A mi 'amigo' Julen Lopetegui. Por el honor de Jonathan Viera y Roque Mesa -descartados horas antes para una citación que parecía histórica de la Roja-.Una coronación distinguida con aroma a venganza, para sepultar al invencible.172 días después, el dragón indomable del Villarreal de los 105 millones de euros perdía su alma. Una liberación para la galaxia de gofio. Y la certificación virtual de la permanencia en la liga del caviar.

Triturar al Submarino Amarillo, un visitante despiadado, multiplica hasta el infinito el mérito de una UD paciente, que aprendió la lección del Santiago Bernabéu [los isleños dilapidaron una renta de 1-3 ante el Madrid en los últimos minutos ante un rival en inferioridad]. Durante 70 minutos, los amarillos disfrutaron de superioridad numérica tras la roja a Víctor Ruiz. Parecía el escenario ideal para la goleada. Pero el destino fue cruento. Una nueva prueba de fuego.

Con el marcador a favor [el gol del Príncipe del Roque Nublo llegó en el 11' y la expulsión del central Víctor Ruiz fue en el 20'], la UD gobernó el duelo con inteligencia. La reaparición de Momo, que no participaba desde el 30 de enero, resultó capital -entró en el minuto 59-. Una imagen bíblica para iluminar el camino de esta legión de pólvora: 12 tantos en las últimas cuatro jornadas. Un disparate.

En el 59, Setién agitó el banquillo. Señalado por la prensa oficialista, por dejar al lastimado Jesé Rodríguez en el banquillo, ganó la batalla desde la cordura. Otro rostro que sale favorecido por el combate. Sin caer en provocaciones, firmó otra lección de dominio técnico. Se impuso por jaque mate.

Retiró a Mateo García, su gran apuesta de inicio, y le cedió los galones al alfil de oro. Con Momo, la UD encontró el criterio y terminó con unas cifras incontestables: 19 remates totales, 10 a portería, un 61,4% de posesión y ocho saques de esquina.Un vendaval indescifrable, que pudo alcanzar un marcador de escándalo ante uno de los colosos de la competición.

El rival de Liga Campeones [cayó en la ronda previa ante el Mónaco, el pasado agosto] pasó por la guillotina de gofio. Caza mayor para la galaxia de Setién, que por primera ocasión en este curso aniquila a un rival de zona europea. El Submarino Amarillo de Fran Escribá, que no perdía como visitante desde el 20 de noviembre, fue superado por el empuje inicial de la UD. Con el tanto de Prince, llegaron los mejores minutos. Fotogramas de caviar. Pero con diez, el Villarreal se hizo con la posesión y forzó la mejor cara de Raúl Lizoain.

La noche de la araña

No tuvo una previa fácil de digerir. Señalado por la cruenta derrota ante el Espanyol en Cornellà (4-3), Raúl Lizoain acabó como uno de los héroes del triunfo. Completó tres paradas felinas y vuelve a dejar la portería a cero. La última ocasión en partido oficial de Liga se remonta al 7 de enero ante el Sporting, también en el partenón de Siete Palmas. Lució sus puños de acero, y congeló la embestidas de Sansone, Bakambu y Trigueros. Una reaparición brillante en Siete Palmas, igual que su último fotograma, cuando dejó también la portería a cero ante el Eibar [el pasado 5 de noviembre, en la undécima jornada y que le bastó para ganarse el premio de mejor portero ideal de ese punto del campeonato].

El enorme mérito de la conquista de la UD queda reflejado en el aroma galáctico del banquillo. Latieron en el silencio de la banda Jesé Rodríguez (últimos 17 minutos), Alen Halilovic (8') o Marko Livaja (0'). No hicieron falta para ponerse en franquicia y tener maniatado a uno de los poderosos.

La cuestionada política de rotaciones de Setién funciona a las mil maravillas. No hay indiscutibles en un ejército que ya tiene el billete sellado de la permanencia. Ayer, fue el turno de la Santísima Trinidad. Roque, Viera y Vicente Gómez portaron el estandarte con maestría, fueron los dueños de la sala de máquinas. Cada contra tenía cianuro. Veneno puro con aroma tropical.

Pitos a la sinfonía

El partenón de Siete Palmas se ha llenado de sibaritas. El peregrinaje por el infierno de plata, con el 22-J ante el Córdoba como punto más negro, ha pasado a la historia. El sacrificio de la UD, que llevó con personalidad el gobierno del tramo final, no bastó para los18717 fieles. Exigían otro final de película más victoriano. Un éxtasis aplastante con trece goles de diferencia.

Del Bernabéu a la consolidación de un dogma eterno. Sin favoritismo, con Jesé en el banquillo, Setién sale reforzado. El emperador de la pizarra se ríe de sus detractores. Gracias a Momo y Raúl Lizoain.