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UD Las Palmas Contacrónica y vestuarios

El hermoso arte de jugar a la pelota

El fútbol no discrimina según la cartera: la UD remonta tras darle un baño al Valencia CF

Las dos puñaladas. CURBELO

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Alejandro tiene siete años y ayer, por primera vez en su vida, fue al estadio para ver jugar a la Unión Deportiva Las Palmas. Lo hizo acompañado de su abuelo Carlos, el mismo que durante los últimos meses -desde el día del último ascenso a Primera División- le narra las hazañas históricas del equipo amarillo como si fueran las aventuras de un cuento repleto de héroes y villanos. Por lo bajini, como si fuera un secreto entre los dos, le relata al nieto, que desde el 21 de junio del año pasado sueña a ser Jonathan Viera con el balón pegado al pie, que una noche la UD goleó a un gran club italiano que responde al nombre de Torino, le describe al detalle la final de la Copa del Rey perdida contra el Barça en el 78 y le descubre que hubo un tiempo en el que el Real Madrid salía sonrojado de la Isla.

Alejandro, entre el amor heredado de su abuelo y el cúmulo de emociones que amontonó ayer en Siete Palmas, está perdido. Ya tiene el veneno metido en el cuerpo. Será, disfrute o sufra, de la Unión Deportiva para siempre. Y aunque probablemente los recuerdos del encuentro no le acompañen en el futuro, un día podrá presumir y contar que el 2 de abril de 2016 estuvo en el Estadio de Gran Canaria, colgado de la mano de su abuelo, y fue testigo del baño que Las Palmas le dio, durante la segunda parte, a un Valencia CF de tono crepuscular.

A Alejandro, a pesar de todas las grandes noches de la Unión Deportiva que se ha perdido, hay que envidiarlo. A través del fútbol que firmó ayer el conjunto de Quique Setién sintió las mismas emociones que se experimentan al escuchar por primera vez el What's Going On de Marvin Gaye o el Midnight Rambler de los Rolling Stones, al ver todas las temporadas de The Wire y los Soprano, al descubrir que la libertad es el personaje del inspector Renault en Casablanca o al besar a una trigueña con denominación de origen de Los Llanos de Aridane. El niño, con la boca abierta por el asombro, se dio un gustazo vía exaltación amarilla y bajo la protección de un abuelo orgulloso.

Porque si Alejandro, junto a los otros 27.040 espectadores que se dieron cita en el estadio, quedó cautivado anoche con el equipillo fue porque Las Palmas jugó un rato largo al fútbol tras el descanso. El conjunto amarillo se dejó de tonterías en el intermedio para recuperar su propia identidad. Guardó en un cajón, bajo tres llaves, las conducciones de balón largas que no le llevaron a ningún lado durante la primera mitad, desterró el desasosiego, trató con cariño y diligencia al balón y a base de toques y desmarques se desató para bailar a un rival que parece una comedia: es mucho ruido y pocas nueces.

Antes, en los primeros 45 minutos, el equipo de Setién se perdió en la frondosidad del fútbol horizontal. Como si el parón del pasado fin de semana le hubiera sentado como una patada en el estómago, la Unión Deportiva chocó contra un muro por repetición sin percatarse que bastaba con rodear la tapia para encontrar el tesoro que había detrás. El error de Javi Varas, nada más empezar el partido y que fue penalizado con el 0-1 del Valencia CF (Rodrigo, min. 3) condicionó al conjunto amarillo, que en ese fallo se dejó buena parte de su personalidad: perdió gracia, el juego de asociación desapareció del mapa, amasó el balón en exceso y en esa transformación a peor sus futbolistas acabaron atrapados en la ratonera que montó Pako Ayestarán en su debut como entrenador de la escuadra ché.

La mejor jugada de Las Palmas no tuvo lugar sobre el terreno de juego, sucedió en el vestuario durante el tiempo de descanso. Allí, en el cuarto de hora de reposo, Quique Setién iluminó el camino a sus futbolistas, que en la segunda parte recuperaron los hábitos saludables que han convertido a Las Palmas en uno de los mejores equipos del momento: ha firmado cinco victorias en las últimas seis jornadas.

La fórmula fue la de siempre. Roque, clavado en el vértice más defensivo del triángulo mágico que forma con Jonathan Viera y Tana, entró en ebullición y se acabó, de golpe y porrazo, el empeño por sobar la pelota más de la cuenta. El balón empezó a circular con rapidez y el Valencia CF se desplomó como un castillo de naipes frente a un huracán.

Juntar a los buenos

Lo hizo tan fácil la UD para remontar (2-1), tan sencillo y tan natural, que abruma que el resto de rivales no le sigan la corriente. Setién, en seis meses, ha logrado que Las Palmas vuelva a jugar a la pelota. Y con eso, con juntar a los buenos y marcar unas pautas para ordenar el juego colectivo a partir de los puntos fuertes del grupo, basta para hacer disfrutar con el fútbol. Ni hacen falta los millones de un ricachón de Singapur ni el catálogo con jugadores de un multimillonario agente portugués. Lemos, Roque, Tana, Viera, Momo y Vicente se juntaron, se quedaron con el balón, y por ahí, a partir de una hoja de ruta tan simple, ganaron a un rival famélico.

Ahora, de regreso a casa, Layhoon Chan, la presidente del Valencia, debe estar preguntándose cómo lo hace la Unión Deportiva con menos dinero para jugar tan bien sin saber que en este juego, a veces, basta con tratar bien a la pelota, justo lo que hará perpetuo el amor de Alejandro por Las Palmas. Eso es, en definitiva, el fútbol.

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