La temporada de la Unión Deportiva Las Palmas, el curso de su regreso a Primera División, orbita alrededor del nombre propio de dos entrenadores. En junio, el club amarillo decidió renovar a Paco Herrera en lo que parecía un matrimonio de conveniencia. La realidad es que no se querían. Así, la entidad de Siete Palmas cortó por la sano poco después, en octubre, y se casó con Quique Setién. Con él todo cuajó. El equipo logró la permanencia. Y lo hizo a lo grande.

En junio, días después del ascenso, todo parecía idílico. La Unión Deportiva Las Palmas y Paco Herrera parecían una pareja perfecta, pero sólo era fachada. Por dentro, la relación se resquebrajaba. En octubre, tras una goleada en el Coliseum Alfonso Pérez ante el Getafe CF, el club grancanario dejó al técnico barcelonés y se lanzó a los brazos de Quique Setién que, en el regreso del equipo amarillo a Primera División, alcanzó su objetivo final de manera brillante: la permanencia a base de buen fútbol. Así, entre dos nombres propios, desde Herrera hasta Setién, ha transcurrido una campaña que arrancó con dudas y acabó en la gloria.

Para que tenga éxito una relación, ya sea amorosa, de amistad o simplemente contractual, es fundamental creer en el otro. La confianza es un pilar básico sobre el que se debe sostener cualquier convivencia. Sin ella no hay ningún futuro. Y por eso la UD Las Palmas decidió destituir a Paco Herrera cuando solo habían pasado ocho jornadas de Liga y todavía estaba a un punto de la permanencia. No era una cuestión puramente clasificatoria. Había perdido el equipo 4-0 en el campo del Getafe, pero en condiciones normales un entrenador que acaba de lograr un ascenso, y más después de tantos años deseándolo, dispone de un crédito mucho mayor. Ocurre que la relación entre Paco Herrera y la UD Las Palmas no era la normal, parecía más un matrimonio de conveniencia que cualquiera salida de una película de Disney.

Medida impopular

Se querían, pero no había amor. Aquello parecía más una amistad. Y esa destitución fulminante confirmó la sensación que había dejado la pretemporada: la UD Las Palmas no creía en Paco Herrera y Paco Herrera no creía en la UD Las Palmas. Ocurre que por parte del club resultaba impopular deshacerse del técnico que le había dado la gloria tan ansiada más de una década después, y el catalán quería saldar la deuda pendiente que tenía con la Primera División y no decepcionar a una afición que le aclamaba. El propio técnico admitió recientemente, aunque off the record, que fue un error continuar a pesar de lo feliz que se encontraba en la Isla y el éxito que había logrado. Pero es que no coincidieron en la planificación de la plantilla, deslizando incluso en público esa disconformidad, y el proyecto nació viciado. No iban por el mismo camino. Su destitución era una cuestión de tiempo.

La consecuencia de este desentendimiento fue que Paco Herrera no confiaba en la plantilla y le dio muchas vueltas tácticas a sus alineaciones. Empezó con una defensa de tres centrales y dos carrileros que funcionó en algunos contextos pero naufragó en otros. El equipo temblaba, y cuando quiso volver a la defensa de cuatro llegó la debacle de Getafe, donde se descubrió el pastel.

En esas decisiones delicadas que tuvieron que tomar en verano el tiempo le ha dado la razón al club, y por supuesto también en la destitución de Paco Herrera. En la entidad mantuvieron la apuesta por jugadores como Tana o Vicente Gómez e insistieron en que no hacía falta fichar a un mediocentro, ni siquiera tras la lesión de Javi Castellano. Y entonces llegó él, Quique Setién para cambiarlo todo.

El cántabro, como en toda historia de amor realista que se precie, de esas que no se cuentan en las películas de Disney, fue el tercero en discordia, una tentación que acabó en la cama de la UD Las Palmas. No todas acaban bien. A veces acudir a la tentación es un error fatal. A veces resulta más beneficioso dejarlo ahí, como un caramelo apartado de la realidad. Pero en este caso irse a la cama con la tentación se tradujo en la mejor temporada de la UD en décadas. Y el motivo fue, como suele ocurrir, la confianza ciega en el otro.

Quique Setién sí creía en la plantilla y lo trasladó rápidamente a sus decisiones. Puso en liza a jugadores que apenas contaban, volvió a la defensa de cuatro jugadores y encontró la fórmula del éxito. Y además con un estilo que ha reconciliado a la UD con su historia y le ha convertido en uno de los equipos más atractivos de ver de la Liga. Y todo ello convenciendo a un vestuario que ha funcionado hasta en los peores momentos. La conexión entre club, técnico y jugadores fue perfecta.

