Incrementar la fuerza del mejor entrenador de las últimas décadas o mantener el poder de los hombres que le trajeron. A esa disyuntiva, con múltiples aristas, se tuvo que enfrentar Miguel Ángel Ramírez a la hora de tratar la renovación de Quique Setién.

El técnico cántabro, después de una temporada y media de grandes éxitos al frente de la UD Las Palmas, consideró que había hecho méritos suficientes para tomar más decisiones, tanto en materia de altas, bajas y renovaciones como otras de carácter interno. Esa condición chocó de lleno desde el principio de las negociaciones, allá por el mes de diciembre, con la estructura que llevó al club a Primera División y al propio técnico cántabro a la UD.

Miguel Ángel Ramírez lo tuvo claro y se decantó por no tocar las figuras de Toni Cruz, director deportivo, y Luis Helguera, secretario técnico, que forman la comisión deportiva de la entidad junto al propio presidente y a Tonono, director de Formación y Captación.

Ahí nació la ruptura entre el entrenador cántabro y el máximo mandatario y que acabó con el anuncio el pasado sábado de Quique Setién, que comunicó que no iba a renovar su contrato a final de temporada.

Esa división, que en un comienzo era pequeña y que ambas partes estaban convencidas de que iban a arreglar, se fue agigantando con el paso de las semanas. Capítulos como la manera de enfocar la salida de tono de un grupo de jugadores en Madrid o la estrategia mediática que han seguido tanto el club como el entrenador para retransmitir las negociaciones llevaron la tensión hasta límites inesperados e irreconciliables. El desenlace se venía gestando desde hacía mucho tiempo.

Así, desde el mes de enero ha sido cada vez menos habitual ver a Toni Cruz y Luis Helguera pasarse por los entrenamientos del primer equipo, algo que realizaban a menudo. La comunión era total y en muchas ocasiones el mismo Setién aprovechaba un descanso en la sesión para charlar de manera distendida con cualquiera de los dos. Pero esa gran relación personal entre los tres se rompió, provocando el principio del fin de la era Quique Setién.

Y es que la manera de entender la gestión de un club por ambas partes es diferente. El entrenador tenía vía libre en Lugo, donde su opinión resultaba definitiva a la hora de incorporar jugadores o de decidir las bajas. En una entidad más humilde y con menos recursos sus enormes méritos en el banquillo, con ascenso incluido, provocaron que la directiva le diera una gran autoridad cuando se trataba de tomar decisiones de club. En cambio, en la UD, tanto la dirección deportiva como el presidente consideran que la opinión del entrenador debe ser escuchada y valorada, pero la última palabra reside en ellos.

Un idilio muy productivo

A lo largo de estos años las dos partes han formado una mezcla perfecta que ha llevado a la UD Las Palmas a lograr sus objetivos de manera brillante. Mientras unos fichaban a Pedro Bigas, Mauricio Lemos, Michel Macedo o Marko Livaja a bajo coste, o incluso gratis, Setién les exprimía al máximo en el campo, generando entre todos patrimonio para el club.

Pero no solo hacían buen binomio en fichajes. Ambos también lograron tratar en sintonía la crisis de febrero del 2016, cuando el equipo era colista y sucedió el 'caso Chester'. La plantilla siguió unida y se alcanzó el objetivo. Todos han acumulado méritos, pero Ramírez ha tenido que elegir. Y se ha decantado por Toni Cruz y Luis Helguera.