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La contracrónica

Con su disfraz transgresor

La UD pudo mostrar sus armas a placer y le ganó la posesión al Real Madrid. Los mediapuntas bailaron sobre el césped del Bernabéu

Vicente Gómez controla el balón, ante el acoso de Carvajal. EDUARDO CANDEL

Bailó la UD Las Palmas sobre el escenario del coliseo merengue luciendo la esplendorosidad de sus mejores galas, no quiso pasar sobre puntillas, si no que dejó su huella subida a sus taconazos, esos de los que no se privaron de realizar los Jonathan Viera, Jesé Rodríguez, Tana o Kevin Prince Boateng. Lujazos que sacaron de quicio a los madridistas, que ayer tuvieron los silbidos como una constante en su grada. Ese nerviosismo instalado en la capital desde su derrota frente al Valencia en el estadio de Mestalla y que ayer, más que nunca, se visibilizó en el internacional galés Gareth Bale.

Al Expresso de Gales, entre sus infinitas características de jugador top mundial, también se le reconoce por su serenidad y limpieza en el juego. Ayer, disconforme con la imagen que lucía la UD Las Palmas en el campo, con el descaro con el que Jonathan Viera se movía en el terreno madrileño, optó por decir que: not in my house. Empujón al más estilo tabernero británico en el pecho de Viera para ganarse la expulsión.

La roja mostrada por el colegiado Fernández Borbalán al galés significó la chispa que le hacía falta a la UD Las Palmas para transformar su superioridad en el terreno de juego en el marcador. Si ya en igualdad de condiciones numéricas los insulares se gustaban en el césped, con uno más sobre él le fue más fácil coger de la mano y danzar con el Real Madrid a su antojo.

Cha-cha-chá

Infinitas veces se juntaron las parejas de baile amarillas. Viera y Jesé compaginaron como Fred Astaire y Ginger Rogers en el cielo que conforma la constelación de estrellas merengues. Combinaciones, pases en profundidad, triangulaciones, el libreto del tiqui-taca canario en las botas de estos magos del balón.

Tana y David Simón hicieron del carril derecho otra sala de baile. Esa a la que se acude en busca de que una ligereza de presencia, aunque se le espera la misma intensidad de fiesta. Ambos se colaron por la autopista que dejó Marcelo en su banda. Continuas galopadas de Simón, que vuelve a dar visos del lateral que fue la temporada pasada, junto al 24 amarillo, bailaron al son más pagano sobre el templo madridista.

En la medular, Vicente Gómez y Roque Mesa, iban a ser el objetivo de presión de los mediapuntas blancos para evitar la salida de balón insular. Se creaba así un desequilibrio posicional en la zona del círculo central en los saques de puerta de Javi Varas. Hecho que supo explotar la UD con balones en largo desde la retaguardia para que, ya fuera Prince Boateng o Jesé, recogieran el balón en la zona de tránsito.

Los timoneles amarillos, sólo con su presencia condicionaban la táctica de Zinedine Zidane, y explotaban la opción B de balones aéreos que en otros partidos no ha tenido tanto éxito -Granada y Málaga-.

Con el balón, tanto Vicente como Roque Mesa, cuando el Real Madrid no presionaba tan arriba, se gustaron en la conducción de la bola. Sus caderas trasladaron la chispa del carnaval isleño al templo madridista.

Amagos a izquierda, fintas a derecha, pases limpios, un sinfín de juego fácil, en un estadio -el Santiago Bernabéu- en el que no todos los equipos de la élite europea pueden presumir de emplear sus armas con la soltura con la que se empleó ayer la Unión Deportiva.

La soltura que llevó a la escuadra insular a ganarle la posesión a los galácticos. Un 43-57%, en el Benabéu, ante el Real Madrid en el cómputo global de esa estadística, como se reflejó al finalizar el encuentro, no es moco de pavo. Pocos pueden decir esto: superamos en posesión al Real Madrid en su propio feudo.

Exceso de gusto

Arrastrar el ambiente carnavalero también puede conllevar ciertos excesos -de todos es sabido-. La autocomplacencia, dejarse llevar por las circunstancias o disfrutar en demasía fue un peaje que la UD Las Palmas tuvo que abonar ayer. Entre baile y baile, en estado de éxtasis, rompió uno de los taconazos con los que salió al Santiago Bernabéu y pagó la novatada de quien tiene que volver a casa habiendo disfrutado de una gran noche, pero con un pie descalzo.

El estado de embriaguez, con un 1-3 en el luminoso y un jugador más sobre el terreno de juego, fue exorbitante. Las Palmas se vio en una situación en la que no se esperaba estar en el mejor de sus sueños. Algunos, ante esta inexactitud lógica no supieron que hacer. Otros vieron su oportunidad para quedar en el recuerdo de una gesta histórica y faltaron a los principios que llevaron al equipo a estar en esa situación: bailar en pareja.

Boateng y Viera, dos de los mejores bailarines del equipo se fueron al banquillo -Viera con molestias musculares- y surgieron los solistas. Mateo, numerosas veces, tendió la mano para iniciar lo que hubiera sido el último baile de la noche y el colofón final, aunque el argentino no encontró la respuesta de los que optaron por el freestyle.

Finalmente, el espíritu de las remontadas del Santiago Bernabéu no se impuso del todo. La respuesta de Cristiano fue incompleta, y la transgresión amarilla pudo sacar un punto que dejó un regusto agridulce. Que la fiesta continúe...

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