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UD Las Palmas El análisis (2a jornada)

Un reconocimiento al sacrificio

Nabil El Zhar, con dos goles y una asistencia ante el Granada, completó un partido redondo para irse del campo con una gran ovación

Nabil El Zhar celebra su primer tanto al Granada acercándose a los aficionados de la Grada Sur. Q. CURBELO

Minuto 80. El partido ya solo tenía el color de la camiseta de la UD Las Palmas. Ahí, Quique Setién, poco antes de soltarse la corbata y sentarse a contemplar su obra desde el banquillo, señaló su último cambio. En la tablilla apareció el número 8. Entonces surgió ese momento que desea el futbolista. Un reconocimiento que refuerza el ánimo y el ego del ser humano. Más aún, cuando no estás acostumbrado a lidiar con la marea de aplausos, de gente que corea tu nombre por unos segundos al unísono, en una sinfonía que de sentirte valorado por la afición, juez a veces noble, a veces cruel.

Fue el momento de Nabil El Zhar. Probablemente, en su mejor actuación desde que aterrizó el verano pasado en la UD Las Palmas, el francomarroquí encaró la línea divisoria del campo y disfrutó de esos segundos de gloria. Un pasillo donde recogió el agradecimiento de la grada. Todo después de clavar dos tantos y regalar una asistencia de gol. La gloria del aplauso se topó con El Zhar.

Ayer, el exjugador del Levante fue uno de los hombres que más problemas dio al Granada de Paco Jémez. El Zhar no contiene un sobresaliente en cada casilla en su hoja de características. Puede que no sea el hombre que mejor define del equipo; también puede ser que no tenga la técnica más depurada del equipo; tampoco el mejor regate en corto y puede que tampoco la mejor capacidad de asociación. Pero si algo no se le puede negar a Nabil El Zhar es su compromiso total con el colectivo. Implicado siempre en labores ofensivas -por puesto-, nunca deja atrás a sus compañeros cuando tiene que pelear del centro del campo hacia abajo.

Es precisamente esa cultura del esfuerzo la que hace que Nabil El Zhar haya contado con la plena confianza de Quique Setién, que solo ve el fútbol como un lugar donde todos los actores deben moverse en busca del bien grupal. Y ahí, en esa idea, el extremo tiene su sitio ganado. En los debates internos del entrenador cántabro, son este tipo de cualidades las que muchas veces triunfan. Intangibles que no se miden en estadísticas, aunque los números ayuden a comprender a la mayoría de la afición los porqués de ciertas decisiones. En el caso de El Zhar, discutido en el once más de un día por la tribuna, sus aptitudes -y actitudes- se han vuelto esenciales para aportar el equilibrio que precisa la idea de juego de Setién.

Además del generoso esfuerzo que dejó en los 80 minutos de partido, El Zhar tuvo la oportunidad de abrir el marcador. Lo hizo con un tiro raso, bien colocado lejos de Guillermo Ochoa tras un regalo de Gabriel Silva en el despeje. Solo dos minutos antes, Livaja, mano a mano con el meta mexicano, pecó de egoísta cuando el francomaroquí estaba posicionado en boca de gol. Desde el comienzo del partido, gracias a la complicidad de Michel Macedo en ataque, y de Gabriel Silva en defensa -el lateral nazarí acabó sustituido en el minuto 30-, El Zhar se gustó. Tanto que, después del primer gol, pudo poner el 2-0 en el marcador, pero Ochoa sacó su mano a paseo para negar al extremo derecho.

El empate andaluz al borde del descanso, solventado con el gol de Kevin Prince Boateng al comienzo del segundo acto, desató a la UD. Con Jonathan Viera de vuelta al escenario y el Granada más abierto, El Zhar se gustó. Primero, con su segundo gol de la tarde, el 3-1. Él fue el último eslabón en una cadena que tenía sus últimas piezas en los pies del '21'. Un desmarque clave de Marko Livaja abrió más aún la defensa del Granada. En el costado derecho, el balón le llegó al futbolistas nacido en Ales para, con suavidad y un toque de clase, colar el balón picado por encima de El Zhar. Aquella no era la última gran jugada del día para él. Aún quedaba algo más.

El Zhar meneó a Uche con un par de cambios de ritmo, se hizo con la línea de fondo y regaló un gol a Momo, que solo tuvo que poner el pie para poner el cuarto en el electrónico. La fiesta ya era total, pero el francomarroquí tenía ganas de otra más. Tanto que, bajo palos, Uche evitó su hat-trick. Poco después llegó su sustitución, su momento, donde se llevó para casa una ovación de las grandes. Todo con un partido redondo bajo el brazo y después de que un día antes -el pasado sábado 27 de agosto- alcanzara los 30 años de edad. Una cifra de plenitud y sapiencia, pero también de equilibrio. Ese que tanto valora Setién más allá de la exactitud que tuvo ayer en el césped.

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