La UD Las Palmas aspira a tanta excelencia que una victoria ante el Villarreal (1-0) le sabe a poco. Acostumbrada a firmar noches redondas en el Estadio de Gran Canaria, ayer perdió una gran oportunidad de lograr una fiesta completa. Una más. Lo tuvo todo de cara el equipo amarillo, que a los veinte minutos, con apenas dos oportunidades de peligro y sin merecerlo, se encontró con un 1-0 y un jugador más gracias a dos acciones tan astutas de Prince Boateng como inocentes de Víctor Ruiz. Quedaba un mundo por delante y tanto la grada como Jonathan Viera, Roque, Vicente y compañía se relamían. Tenían a un grande contra las cuerdas. Pero el Villarreal se le escurrió de entre las manos. La UD bordó su juego en una media hora para enmarcar, pero en la reanudación se empeñó en complicarse la vida. Los de Escribá gozaron de ocasiones para empatar y, aunque los amarillos tuvieron más para golear, acabaron con el susto en el cuerpo.

También terminaron la noche con una gran victoria. Ocurre que esta UD se ha levantado a partir de un sello de estética. Y si gana sin gustarse se marcha cabreado. Ayer se fueron así los aficionados, el entrenador y hasta los jugadores. Es lo que tiene haberse acostumbrado al caviar. El de ayer no fue un triunfo para la hemeroteca de un curso notable, pero sí llega en un momento clave. Tanto que ayer eran más importantes los puntos que las formas. Ya todo el mundo sabe que la UD juega de maravilla, pero también que se estaba asomando a una crisis. Y por eso la visita del Villarreal demandaba los puntos sobre todas las cosas.

Porque venían los insulares de una racha preocupante. El descenso está a una distancia sideral, pero ceder puntos frente al Villarreal, sobre todo una vez se puso con uno más, hubiera generado un problema de aúpa. Con muchos asuntos pendientes, demasiados para la temporada que está completando, el equipo amarillo no se reconoció en el espejo, pero al menos ganó tranquilidad. Solo había logrado una victoria en las últimas siete jornadas, en las que además había incrementado sus dudas defensivas. Ayer el resultado fue uno que todos hubieran firmado antes del comienzo del duelo.

Exhibición de Andrés

Y todavía más a los diez minutos. Porque justo antes del gol de Prince Boateng había empezado mandando el Villarreal. El cuadro castellonense asfixió la salida de balón local y se apropió de la pelota. La UD, sorprendida por lo poco habitual del contexto en el Estadio de Gran Canaria, se replegó y cometió muchas pérdidas de balón. Ocurre que al minuto de la única ocasión en ese tramo, un disparo de Jonathan dos Santos, llegó el gol de Prince. Era la primera llegada al área de los amarillos. Dani Castellano se internó en campo rival y puso un centro perfecto para el ghanés, que había realizado un desmarque fenomenal a la espalda de Víctor Ruiz y su remate resultó más efectivo que limpio.

Solo habían pasado diez minutos del inicio del encuentro, pero ya llamaba la atención la ausencia de Jesé Rodríguez. El ex del Real Madrid se quedó en el banquillo y su lugar lo ocupó Mateo García. Setién explicaría después que el grancanario había sufrido ligeras molestias al comienzo de la semana. El argentino, que acostumbra a aprovechar sus oportunidades, esta vez se mostró tímido. La otra novedad en el once fue Tana por Halilovic -que se salió en Cornellà-, además de la ya previsible presencia de Dani Castellano y Roque por Hélder y David García -por lo que Lemos retrasó su posición-.

El tanto de Prince no alteró el guión. El Villarreal la siguió tocando y a la siguiente llegada la UD volvió a proclamar su efectividad. Jonathan Viera robó el balón a Musaccio y asistió a Prince, que cuando llegaba a la frontal trastabillado fue derribado por un inocente Víctor Ruiz. Tarjeta roja clarísima y panorama perfecto para la UD Las Palmas. A partir de ahí y hasta el descanso fue un monólogo total del equipo amarillo. Tras veinte minutos en los que no encontraba el norte, a pesar de haberse adelantado, todo empezó a fluir en la UD. Se derrumbó el siempre ordenado Villarreal. Fran Escribá metió al central Álvaro por el extremo Samu Castillejo, una bendición para la UD, que se quitaba de en medio al rival que más daño le podía hacer al contragolpe.

Se replegó el Villarreal en un 4-4-1 y lo aprovechó el centro del campo amarillo para apoderarse del control. Roque, Viera y Vicente empezaron a tocar con mucha comodidad. Jugando de lado a lado, por momentos el partido se convirtió en un rondo. Pero en un rondo con porterías, pues la UD no perdía de vista a Andrés Fernández. Al ex del Oporto se le multiplicó el trabajo y tuvo que frenar numerosas ocasiones: otra falta muy bien lanzada por el cañonero Lemos, un remate cruzado de Mateo, otro tiro lejano de Lemos, Prince, Roque... las tuvo de todos los colores. En esta oleada la más clara fue de Vicente, que intentó rematar a la media vuelta en boca de gol pero apareció de nuevo Andrés, un más que digno sustituto del enorme Sergio Asenjo. Todavía hubo tiempo para la polémica, pues el colegiado pitó el final con Mateo García lanzando un contragolpe con el campo visitante despoblado. Vicandi Garrido, eso sí, pudo haber pitado penalti en un derribo de Bigas a Sansone justo después de la expulsión de Víctor Ruiz.

Lo tenía negro el Villarreal, pero su apuesta por la Champions les obligaba a dar un paso adelante. Y llegó en la reanudación. Mantuvo el sistema el cuadro de Escribá, pero adelantó las líneas y se atrevió a salir alguna vez con el balón jugado. La tuvo al cuarto de hora tras una pérdida infantil del peor Mateo. El cuero le llegó a Sansone, que armó el disparo, desvió un defensa y Raúl Lizoain sacó una mano espectacular para su enésima reivindicación.

Se instaló el partido en el descontrol. La UD tuvo muchas ocasiones, incluida una chilena de Prince, pero jugó muy incómoda. No supo tomar decisiones en busca de la sentencia. A veces Momo -el mejor de los sustitutos- le ponía demasiada pausa, y a veces Halilovic y Jesé demasiadas revoluciones. Mientras tanto, en medio del caos amarillo, el Villarreal pudo pescar con un remate de Trigueros de falta que obligó de nuevo a Raúl y, sobre todo, en una volea de Bakambu. El partido se abrió más de lo debido y la UD, a pesar de la superioridad numérica, fue incapaz de mandar. Le duró poco el balón, jugó con fuego y entró en un terreno destinado a quemarse. Al final, logró mantener la portería a cero y evitó, al menos, que la tensión de los últimos minutos se extendiera a las dos próximas semanas.