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UD Las Palmas La contracrónica y vestuarios

Un baño de cruda y dura realidad

El Barça destrozó las expectativas generadas por la propia UD y su entorno con un golpe de lógica

Un baño de cruda y dura realidad

Sería demasiado aburrido que todo en el deporte y, por ende, en el fútbol, se redujera a cuestiones de presupuesto y nivel de talento real comparado entre dos partes que se enfrentan. Puede que por eso la UD Las Palmas desde dentro -futbolistas y cuerpo técnico- y desde fuera -aficionados- vieran en el Camp Nou, templo del fútbol mundial, un lugar para soñar con completar algo más que grande. Pero las expectativas -quizá algo desmesuradas- se rompieron con un cachetón de cruda y dura realidad. Echar un vistazo al electrónico del recinto azulgrana era clarificador: un 5-0 que devolvía a la UD a un panorama más terrenal.

Probablemente, en la cabeza de la UD no figuraba el resultado final, una goleada tan clara como justa. Sobre todo después de lo que había hecho el pasado martes, donde venció al Atlético de Madrid en el Vicente Calderón y quedarse a un solo gol de pasar de ronda en la Copa del Rey, en un partido donde se presentó cargada de suplentes.

Éso, unido con el viento que empujaba al equipo amarillo, octavo clasificado en la tabla, con los puestos de Europa más cerca que los del descenso, liderado por futbolistas como Jonathan Viera o Roque Mesa, discutidos como futuribles en la selección española, invitaba a un duelo más parejo sobre el césped. Todo aderezado con una ristra de halagos llegados desde el propio Barça -en palabras de su técnico Luis Enrique Martínez o del lateral Jordi Alba, pero también de otras voces mediáticas a nivel nacional-. Piropos justificados por su manera purista de entender el fútbol, amando el balón, pero que parecen invadir a la UD en un sentimiento demasiado complacenciente con su ser.

Porque perder en el campo del campeón de LaLiga el curso pasado, rey del fútbol continental en la última década, parece algo que se encuadra dentro de lo normal en la lógica del fútbol, por mucho que se quiera depositar sobre el conjunto de Quique Setién unas posibilidades que miren más hacia arriba que justo debajo de sí misma ante un equipo como el Barcelona.

Sin embargo, perder de la manera en la que lo hizo la UD ayer, tampoco corresponde con lo que ha ofrecido a lo largo de esta temporada. El Barça salió a buscar una victoria que tardó en encarrilar 13 minutos, los que pasaron desde el inicio del partido hasta el primer gol del uruguayo Luis Suárez. Un arreón que contó con un combinado de deméritos de Las Palmas.

El equipo amarillo, no rompió la concordancia entre su filosofía y su propuesta en Barcelona. Sin embargo cayó en pecados de los que mandan al infierno. Para empezar, en una cuestión de intensidad, palabra de moda en el fútbol. Porque la UD, demiasado crédula en su condición de equipo pelotero, concedió muchas facilidades a un Barça salvaje, ansioso de goles.

Las múltiples pérdidas de balón durante la primera mitad tuvieron una doble lectura. Por un lado, la falta de tensión y aplomo de un equipo como la UD que está acostumbrado a domar el balón, a gestionar su juego desde el esférico, frente a un rival que lo ansía de la misma manera que él; por el otro, la de un bloque que cedió ante la presión bien ejecutada del equipo de Luis Enrique. La combinación de esas dos realidades dieron como resultado una UD frágil, perdida y a la que el partido se le hacía demasiado pesado de digerir. Sólo Javi Varas, entonado en la tarde de ayer a pesar de su error en el segundo gol, el de Messi, que terminó por matar el partido, evitó que el estropicio fuera mayor al visto.

Rotación premonitoria

El Barça, en un gesto de premonición, se otorgó la licencia de reservar a algunos de sus mejores plumas como Neymar o Iniesta, que vieron el partido completo desde el banquillo, o Gerard Piqué, que lo siguió desde la grada. En ningún momento los echó de menos.

La UD Las Palmas nunca tuvo el impulso necesario para arrebatarle el balón al Barça y acabó en la fosa, sepultada hasta la integridad por sus propias ideas, acompañada de un aire de desidia que mosquea. Un hecho poético y consecuente -el de perder siendo fiel a un manual-, pero también inquietante -el de hacerlo de la manera en la que se enterró-. En el Camp Nou, donde el Barça sacó su cátedra para retratar a Las Palmas, la UD volvió a la realidad. Porque una cosa son las expectativas idealizadas que la imaginación deja volar y otras las consecuencias a las que le lleva una realidad aplastante.

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