La Provincia - Diario de Las Palmas

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La crónica (9ª jornada)

Torpedo contra Las Palmas

El Villarreal remonta a la UD en el descuento con un gol de Bakambu, precedido de falta que no señaló el colegiado Jaime Latre

Sergio Araujo, que ayer fue titular, controla el balón ante Sansone. M. A. POLO

El fútbol es cruel. O alegre. Depende siempre del prisma con el que se mire. Ayer en Villarreal, la UD Las Palmas saboreó el lado amargo de la tostada. Porque el conjunto amarillo recibió un torpedo directo en el último minuto del partido cuando Bakambu puso el 2-1 y echó por tierra las buenas maneras que hasta entonces habían puesto los grancanarios sobre el césped de El Madrigal. Si encima de un gol pendenciero, la mano de factores externos como el árbitro interfieren en el asunto en cuestión, el dolor es mayor.

Y es que Santiago Jaime Latre, juez ayer en Castellón, no consideró que el agarrón de Bakambu a Montoro, previo al gol definitivo del 'submarino' merecía ser falta. Una puntualización que, unida a la falta de reacción inmediata de la zaga amarilla, encumbró el tanto que decantó la balanza del lado del Villarreal. Antes, un toque en el área insular de Roque a Sansone, con menor intensidad, sí fue válido para que el colegiado señalara un penalti que dio alas al conjunto castellonenses. Una cuestión de criterios.

Antes de todo eso la UD se gustó por momentos en el césped de uno de los mejores equipos de la competición en el momento. La alineación de Quique Setién, tal y como se había dado la semana, guardaba poco para las sorpresas. La principal incógnita del once era saber quién escudaría la portería de la UD. Y ahí, una semana más -tercera de manera consecutiva-, aparecía Raúl Lizoain. El resto, lo previsto con los cuatro jugones en el centro del campo por delante de Roque: Jonathan Viera, Vicente, Prince Boateng y Tana. Combinación y talento para intentar domar al Villarreal.

Atrás, Pedro Bigas retornaba al once después de tener una semana más para recuperar el tono y alejar del todo sus problemas físicos. Delante, Sergio Araujo tenía su gran oportunidad para encontrarse a sí mismo en el campo tras la baja por sanción de Marko Livaja.

El Villarreal tenía claro lo que hacer para incomodar a la UD Las Palmas. Por eso, Sansone y Bakambu marcaban la línea de presión. Los dos puntas tenían claro que no podían dejar combinar con tranquilidad, que eso era sinónimo de peligro. Escribá tenía adoctrinados a los suyos que buscaban birlar el balón y hacer sufrir a la UD con transiciones ofensivas de altas revoluciones. Un fallo de control, un robo o un mal pase era suficiente para enseñar los dientes.

Y lo encontró. La nueva corriente del fútbol exige a los porteros tocar el balón con el pie como si jugaran de líbero. Una apuesta visual, valiente y básica para equipos como Las Palmas que basan su juego en la posesión. Sin embargo, todo eso se puede volcar en tu contra y a Raúl Lizoain, y por ende a la UD, casi le pasa, como le ha sucedido a Ter Stegen en el Barça o a Claudio Bravo en el City. Porque en un balón sencillo dentro del área, el canterano amagó en un par de veces con romper el balón y, cuando quiso hacerlo, la lió.

Raso y centrado el balón cayó en los pies de Jonathan Dos Santos. Raúl intentó achicar, consciente de su error, pero regaló demasiado espacio al mexicano que picó el balón. El Madrigal cantó el gol, pero la parábola que hizo el esférico le negó el primer tanto al submarino: al larguero. En el rechace, sí que anotó, pero Latre señaló falta sobre David García. Raúl respiraba.

La UD siguió fiel a su idea de moldeo del balón, de jugada larga, pero el Villarreal manejaba bien la presión y los grancanarios se atascaban. Los de Escribá se sentían cómodos en el campo. Las posesiones de la UD morían en tres cuartos de cancha sin oponer demasiada resistencia.

Como la cosa iba de errores, Jaume Costa le entregó un balón a Araujo en una salida desde atrás. Se formó entonces un dos contra uno claro, con el argentino, Viera y Víctor Ruíz como protagonistas. Araujo vio el desmarque del '21' por la derecha, abrió el balón a ese lado y Viera lo rompió. Asenjo, el otro protagonista, desbarató la ocasión con una mano rasa abajo.

La UD se lo creyó entonces. Solo un par minutos después de aquello, volvió a la carga con Viera, siempre él. Porque el mediapunta triaunguló bien con Macedo por la banda, que se sacó un centro al primer palo que pedía rematador. Prince Boateng llegó a ras de suelo, pero la oposición de Víctor Ruíz, en el piso con él, evitó un remate franco. Era el aviso de lo que estaba por llegar, un gol sacado de dibujos animados japoneses; de videojuego, de sofá y salón.

Fueron cinco toques perfectos para culimar una jugada marca de la casa. Otra vez Viera se situó como el origen de todo en un pared con Tana. El mediapunta filtró un pase marca de la casa, de los que llevan denominación de origen La Feria, al desmarque del '24'.

Tana, confiado en que alguien habría en el corazón del área, centró con el único recurso que tenía sin dejar caer el balón: de espuela y con salto. Prince Boateng lo vio para entrar desde la derecha al punto de penalti. Sin caer, de volea, como el karateka que golpea las manoplas de su maestro en el tatami, enganchó el balón con la misma violencia. Dentro. Inapelable para Asenjo. Cinco toques que perdurarán en el tiempo.

El gol provocó que el Villarreal intentara dar un paso al frente, espoleado por la maravilla que había inventado la UD. Trigueros, al borde del descanso, intentó emular la plasticidad en el remate de Boateng en el gol con una chilena dentro del área que se marchó alto. A vestuarios y vuelta a empezar.

El Villarreal, con un arsenal delante importante, empezó a rondar el área con asiduidad y El Madrigal se envalentonaba por momentos. Trigueros volvía a probar fortuna sobre la portería de Lizoain, recuperado por completo de su error con el pie en la primera mitad. La UD supo responder con un buen contragolpe que acabó en un disparo cruzado de Tana que repelió con acierto Asenjo. La UD sabía que, probablemente lo iba a pasar mal.

La desgracia se chocó de frente con la UD. Al despeje de una falta, Vicente golpeó con la puntera a Macedo en el rostro. Mareado y con sangre, salía en camilla del césped de El Madrigal. Mientras en la banda Lemos se preparaba para el cambio, el Villarreal, con uno más momentáneamente, preparó una buena jugada con centro por la derecha. Descolocada, la UD cayó en la trampa. Roque tocó a Sansone, que tenía ganas de caer; lo mismo que Jaime Latre de pitar. Dicho y hecho. Penalti -evitable-, gol del italiano y primer impacto para la UD.

Desde entonces a Las Palmas le robaron su bien más preciado: el balón. Sufrió, sin recibir demasiadas ocasiones claras, y se entregó al contragolpe. Dani Castellano casi resuelve uno de ellos con una cabalgada que se encontró con Asenjo de nuevo.

Le tocaba aguantar a la UD Las Palmas el chaparrón. Escribá puso usó más recursos potentes en el banquillo para ir a por la victoria. Avisó Bakambu, que falló una clara ocasión. A la segunda, no perdonó. El delantero francés tiró una pared con Trigueros, usó sus manos para derribar a un endeble Montoro, que acababa de ingresar en el terreno, y se plantó solo ante Raúl, al que batió sin problemas, descorazonado ante la incapacidad de reacción amarilla. Minuto 92, segundo torpedo y final del partido.

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