La Provincia - Diario de Las Palmas

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La contracrónica y reacciones

La deformación de la UD

La llegada de los refuerzos de invierno, lejos de mejorar la imagen colectiva, empeora al equipo amarillo

Jesé Rodríguez da un pase con el exterior ayer en La Rosaleda. CARLOS GUERRERO/LOF

El juego de la UD Las Palmas está viviendo una transformación, pero todavía no se sabe si para bien o para mal. De momento, las tres derrotas sufridasde manera consecutiva indican que el proceso es de deformación. El excelente maquillaje que llegó en invierno, lejos de embellecer la versión colectiva, la está afeando. Jesé Rodríguez y Alen Halilovic aterrizaron para cubrir una carencia evidente. Al equipo amarillo le sobraba pausa y pase corto y le faltaba velocidad y desborde. Tenía muy clara cuál era su idea original y hacia dónde quería ir para mejorarla, pero corre el riesgo de perderse por ese camino. Y es que ayer, en La Rosaleda, volvió a ceder al vértigo que impuso su rival. Como ocurrió ante el Granada y el Sevilla no pudo esquivar el cuerpo a cuerpo, perdió su identidad y se rompió su equilibrio en el centro del campo.

Algo parecido, en una dimensión mucho mayor y en un plazo de tiempo más amplio, le ha ocurrido al Barcelona. El equipo de Luis Enrique es esclavo del tridente Messi, Luis Suárez y Neymar. Ese incomparable elenco de delanteros le ha dado un buen puñado de goles y de títulos, pero a cambio ha desfigurado su estilo. Y ante una encrucijada similar se encuentra Quique Setién. El talento de Jesé Rodríguez y Alen Halilovic, unido al de Prince Boateng, demanda verticalidad. El de Roque Mesa y el de Jonathan Viera o Tana, mientras, pide pausa. Esa mezcla puede llevar al cielo, pero también al infierno si no se sabe conjugar. De momento ha supuesto un fracaso. El de La Feria y el teldense, los amos de la UD durante todo el curso, han perdido protagonismo en el juego, tocan menos el balón y el equipo lo nota.

En La Rosaleda, cuando la presión del Málaga asfixiaba a la UD, el equipo amarillo recurrió demasiado a la alternativa y se olvidó del plan original. Admitió el propio Setién que a los suyos les faltó valentía. Abusaron del juego directo. La fuerza de Prince Boateng, la velocidad de Jesé y el desborde de Halilovic son un caramelo con el que es más fácil evitar el riesgo de perder el balón en campo propio. Buscaron a sus delanteros y no a sus centrocampistas. Renunciaron a intentar rondos, a asociarse en espacios cortos, a hacer diabluras, a empujar al rival poco a poco, a marearle, a someterle. En lugar de intentar dormirle cantándole una nana apostó por un bofetón. Y el Málaga, como antes hicieron Granada y Sevilla, se rebeló una y otra vez. Así, los insulares fueron perdiendo paulatinamente su identidad y cayeron en la trampa de Romero. El partido se jugó como querían los locales. Y ahí, en el terreno del cuerpo a cuerpo, del balón dividido, la UD siempre tiene las de perder.

El golazo de falta de Mauricio Lemos acabó resultando contraproducente. Con el marcador a favor es más fácil que un equipo caiga en la tentación de relajarse. Y eso hicieron los insulares, que acostumbran a dar un paso atrás en estos casos. Regresaban Roque Mesa y Vicente Gómez a formar la pareja de mediocentros tras la lesión de Ángel Montoro, pero ninguno de los dos, sobre todo el teldense, pudo mostrar el norte. La presión de los andaluces estaba enfocada en tapar todas las vías hacia Roque y Viera, que se apagaron. El timón del partido fue del Málaga, que además aprovechaba la poca implicación defensiva de los extremos amarillos.

Con la vista nublada y el marcador en contra llegó la UD a los últimos veinte minutos. La expulsión de José Rodríguez cambió, por fin, el guión. La inferioridad numérica hizo recular al Málaga y ahí la UD, con la primera parte del manual ya superado por iniciativa de su rival, sí encontró su fútbol: tienda de campaña en el terreno enemigo, posesiones largas, balón de lado a lado y paciencia hasta encontrar el hueco. Ayudaron los cambios de Quique Setién. El cántabro quitó a Halilovic y metió a Mateo García, que se incrustó en la izquierda y Jesé pasó a la derecha.

Paso adelante por la expulsión

Los extremos, de esta manera, estaban a pie natural y abrieron el campo. Hubo más espacios por dentro y los atacantes amarillos, desde Jonathan Viera hasta Vicente Gómez pasando por Jesé y Tana, que entró por Dani Castellano, tuvieron más protagonismo. Ocurre que el tiempo se agotaba y para entonces necesitaba más vértigo que pausa. Tuvo buenas jugadas, sobre todo por el costado derecho con la profundidad de David Simón y la insistencia de Jesé, que volvió a fallar una ocasión y no encuentra su sitio en el sistema.

Así, el Málaga repitió la fórmula del Granada y del Sevilla: con sistemas y propuestas diferentes, pero los tres equipos andaluces han roto el equilibrio de la UD Las Palmas. No se encuentran los insulares, que tras sus mediáticos fichajes de invierno afrontan un debate. Jesé y Halilovic, junto a Prince Boateng, Marko Livaja o Jonathan Viera forman un ataque digno de competiciones europeas. Pero la ecuación, de momento, no funciona. Solo ha marcado un gol en los tres últimos partidos con todo su arsenal sobre el campo, y lo anotó un central de falta. En busca de la perfección, el equipo corre el riesgo de olvidar su esencia.

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