáticas que siempre cuadran: el acierto en esa zona del campo, tan definitiva, decide la suerte de los partidos. Que se lo pregunten a la Unión Deportiva Las Palmas, que anoche, en el Estadio de Gran Canaria, le dio por ejercer de equipo grande ante el Real Madrid. El conjunto amarillo jugó al fútbol y el blanco ganó (1-2). No hay más. El acierto en las dos porterías -en una ocasión por una mano de Keylor Navas; en otras dos por los cabezazos de peones como Sergio Ramos o Casemiro- marcó el destino de una UD que sigue feliz con la pelota al pie a la búsqueda la permanencia en Primera División.

A un ritmo de otro tiempo, con parsimonia, denso, el césped alto y seco, sin nervio pero exquisito al toque, ajustado al huso horario de Canarias, la Unión Deportiva y el Real Madrid jugaron a fuego lento. Ninguno salió desbocado, ninguno saltó al campo empujado por la urgencia. El equipo amarillo, tras encadenar tres victorias consecutivas -ante SD Eibar, Getafe CF y Villarreal CF- antes de la cita de ayer, ve de lejos al hombre del mazo que a final de curso elige a tres clubes para un descenso a los infiernos. Y al gigante blanco, con el Barça a un mundo de distancia en la clasificación de Primera División -a 15 puntos de diferencia antes del pitido inicial-, estos partidos ya le parecen un asunto menor y se regula, con un ojo puesto en el cuentakilómetros y otro en el depósito de la gasolina, para otras batallas y mayor gloria en la Liga de Campeones.

En ese escenario, Las Palmas quiso la pelota y al Real Madrid no le importó esperar para lanzarse al contragolpe. Todo lleno de lógica, todo muy natural a partir de la genética de cada equipo. Y así, como si estuviera escrito, a ambos conjuntos les salió una primera parte resultona. Una semana después de asaltar El Madrigal y dejar con cara de tonto al Villarreal CF, en el once de la UD el fútbol se ordenó a partir de los parámetros habituales: la pelota como patrón de todo, como la única herramienta válida para soñar. El balón siempre por delante: para atacar, para defender, para ordenarse, como excusa. Quique Setién recuperó a Roque Mesa -sancionado la jornada anterior- y lo clavó en el mediocentro. Y por delante, en la línea de cuatro mediapuntas, coló a Montoro en el centro junto a Jonathan Viera y dio los extremos a Nili -derecha- y Momo -izquierda-. Sólo se permitió una sorpresa el técnico cántabro: mantener a Lemos en el eje de la zaga y dejar a Aythami Artiles en el banquillo.

Paradón de Keylor Navas

Así, sin ningún tipo de complejo por la envergadura del rival y por saberse observado bajo los focos de millones de espectadores, la Unión Deportiva se lanzó al monte. Y después de merodear el área rival durante un rato, a modo de tímido tanteo, en el minuto 10 se quedó a un palmo de hacer saltar la banca. Luka Modric, una especie de canalizador de flujo en la salida de balón del Real Madrid, cometió un error: apuró más de la cuenta y cuando se dio cuenta que estaba en una ratonera apuró un mal pase que chocó en Jonathan Viera. El rechace, como un medido pase, habilitó a Willian José para que se plantara solo delante de Keylor Navas. El portero costarricense dio varios pases al frente para achicar la visión del arco que quedaba a su espalda y, de repente, su figura se convirtió en una especie de gigante contra el que se estrelló el nueve amarillo: su disparo, en el corazón del área, fue rechazado por Navas.

El susto puso en guardia al Real Madrid. En su regreso a Gran Canaria, 15 años después de morder el polvo (4-2) en el Estadio Insular con la primera versión de los galácticos, el equipo blanco no se dejó nada en el banquillo -con Benzema, James Rodríguez, Toni Kroos y Danilo fuera de la convocatoria-. Zidane sólo concedió una novedad en la alineación: recuperó a Arbeloa para plantarlo en el lateral izquierdo. Y por delante, de la medular hasta la delantera, juntó a una colección de estrellas de primer orden: Isco, Casemiro, Modric, Bale, Lucas Vázquez y Cristiano Ronaldo.

Fue CR7, obcecado en la búsqueda del gol para poner tierra de por medio con Luis Suárez en la carrera por el Pichichi, el primero del Real Madrid que se asomó por el área de Las Palmas. En el minuto 24, el delantero de Madeira lanzó un contragolpe que resolvió Javi Varas con un paradón. El despeje del portero cayó a los pies de David García, que concedió un córner letal: Isco sacó de esquina y Sergio Ramos, libre de marca a un palmo del área chica cabeceó a gol (0-1, min. 24).

Baño en la segunda parte

Pese a la evidente diferencia en la potencia de fuego que manejaban ambos conjuntos, pocas veces el Real Madrid impuso su ley sobre el césped. Ni mandó, ni ordenó ni asustó. Ni siquiera con el marcador a favor. En la segunda mitad, la Unión Deportiva ganó primero la posesión y luego el área. Setién retrasó a Montoro y reubicó a Roque en la mediapunta. El plan fue perfecto. Las Palmas borró del mapa a Modric, se quedó con la pelota e hizo recular al equipo de Zidane.

Un fallo de Kovacic en el saque de una falta -la enésima pérdida de balón del Madrid en la segunda mitad- facilitó a Momo una obra maestra: un pase en diagonal y al hueco que Willian José pescó en el área. Allí aguantó y picó la pelota lo suficiente para superar a Navas y hacer el empate (1-1, min. 87).

Como es norma en el fútbol, la alegría en la casa del pobre fue un bien efímero. Al Real Madrid le dio un ataque de orgullo y forzó de inmediato otro saque de esquina que Las Palmas, encantada de conocerse por la posibilidad de rascar un punto ante el transatlántico merengue, defendió con la mirada. Allí, en el área, en la zona roja donde el fútbol discrimina entre los ganadores y los pardillos, mientras los futbolistas amarillos andaban embelesados por la belleza del momento, Casemiro atacó el balón, remató de cabeza y dio por terminada la fiesta (1-2, min. 89).

A la Unión Deportiva, con Sergio Ramos expulsado en el descuento, no le quedó otra que aceptar su sino: condenada a galeras por su candidez en las áreas. Sí, justo donde se contabiliza la fortuna en el fútbol.