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La revolución del horror

Las siete novedades de Setién fueron puro maquillaje

Jonathan Viera controla el esférico ante Escalante, Ramis y Pedro León. LOF

Los ecos del padecimiento. La caída del imperio de seda. La dictadura de las tinieblas se ha apoderado de la UD. La undécima derrota foránea [los amarillos ya son el penúltimo en el ranking visitante de Primera División tras dilapidar 39 puntos y recibir 37 goles en 15 batallas] recrudece un final de campeonato sin alicientes. O eso parece, porque la cosa se pone interesante. Bajo las llamas, hay una lucha cruenta estimulante. Una contienda primitiva, todo es marcar el territorio. Setién o la comisión.

Tras anunciar el estratega de seda su no continuidad en el banquillo -18 de marzo-, dos descalabros consecutivos. La esperada liberación del vestuario del caviar se ha transformado en un cementerio.

Seis goles en contra y dos a favor. Los naufragios en Balaídos ante el Celta de Vigo (3-1), el pasado lunes, y el hundimiento de ayer en Ipurúa ante el Eibar (3-1), evidencian, una vez más, la falta de reflejos de Setién. Sigue sin dar con la tecla para sumar como visitante.

A pesar de incluir siete novedades [en relación a la propuesta inicial en el feudo vigués], la apatía fue la nota predominante en varias fases del encuentro. Ya es marca de la casa que la UD gobierne la batalla de la posesión: 53,7% por el 46,3% del ejército de Mendilibar. En relación a los saques de esquina, no hay color. La presión constante del Eibar le aseguró nueve envíos desde la esquina. La UD se quedó en dos. Pero en los remates a portería, la cosa fue calcada: seis para cada uno. Los de Setién ganaron en pases: 475 por 396.

Pero más allá de la lectura analítica de las huellas de la tragedia, la UD concede en exceso. Colecciona errores de bulto [solo hay que ver el primero de Bebé, con la empanada de Simón y Lemos]. La presión del Eibar dio resultado. Los de Setién cayeron una y otra vez en la trampa mortal del viejo zorro. Faltó velocidad, anticipación y capacidad de reacción. Mordiente y algo de fe. De un área a otra. Porque la capacidad de definición de la UD, con el traje de visitante, sigue brillando por su ausencia. En Ipurúa, Livaja se estrelló en Yoel.

El apagón de los genios

La capacidad artística y desborde de Jonathan Viera fue congelada por la propuesta medieval de Mendilibar. Fruto del agotamiento, Romario tuvo que ser sustituido. Con una ligera sobrecarga, está pagando las consecuencias de un curso titánico. El mejor de su carrera. Y sin Viera, la UD pierde muchos enteros. Es un sello terrenal. Pierde su esencia galáctica.

En esa línea de creación, Alen Halilovic (15 pérdidas), Roque Mesa (8) y Ángel Montoro (8) fueron aplastados por el Eibar. La elegancia de Momo resurgió en el tramo final de la contienda. En el aspecto ofensivo, la UD estuvo por debajo de su actuación en Vigo o Cornellà [donde cayó por (4-3)].

Con esta desconexión, ante el empuje de Escalante, Capa, Rivera y García, los amarillos se fueron consumiendo con el paso de los minutos. Se quedaron sin batería. La primera línea defensiva siempre estuvo bajo sospecha. Simón, doce pérdidas, Lemos (22), Aythami Artiles (17) y Hélder (22) padecieron una pesadilla. Kike García parecía el gigante Ibrahimovic.

En el horizonte: San Mamés, Butarque, El Molinón y Riazor. Escenarios para el despertar urgente como visitante. Pero el domingo, la cruzada por el orgullo ante el Betis en el partenón de Siete Palmas es crucial [19.45 horas, BeIN Liga].

La UD del caviar debe recuperar su esencia atómica. La gira por la Península ha sido dantesca. El plantel, al verse en la zona de confort, ha perdido el apetito. Pero son esclavos de la pasión. Al ejército que deleitó en la primera vuelta, le queda munición. Está en juego la historia, y besar un final digno.

Los miserables y Kennedy

De forma paralela, a la caída del orden galáctico, las cuentas pendientes entre la comisión deportiva y Setién respira en el ambiente. El objetivo: elevar la tensión. El servicio de inteligencia sigue operativo. Hay que presionar al estratega. Primero se describió un vestuario criminal, la caseta era Bagdad. Ahora toca mover la silla al cántabro.

Debe pagar cara su osadía. Cautivar con una propuesta barroca ha despertado envidias en la entidad. Hay cuentas pendientes con Setién. En plena 'catarsis del chárter', sin victorias foráneas, se inventa su fecha de caducidad. Pero sigue en el cargo. El cántabro [ya advirtió de que le relacionan con el "asesinato de Kennedy"] lucha por la excelencia. Con el permiso de los miserables, morirá en el césped. Pero el brazo del mal sigue al acecho.

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