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La ecuación imposible

Las Palmas abusa del balón en largo, en contra de sus principios, en La Rosaleda

La ecuación imposible LOF

La UD se ha vuelto un equipo armónico, que solo contempla el mundo a través de una visión idealista, casi de perfección, que a veces choca de lleno con la realidad. Por lo normal, agarrado a sus principios, las cosas le han salido bien. Le costó captarlos, fagocitarlos y hacerlos suyos hasta el punto de solo entender la vida de esa manera. Pero ayer en Málaga, la UD se olvidó de ellos y se traicionó a sí misma. Una infidelidad que le pesó a lo largo de los 90 minutos de partido en La Rosaleda.

De otra forma no se pueden explicar algunos de los datos objetivos que arroja el partido de ayer contra el Málaga. Para empezar, en parte del origen de su fútbol: la portería. Que la primera obligación de los guardametas es parar es una obviedad. Sin embargo, en equipos con la concepción de fútbol que tiene ahora mismo la UD Las Palmas de Quique Setién, participar con el pie, ser un apoyo para los centrales y organizar el fútbol desde su área pequeña. Una labor que Javi Varas sabe desempeñar a la perfección. No obstante, ayer no encontró la fórmula.

El portero sevillano abusó del balón en largo, casi siempre con un objetivo claro: Prince Boateng. El berlinés lo hace bien; peina el balón o lo protege con su envergadura privilegiada. Es una opción válida y correcta para descargar el juego, lógica casi, pero a la que la UD nunca se pudo acostumbrar ayer en La Rosaleda.

Ayer, Varas golpeó el balón en largo hasta en 13 ocasiones, la gran mayoría sin éxito. En ocho de ellas, el balón ni siquiera conectó con ninguno de los futbolistas de la UD; en las otras cinco, el cuero llegó a alguno de ellos con diferentes resultados finales -pérdidas, buenos controles o faltas rivales-. Un modus operandi poco ortodoxo con el credo de Setién con el que ha fidelizado a los suyos.

Problema agravado

Esa 'alternativa' se complica más aún si aparecen otras variables en la ecuación. En este caso, la poca intensidad y contundencia de la UD Las Palmas, que perdió casi todos los duelos en las segundas jugadas. Una apreciación evidente mientras transcurría el partido y fehaciente con los datos en la mano al término de los 90 minutos.

El Málaga completó 13 intercepciones y recuperó 62 posesiones en todo el partido, minimizando el fútbol de posesión y control de la UD Las Palmas, a la que siempre le costó encontrarse durante el partido. Ni siquiera cuando tuvo un jugador más, momento en el que más amasó el balón, se sintió del todo cómodo ante un cuadro andaluz bien replegado en su campo, firme en defensa y con mucho hormigón en la medular. Todo con un porcentaje de éxito en las entradas del 70%. Un síntoma del bravío que empujaba a un Málaga que llevaba tres meses sin ganar un partido.

Las Palmas recuperó 43 balones e interceptó otros seis. Recurrir a la posesión de balón para explicar el dato tampoco lo justifica. En la primera parte, la UD y el Málaga se repartieron el balón casi a la par: 45% para los boquerones y un 55% del tiempo para los amarillos. Un elemento que se tornó a favor de los amarillos al término de los 90 minutos con un 62% por un 38%, en parte por la expulsión de José Rodríguez, momento en el que la UD se hizo por completo con el balón.

El problema, más que de actitud, parecía de disposición en el terreno de juego. Con Roque Mesa como único pivote y Vicente Gómez y Jonathan Viera por delante, con unas bandas más liberadas ocupadas por Jesé Rodríguez y Halilovic, se pierde trabajo y orden táctico en el centro del campo. Un aspecto que Ángel Montoro estaba dando a la perfección en los últimos partidos. Sin él y sin la implicación defensiva de hombres como Tana, Nabil El Zhar -ya fuera de la entidad- o Momo, la UD pierde la compostura.

Y así, la UD Las Palmas se convierte en un equipo más endeble en el centro del campo, sin un rigor fijo en sus líneas. En esas, Charles, Pablo Fornals y José Rodríguez encimaban a Roque Mesa. Otro problema para la sala de máquinas de la UD, el lugar donde se cocina a fuego lento su fútbol. Viera, desesperado, bajaba demasiado, lejos de su área de influencia más notable: la zona de tres cuartos de cancha.

De esta manera, la UD cortocircuitó, sobre todo en la primera hora de partido. Roque Mesa apenas olió la pelota en comparación con otros encuentros. Si el de Telde tenía hasta ayer una media de pases completados de 73 por encuentro, ayer sus prestaciones bajaron hasta los 56. Y cuando el balón no pasa por Roque, la ecuación se convierte en imposible.

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