Sociedad forjada desde el talento. Vicente, que recuperaba la condición de titular en Liga, 90 días después, se alineó con Viera para incendiar la zaga del Sporting en el primer acto. La doble 'V' dejó fotogramas barrocos ante la furia asturiana -que vio 5 amarillas tras 22 faltas-. Por tercera ocasión, Setién modificó el 'triángulo mágico' y le entregó los galones al '4' de la UD -lesionado en enero en la clavícula-. Es la vuelta de un príncipe renacentista para la causa.

El regreso del delineante en la batalla del caos. Noventa días después, Vicente Gómez retomó la titularidad en la sala de máquinas de la UD. El '4' acompañó a Roque Mesa y Tana en la configuración del triángulo mágico -lo que forzó el desplazamiento de Jonathan Viera a la banda izquierda-. Lesionado de gravedad en su clavícula el 21 de enero en Mestalla [ante el Valencia en Copa del Rey], la última actuación de Vicente de inicio en Liga se remontaba al 17 de enero ante el Atlético de Madrid en el Gran Canaria (0-3).

Se perdió el estallido de la racha eterna, que tomó cuerpo ante la SD Eibar en Ipurua el 26 de febrero. Ausente en ese caminar despiadado del invencible de seis victorias en siete jornadas -de la 26ª a la 32ª solo jugó 27 minutos-, tenía que reivindicarse. Y lo hizo.

El reto era complejo, un desafío de fuego. Había que colarse en el vagón de los tres mosqueteros -Roque, Tana y Viera- para recuperar galones y glamour. En una de las novedades de Setién, junto a la continuidad de Sergio Araujo como nueve (en detrimento del pichichi amarillo Willian José), Vicente salió airoso del compromiso tenebroso. Firmó 31 pases y perdió solo 5 balones.

Recibió cuatro faltas y no cometió ninguna. Fue la brújula, ante la presión titánica que padeció Roque Mesa de Omar Mascarell y Sergio Álvarez. Vicente completó 80 minutos, hasta que fue sustituido por el valenciano Ángel Montoro.

Y se llevó la ovación del respetable. Reconocimiento eterno del partenón de Siete Palmas. El mismo guiño que recibió el 2 de abril ante el Valencia, cuando ponía fin a 72 días de calvario por la lesión. Elegante y eléctrico, conectó a la perfección con Jonathan Viera y Dani Castellano en la autopista izquierda.

Una falta sobre el genio de La Feria provocó la acción del 1-0. El costado zurdo fue una mina para la UD. Un caudal de material pirotécnico y de fantasía. En el primer fotograma, Pablo Pérez pisó a Viera y el castigo generó una obra de arte. El balón lo puso Tana con maestría y Bigas remató a la red de Cuéllar (2') ante el desconcierto de la zaga visitante. Un cabezazo inapelable.

Z La conexión de la doble 'V'

Con el viento a favor, Vicente sacó la parabólica y conectó con Viera. La sociedad de la doble 'V'. Una conexión que se gestó en el filial de la UD en 2009. Los dos talentos se estrenaron en el equipo profesional en la 2010-11, de la mano de Paco Jémez. Solo con la mirada, fueron triturando rivales y dejando en evidencia al veterano lateral Lora -que se retiró lesionado-.

Tras una tímida respuesta de Luis Hérnandez (6'), con un remate de cabeza al larguero de Varas, en el 24 llegó la primera pincelada de magia de Vicente. Participó en una acción de tiralíneas, con Viera, y que fue remachada por Tana. Fútbol de salón, aquí está el imperio amarillo de caviar. Una legión indomable de rebeldía que muta a la perfección. Trasladar a Viera a la banda -su posición en el inicio del campeonato con Paco Herrera- fue una tonelada de autoestima. La UD se lo creyó, con Vicente de mediapunta, y generó un aluvión ofensivo -terminaron con 10 remates, por los 12 de los visitantes de Abelardo-.

En esta fase de apatía del Sporting, la UD dilapidó una gran ocasión para liquidar la contienda. La falta de puntería fue una losa. Y una bombona de oxígeno para los de Abelardo, que salieron revolucionados tras el descanso.

La segunda parte fue un suplicio. Al tanto de Jony (49'), se suma una cascada de llegadas visitantes con dos clarísimas de Sanabria y Halilovic -desbaratada con una mano mágica de Varas-. El ímpetu y el nervio del Sporting se hizo con la parcela central. Llegaron las precipitaciones, un listado infinito de pérdidas y un carnaval de despistes. El agotamiento sepultó la inspiración.

La cabalgada de Jony -en el 1-1-, el aluvión de faltas (completaron 21) y la inspiración demoníaca de Halilovic trazaron las líneas maestras del movimiento sísmico. Cataclismo en el partenón de Siete Palmas. El Sporting tomó el volante del duelo.Vicente y Roque tuvieron que sacar el catálogo de quiebros imposibles para superar las dos líneas de presión. En el ecuador del segundo tiempo, había que pedir el comodín del público. Faltaba oxígeno.

Z El padecimiento de los poetas

Setién leyó el duelo con maestría. Apostó por la dinamita de Willian José (64') -por Araujo- y el talento de Momo (68') -por El Zhar-. En esa fase de vértigo, la velocidad ultrasónica del pulso pudo con la poesía. El triángulo mágico sufrió en exceso ante el acoso y derribo del Sporting. Los de Abelardo -que terminaron con un 44% de posesión- insistieron por las bandas para terminar con 33 centros. Una barbaridad, la gran mayoría de la bala Jony. David García, que estuvo pletórico, elevó una muralla de hormigón armado. El toque amarillo (517 pases) fue arrollado por la furia asturiana. Todo marcado por la irrupción de Halilovic, que sentó cátedra. Pero encontró un digno opositor como Viera.

Sin Vicente Gómez -se fue en el 80 para dar entrada a Montoro-, la UD se refugió en el arte barroco de Viera. Recibió seis faltas y firmó 47 pases. La inspiración del genio para fatalidad del títere Lora. Acertó Setién en dar salida al genio de La Feria por el costado, así como apostar por el temple del alfil Momo en esa fase de caos y patadas del pulso.

El triángulo mágico saltó por los aires en ese tramo salvaje. Se alinearon Roque y Montoro, con Viera de enganche. Momo lo intentó hasta perder el sentido por la izquierda. Tana, que se dejó el corazón, se hizo cargo de la banda derecha.

El final de la batalla fue un ejercicio de locura. Sin roles, se impuso el disparate. Pudo pasar cualquier cosa. El empate pone en valor el trabajo de Vicente. El delineante se montó en la máquina del tiempo y recobró su latir renacentista. Recuperado para la causa, ya tiene en el zurrón el amor de la grada. Hay vida fuera del triángulo mágico, la lista de poetas es infinita. Con Viera, todo es posible. El boeing 747 de la UD sigue con el piloto automático.