Machado no trataba de definir a los hombres como buenos o malos, sino como aquellos que pertenecían a su tiempo y a quienes la historia había dejado atrás... Esta idea podría tener su versión en el personaje que inmortalizó el actor judío Chaim Topol con actitudes y comportamientos tan bellos e inútiles como el tener a un violinista sobre el tejado. ¿Lo recuerdan?

Fernando Arencibia Hernández fue lo contrario a Topol. Mientras todo cambia alrededor del protagonista de "El violinista sobre el tejado" y la tradición es su arma ante un mundo que no comprende y en el que cada vez le resulta más difícil encontrar un lugar para sí mismo, Fernando Arencibia, eminente doctor grancanario, fue hombre actualizado en su profesión y convencido del avance de la ciencia. Fue un celoso doctor en lo que para la Medicina supusieron los experimentos en la endocrinología y su prestigiosa vida profesional le proporcionó comprobar de qué manera en la actualidad se pueden 'hacer' hombres y mujeres altos, a través de un tratamiento desde la infancia, aunque aseguraba que la auténtica talla del individuo no se halla en la estatura física y externa, sino en el arco superciliar a la altura del cráneo y la anchura de la frente: la inteligencia, de lo que el excelente amigo Fernando Arencibia fue exponente al esconderse en el 1.63 de su estatura física un talento humano y profesional de bien ganado prestigio dentro y fuera de la sociedad canaria.

Fernando Arencibia Hernández se explicaba y manifestaba de forma sugestiva, grata, persuasiva. Fue fiel sí mismo: directo, irónico -ironía que, incluso en ocasiones, podía llegar al sarcasmo deliberadamente cruel-, gráfico, vital, dinámico de gestos. De ahí que nos sea fácil esbozar una semblanza de este hombre, amigo legal y entrañable, cristiano, creyente y practicante, de profunda formación claretiana recibida en sus años de alumno del Colegio Corazón de María y feligrés de la parroquia a la que pertenecía. Había en él una curiosa mezcla de atractivos que se nutrían de sus orígenes en el bello pueblo de Fontanales, al que siempre se sintió muy unido y fue pregonero de sus fiestas patronales de San Bartolomé, aunque circunstancialmente naciera en una casa aledaña a la Plaza de la Catedral en la tinerfeña ciudad de San Cristóbal de La Laguna.

En lo personal y en lo profesional como periodista tuvimos muchas conversaciones con el doctor Arencibia: en la calle, en su despacho, en sus tres etapas como presidente de la U. D. Las Palmas, en el Colegio Claret cuando compatibilizamos responsabilidades en el APA, en los innumerables desplazamientos que hicimos con el equipo a la Península... Desde el primer momento nos sentimos viejos y grandes amigos De ahí la cordialidad y familiaridad en el diálogo, al recordar anécdotas de sus tiempos juveniles cuando -según nos contaba- amigos más fuertes y robustos que él siempre se llevaban de calle las mujeres más bellas y esbeltas, mientras que a él le tocaba 'bailar con la más fea'. Sin embargo, ya con la licenciatura en el bolsillo, se casó con Alicia Borrego, una mujer muy guapa... O la vez en que ganó la marathón universitaria, "porque tenía que demostrar a los que eran más altos que yo que en el deporte podía más que ellos", y en plena carrera, cuando vio botado en la carretera al famoso Arce „ que medía 1.98„ y lo recogía el camión escoba, al amigo Fernando el corazón "no le cabía en el cuerpo" y, al final, cuando los periodistas le fueron a entrevistar, les dijo "yo no tengo nada que decirles; ¡vayan a hablar con Pollán y con Arce, que eran los que ustedes destacaban en los periódicos como los favoritos de la carrera...!"

Fernando Arencibia fue hombre muy comprometido en la sociedad isleña: presidente del Unión Deportiva Las Palmas en las etapas 1988-89, 1994-95 y 1999; presidente de honor de la Fundación Mapfre Guanarteme; conocido y prestigioso médico internista especializado en endocrinología, nutrición y geriatría. Pero fundamentalmente fue un excelente esposo de Alicia Borrego -fallecida hace unos años- y, ambos, padres de una numerosa prole: Alicia, Elena, Cristina, Fernando, Beatriz, Javier, Alejandro, Daniel y Jorge. Para ellos y para toda la familia- hijos políticos, nietos, bisnietos...- nuestra amistad y nuestra cercanía. Tú, Fernando, mientras yo viva estarás en mi memoria.