De repente, como si alguien apretara un botón y de fondo, a lo lejos, se escuchara un clic, el viento cambió de dirección y la nube en la que volaba la Unión Deportiva Las Palmas desde hace semanas se difuminó ayer en el cielo. El Sporting de Gijón, un rival que vive desde hace meses al borde del ataque de nervios por la amenaza del descenso a Segunda División, dejó en reposo el contador de victorias -seis en las últimas siete jornadas- que llevaba la cuenta de la racha al alza del equipo amarillo. Lo hizo con un empate (1-1) de tono metalúrgico: pierna fuerte, carreras largas, poca fluidez en el juego, mucha brega, el embotellamiento de las líneas de pase y atención especial sobre futbolistas como Roque Mesa, Vicente, Tana o Jonathan Viera.

Con eso, cincelado a martillazos, el Sporting emborronó a la Unión Deportiva, incómoda entre tanta trampa -sobre todo tras el descanso-. Y eso que el límite hasta el infinito en el horizonte aparecía despejado a primera hora de la tarde. De tanto ganar durante los últimos meses, el gol amarillo sucedió como algo natural, como la caída de la fruta madura o las mareas en la costa. Pablo Pérez, al poco de arrancar el partido, soltó una tarascada cerca de la frontal del área, Undiano Mallenco señaló falta, Tana cogió la pelota, la puso en el suelo, la acarició y, con un centro perfecto, la colgó al área, justo por donde apareció, en plan imperial, al segundo palo, libre de marca entre el despiste general de la defensa rojiblanca, Pedro Bigas para rematar de cabeza y batir a Cuéllar (1-0, min. 3).

La diana del central, que regresaba al once titular tras tres semanas fuera de los planes del entrenador, puso en orden el encuentro. Las Palmas, encantada de conocerse y con el marcador a favor, jugó a partir de su propio talento y de la intimidación que aplasta al Sporting frente a la posibilidad de caer al pozo. Así, sin excesos, lejos de su mejor versión, estuvo a punto de resolver con celeridad el asunto en una primera parte densa, pero de evidente dominio amarillo.

Vicente Gómez, titular

La Unión Deportiva quiso la pelota para estructurar su fútbol. Setién juntó en la medular a Roque Mesa, Tana y Vicente Gómez y desplazó a Jonathan Viera hacia la posición de extremo en la banda izquierda -apuesta que sentó a Momo en el banquillo- para superar la resistencia de un rival que va con lo justo, pero que pelea como si en cada balón le fuera la vida en ello.

Abelardo, en la pizarra del vestuario, diseccionó bien la sala de máquinas de Las Palmas y por ahí, a partir de un generoso despliegue de trabajo táctico, el Sporting se mantuvo en pie a base de enredar al rival. El técnico asturiano juntó a Sanabria y Guerrero en ataque y los dos delanteros sumaron kilómetros para presionar y enturbiar la salida de balón del equipo amarillo, una operación en la que Roque Mesa vivió una dura jornada en la oficina.

Con los dos puntas lanzados a incordiar a Varas, Lemos y Bigas, los mediocentros del Sporting -el tinerfeño Mascarell y Sergio Álvarez- dieron un paso al frente para morder a Roque Mesa. El plan le dio resultado al cuadro asturiano que, inferior por una cuestión de calidad, igualó el pulso a base de embarullar el fútbol.

En ese lío, a Las Palmas se le notó como un ente molesto, irritante. Dominaba por una acción aislada del juego, pero no era capaz de imponer su estilo sobre el césped. El conjunto de Setién, ante un adversario tan peleón, más empeñado en obstaculizar el fútbol amarillo que en trazar su propio camino hacia la portería defendida por Javi Varas, se convirtió en un equipo largo, con sus líneas desconectadas entre sí, a muchos metros de distancia unas de otras -Araujo, al que el entrenador cántabro mantuvo en el once titular por delante de Willian José tras marcar dos goles en Riazor ante el Deportivo, fue una isla solitaria en punta-.

Con todo, pese a estar lejos del nivel de juego habitual de las últimas semanas, mejoría notable que le permitirá vivir un final de temporada de baño y masaje, la Unión Deportiva pudo liquidar el asunto antes del descanso si no fuera porque un juez de línea, en el minuto, 27, llevó al error a Undiano Mallenco al señalar un fuera de juego inexistente de Jonathan Viera en una jugada que acabó en un gol mal anulado.

El Sporting sobrevivió al primer tiempo y en el descanso Abelardo reparó en que Alen Halilovic estaba sentado al lado suyo en el banquillo. El técnico dio entrada al futbolista croata, todo talento, y el equipo rojiblanco, con sus mejores jugadores sobre el campo, se vino arriba en un movimiento proporcionado: el juego visitante fue a más al mismo tiempo que el fútbol de Las Palmas se diluyó.

Tres minutos después de la reanudación, después de un córner a favor de la Unión Deportiva, Cuéllar dio con el desmarque de Jony por la banda izquierda. El extremo, un incordio durante todo el día, se lanzó a la aventura en solitario. Cruzó más de medio campo al galope, quebró a Lemos en el área y batió a Javi Varas con un chut cruzado (1-1, min. 48).

El gol y el buen funcionamiento de su plan envalentonaron al equipo rojiblanco que, cinco minutos después del empate, tuvo la victoria y media permanencia en su mano. Halilovic dibujó un pase en diagonal para localizar a Sanabria libre, con los centrales y Roque a un mundo de distancia, en la frontal del área. El delantero paraguayo avanzó con la pelota y, en el mano a mano con Varas, erró el tiro.

Ni los cambios -Momo, Montoro y Willian José- espabilaron a la Unión Deportiva que, sin posibilidad de ganar, dio por bueno un empate que le permite cantar los 40 puntos y abrazar la permanencia virtual en Primera División.