Costó varios meses, pero en cuanto despegó el equipo amarillo ya no paró, alcanzando el objetivo con una solvencia que ni los más optimistas esperaban. Con el objetivo cumplido, ahora sí, entre el entrenador y la UD Las Palmas hay, o eso parece, amor de verdad. No como el año pasado.

El capítulo de la vergüenza se convirtió en el punto de inflexión. El vestuario exhibió una madurez imponente tras la noche de indisciplina de Nauzet Alemán y Sergio Araujo, que fueron expedientados por el club, y el equipo se disparó a por la salvación. La mañana de los sonrojos, cuando a Barranco Seco llegó Araujo indispuesto para entrenar y Nauzet no se presentó por tener la cara cortada después de que le lanzaran un vaso de cristal. Fue unas horas después de la derrota de la UD ante el Barcelona, cuando los amarillos mostraron una buena imagen. Desde entonces el cuadro insular encadenó una racha maravillosa. Ganó en Eibar y encadenó seis victorias en siete jornadas para dejar la permanencia atada en cuestión de dos meses.

Fue una locura. No había quién parara al equipo amarillo, que se agarró al refrán que dice que lo que no te mata te hace más fuerte. Y la UD se convirtió en un halterófilo. Solo pudo con él el Real Madrid, un gigante que tuvo que recurrir a un gol de Casemiro sobre la bocina para salir con vida del Gran Canaria. Pero en ese tramo cayeron, después del Eibar (0-1), el Getafe (4-0), el Villarreal (0-1), la Real Sociedad (0-1), el Valencia (2-1) y el Deportivo de La Coruña (1-3). Casi nada.

Setién encontró la fórmula mágica juntando a Roque, Jonathan Viera y Tana. En realidad ya la había hallado un par de semanas antes, cuando tras la derrota de Vallecas les alineó juntos en un dibujo 4-1-4-1 para visitar al Sevilla. Agradó la UD, como la semana siguiente frente al Barcelona, pero no sumó hasta la visita a Ipurúa. El cántabro tuvo que darle otra vuelta a su once titular tras la lesión de Vicente Gómez, una baja fundamental, como en diciembre lo había sido la de Bigas. Pero el cuadro insular exhibió fondo de armario para salir adelante. El poder del vestuario salió a relucir.

Respuesta de la plantilla

También lo hizo cuando David García y Javi Garrido dieron un paso adelante tras las lesiones de David Simón y Dani Castellano, que casi coincidieron en el tiempo. Los dos veteranos dieron solidez a la defensa, una de las grandes lagunas hasta entonces en un equipo que venía de encajar tres goles en el Ciudad de Valencia y dos en Vallecas, dos rivales directos.

De repente todo empezó a funcionar. Ya la UD de Setién había dejado grandes actuaciones en sus primeros meses, como en Mestalla o San Mamés, o en sus triunfos ante Granada o Celta, pero le faltaba regularidad, consistencia y puntería. Y esos ingredientes los encontró a partir de febrero, coincidiendo con el ‘caso Chester’.

El nuevo dibujo táctico permitió que se juntaran en el centro tres de los jugadores de más calidad de la plantilla, que además sudaron como nadie para ayudar en tareas defensivas. Era un síntoma del compromiso de todos. Momo se subió al carro y, como El Zhar, Wakaso o Nili, también colaboraba con el lateral de turno. Más solidaridad en los extremos. La defensa, con la experiencia de David García y Garrido empezó a mostrar solidez. Y al dúo que formaban Aythami y Bigas se fue sumando poco a poco un Mauricio Lemos que se ha convertido en un chollo. Todo ello junto a un Javi Varas seguro.

Faltaba gol, el ingrediente que no puede ausentarse para que cualquier plato tenga éxito. Y lo puso Willian José. Desde diciembre el brasileño comenzaba a sacar la patita, pero fue en la segunda vuelta cuando se destapó con ocho tantos, incluyendo goles al Barcelona y al Real Madrid. Así, a Quique Setién le salió un potaje exquisito que convirtió a la UD Las Palmas en un equipo de Champions capaz de competir en números durante dos meses con los equipos más grandes de España. Y con el ‘caso Chester’ empezó todo.