Lo mejor de la era de Quique Setién al frente de la UD Las Palmas parece haber pasado ya. El primer partido después de que el técnico aclarase que no seguirá en la disciplina amarilla la próxima temporada dejó el sinsabor de que la excelencia que rozó este equipo no va a volver, al menos, si se atiende a lo que sucedió en Balaídos, una evidencia más de que este proyecto, con fecha de caducidad en junio, está en punto muerto. Quizá por el empaque que llegó a alcanzar el equipo, que disparó las expectativas -cosa que se agradece eso de la ambición-; quizá porque la UD ha alcanzado su límite.

Pero lo más certero está en lo más palpable: los números. Y ayer la UD Las Palmas volvió a caer derrotada (3-1), esta vez en Balaídos ante un Celta mejor que los amarillos en todo. Un hecho que deja al cuadro amarillo en la nada, clavado en la decimosegunda posición de la tabla, con la permanencia virtual, pero sin ningún otro objetivo claro hasta que acabe la temporada. Porque de los últimos nueve partidos disputados -el mismo número de encuentros que quedan- la UD sólo ha rascado siete puntos con un empate -en el Bernabéu-, dos victorias y seis derrotas.

Setién, en contra de lo que dejó caer entre semana en los entrenamientos y en la rueda de prensa previa al partido, jugó al despiste. El cántabro salió con todo a Balaídos, con un once clásico, sin sorpresas, donde el regreso de Jesé Rodríguez al extremo izquierdo, la apuesta por Simón en el lateral derecho -a pesar de sus molestias esta semana- y la entrada de David García en el eje de la zaga por el sancionado Mauricio Lemos se concretaron sobre el césped. A los que buscaban en Vigo oportunidades, les toca esperar.

Con dos equipos a los que les gusta mimar el balón y darle siempre la mejor utilidad que tiene bajo sus prismas -que ruede, y que lo haga mucho-, el control del cuero se postulaba como un factor determinante. Y de entrada eso le costó a la UD. El Celta presionaba bien, con Jozabed y Rossi como péndulos, oscilando en la salida de balón amarilla y siempre tras Roque Mesa; en las bandas, Pione Sisto y Aspas no dejaban huecos.

La UD se encomendó a la envergadura de Prince para empezar a generar juego. Así llegó su primer aviso, tras una larga combinación germinada por el alemán y que culminó fuera del área Vicente Gómez. Poca cosa en realidad si se compara con el primer intento del Celta. Porque en un baldosa, Aspas quebró a Dani Castellano, sirvió un pase atrás y Jozabed probó a Raúl, que rozó ligeramente el balón para desviarlo al larguero. Una alerta mucho más seria.

Los amarillos estaban amordazados por el Celta. No tenían el balón y cuando la UD no tiene el balón lo que le surgen son problemas. Y, en la enésima salida desde atrás que ha montado la UD en esta temporada -una de las pocas que había hecho hasta ese momento- se lió. Bigas erró en un control fácil, se fue de morros al suelo y Giuseppe Rossi, todo un ratonero, no desaprovechó la presa. El italoestadounidense encaró a Raúl y resolvió el mano a mano sin temblar: 1-0.

Si ya antes apenas olía el balón, el mal se agravó a patología crónica. Las Palmas se rompió. Tanto que le empezaron a caer ocasiones en contra una tras otra: Wass desde el golpe franco; Aspas de igual manera; Jozabed en centro chut? Así hasta que Iago Aspas pudo finiquitar el asunto cuando no se había llegado a la media hora de partido. El de Moaña le ganó la espalda a Dani Castellano desde casi la línea medular para plantarse delante de Lizoain y marcar el segundo. Sin embargo, varias constelaciones se tuvieron que alinear para que el '10' celeste mandara el balón fuera. Porque el internacional español -¡qué nivel el suyo!- no ajustó su mira e indultó a la UD. Al gemelo le tocaba soñar con Aspas.

Mientras los de Setién seguían con su lienzo en blanco, sin saber siquiera por dónde empezar. Completamente aturdidos, Viera soltó un brochazo. El '21' filtró uno de sus pases que ya tiene denominación de origen para asistir a Simón que, de primeras y en volea, superó a Aspas. El banderín saltó como un resorte para anular, mal, un gol legal. Hasta que el VAR -siglas en inglés del árbitro asistente de vídeo-, ese que aclaró el triunfo de España ante Francia hace menos de una semana, se instale del todo en el fútbol, seguirá pasando. Cosas del ojo humano, que a veces falla.

Cosa que no se podía permitir Iago Aspas otra vez. Dani Castellano le dio metros y más metros para que volviera a partirlo hasta que el punta cruzó un disparo que Raúl repelió como pudo. Ahí, de nuevo Rossi, con su alma de pillo, mandó el balón al fondo de la red. El 2-0 estaba en el marcador y a la UD le cayeron todas las nubes que el cielo de Vigo no tenía ayer.

Ahogada, el larguero le negó un tanto a la UD que le podría haber levantado la moral para sentir que aún tenía cosas que hacer en Balaídos. Prince, de espaldas, asistió a Vicente, que mandó el balón al travesaño. Ni ahí estaba el partido para la UD, que se marchó al descanso víctima de un buen repaso.

Mismo guión

En los primeros pasos de la segunda mitad, Las Palmas salió con un propósito de enmienda que duró más bien poco. Intentó trenzar, tocar y mantener el balón, pero con poca precisión, víctima del marcador y de la superioridad táctica del Celta, mejor postrado que la UD casi desde el calentamiento.

Ese intento por cambiar el transcurso del partido duró 12 minutos, justo los que transcurrieron desde el inicio del segundo acto hasta que Rossi se dio un baño de gloria. El ex de la Fiorentina encontró un balón al hueco de Jozabed, se alió con la complicidad de David García, lento y descolocado -como el resto de sus compañeros en la zaga- y se acomodó el balón para su pie izquierdo. Bingo. Tercer gol para su equipo y para él. Partido más que resuelto.

El partido se hizo enorme para la UD, casi tanto como esta temporada, donde el pulso entre la realidad y la ilusión se ha decantado del primer bando casi sin discusión.

Balaídos tenía ganas de más y el Celta se puso a ello. Si el marcador no se disparó fue por la falta de concreción local, porque Pione Sisto tenía más ganas de su propio lucimiento que del colectivo y porque con el paso de los minutos el Celta se puso a pensar en otra cosa.

Tanto que la UD, con la entrada de Halilovic y Livaja, elevó sus líneas, sabedor de que el resultado podía doler más. Pedro Bigas, con un acrobático remate tras un córner y en medio de una salida en falso de Sergio Álvarez, puso algo de emoción al partido. Su gol, a falta de diez minutos, sacó el coraje de la UD. El meta celtiña negó a Jesé y Viera no acertó a marcar el segundo cuando, dentro del área, falló. Se acababa el partido al ritmo que se termina una era. La frustración salió a paseo y la UD se marchaba de Vigo con su décima derrota fuera de Gran Canaria.