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La contracrónica

El vértigo sin corona

Tras una reacción sublime a la UD le faltó juego directo para rematar a un Celta con diez

Bigas se adelanta a Sergio, en la acción del 1-3. José Carlos Guerra

Con el Celta a merced y un panorama perfecto para el acoso a la UD le faltó fuelle para cerrar la remontada y rematar un día que iba camino del museo. Pero no se pusieron de acuerdo los insulares. Los atacantes, con Prince, Livaja y Araujo juntos por primera vez en la temporada, se quedaron a la espera de juego directo, lo que demandaba el partido, mientras el resto del equipo se resistía. A la UD le duele demasiado buscar centros laterales.

El estilo de la UD Las Palmas es de una belleza inconmensurable. Elogiado por todo el mundo, la propuesta de los amarillos es una maravilla. Con el presupuesto que tiene roza la excelencia y es difícil, casi imposible, sacar más con menos. Pero los hombres de Quique Setién cometen un pecado de manera recurrente y de fácil, o eso parece, remedio. Y en ningún momento de este curso fue más evidente como en los últimos veinticinco minutos de la visita del Celta. Por primera vez en el curso juntó en el campo a Prince Boateng, Marko Livaja y Sergio Araujo, los atacantes que más cómodos se sienten dentro del área. El rival estaba con diez y los amarillos jugaban a favor de corriente pero no hubo acoso Solo dispararon a puerta los amarillos en dos ocasiones, ambas sin veneno. Es más, incluso los de Berizzo lograron posesiones largas y un par de llegadas de peligro, la más clara un remate al larguero de Marcelo Díaz.

A la primorosa reacción de la UD Las Palmas, liderada por Prince Boateng, Jonathan Viera, David García y culminada por la entrada de Marko Livaja, le faltó la guinda. Y para ponerla tenía que recurrir al fútbol primitivo, un recurso necesario. Sobre todo en un contexto como en los últimos veinticinco minutos del partido de ayer. Faltó el último arreón. Sergio Álvarez acabó la noche tranquilo.

Ya le ocurrió contra Osasuna. E incluso frente al Espanyol. En El Sadar, de hecho, encontró el premio ante una defensa numantina gracias a un centro al área de Marko Livaja. Pero a veces esta UD quiere rizar demasiado el rizo. Debe tirar más a puerta desde fuera del área o centrar desde los costados. Variar, al fin y al cabo, su excelente elenco de recursos, pero da la sensación de que considera una bajeza, un argumento más propio del pueblo llano que de la elite, reclamar a las fuerzas aéreas.

En Pamplona la UD no contaba con Sergio Araujo, que se encontraba castigado en la grada. Ayer, sin embargo, sí disponía de todo su arsenal sobre el campo durante veinte minutos, los que pasaron desde que entró Marko Livaja hasta que Mateo García, en el 85', sustituyó a un Araujo de nuevo lejos de su mejor versión.

Un plan a medias

Ni así la UD sacó los tambores. Formó un 4-4-2 con Jonathan Viera en el doble pivote junto a Roque, Momo entró por Tana, ya con 3-3, para ocupar el perfil izquierdo. Araujo se alineó en el costado derecho y Setién le dejó el ataque a Prince Boateng y Marko Livaja, mucho más letales que el argentino. Estaba todo lo necesario sobre el campo, incluso un jugador más, para rematar la faena. Pero a la UD pareció darle vergüenza recurrir al juego directo.

Y eso que el croata, nada más entrar al campo, quiso repetir la de El Sadar y puso otro envío desde un costado para señalar el camino. Poco después ejerció de hombre-boya en el borde del área para forzar un penalti. Pero sus compañeros no mantuvieron el plan.

Hubo otra señal que dejaba clara cuál era la vía para hacer sangre al Celta. Un pase vertical y espléndido de Jonathan Viera al desmarque de Michel Macedo lo puso el brasileño en el corazón del área, por donde apareció Prince Boateng. El ghanés se anticipó a toda la defensa celeste para poner el empate en un remate muy difícil.

Era un ejercicio de fe, de paciencia y de acierto el que estaba completando la UD. Poco a poco martilleó al Celta, que se dedicó a proteger su excelente resultado desde la media hora. Se dejaron someter los vigueses, conscientes de que con semejante ventaja y la velocidad que tienen arriba, por muy a gusto que se sientan con el balón, era un plan ganador mantener la posición y recurrir a la velocidad de Iago Aspas y Sisto para hacer todavía más daño.

Sin embargo, los insulares fueron creciendo poco a poco para recuperarse del golpe anímico del resultado. Fieles a su estilo, pues con 0-3 y medio partido por disputarse era un suicidio volcarse en todo, tiraron de manual. De lado a lado, con calma y el Celta cada vez más cerrado. Hacía falta un gol rápido y un punto de suerte. Llegó por partida doble con la cantada de Sergio Álvarez y el remate al palo de 'Tucu' Hernández. Setién, entonces sí, puso toda la carne en el asador con Livaja por Vicente. Sin embargo, tras el vértigo, tras forzar un penalti, la genialidad de Viera, el centro medido de Macedo y el gran remate de Boateng, a la UD le faltó fuelle y ponerse de acuerdo. Los medios querían seguir jugando al toque pero los atacantes no estaban por la labor. Esperaban lo que demandaba la locura en la que se había instalado el partido: juego directo.

Pero no lo hubo. Las internadas de los laterales acababan en pase atrás y vuelta a empezar. Es una premisa del manual de Setién, ese que tantas alegrías da, pero que no correspondía con el momento del partido. Varios córners ni siquiera acabaron en centro al área. Livaja, Boateng y Araujo apenas la tocaron desde el 3-3 y solo dos disparos resultó un pobre bagaje ante un rival con uno menos. El equipo se empeñó en mantener su partitura tras hacer lo más complicado y se quedó a medias.

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