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De vacaciones en el mes de abril

Dentro de las muchas causas de la crisis amarilla, la desgana de los jugadores ocupa un puesto alto

Jesé y Hélder se lamentan al final del partido de ayer en Éibar. JAVI COLMENERO / LOF

Los jugadores de la UD Las Palmas son unos afortunados. Están de vacaciones en pleno mes de abril. El objetivo que les marcaron sus jefes ya está cumplido y es demasiado tarde para aspirar a más. Ante este panorama tenían dos opciones: seguir trabajando con seriedad o dejarse llevar. Y han tomado el segundo camino. Pensar ya en el verano una vez los deberes están hechos es lo más humano y, visto desde según qué perspectiva, lo más comprensible. Pero es a la vez el camino más irresponsable porque están manchando una temporada que era más que brillante.

En Ipurúa ni siquiera la segunda unidad dio un paso adelante. Los titulares más habituales, los que más motivos tienen para imaginarse en la tumbona, mostraron falta de actitud en Vigo. Por eso se esperaba ayer mucho más de los menos habituales, de jugadores como Montoro, Aythami Artiles, Hélder Lopes, Alen Halilovic o Momo. Pero incluso ellos han perdido la tensión competitiva. Y eso tiene muy difícil remedio.

Si las negociaciones retransmitidas para la renovación de Quique Setién y la horrible dinámica fuera de casa dejaron a la UD sin opciones de Europa, ahora no hay otro motivo más importante que la falta de hambre del equipo para explicar las dos derrotas de esta semana. Y es que ambas se ciñen al mismo patrón: buen momento del rival, que presiona muy arriba y asfixia a la UD, que remata el trabajo con su apatía.

Se nota esa falta de tensión sobre todo en la salida de balón. Con cuatro y hasta cinco jugadores del Eibar persiguiendo a los amarillos cerca del área rival, a los defensas les faltaban alternativas. Los mediapuntas visitantes, incluidos los más inspirados en esta temporada como Jonathan Viera o Roque Mesa, no ofrecían un pase a los Lemos, Aythami y compañía, que además en demasiadas ocasiones se resistían a quitárselo de encima. Livaja, un verso libre cuando de desmarcarse se trata, para lo bueno y para lo malo, tampoco era una opción cuando el Eibar presionaba arriba. Y así, con problemas a la hora de sacar el balón por su poca energía, la UD se convirtió en una presa fácil para el coraje del Eibar.

A la segunda parte saltaron con más fuerza los amarillos, pero le duró poco más de diez minutos. Cosas de la vergüenza torera, que también tuvieron en los primeros minutos y en la reanudación en Vigo, ya con 2-0 en el marcador.

Nada como esa actitud explica mejor la decadente imagen de un equipo que hace muy poco tuteó al Real Madrid en el Bernabéu. Con todos los sentidos puestos en el partido, con nervio y pierna fuerte, no muchos equipos de Primera pueden meter mano a esta UD. Pero para ello tienen que volver atrás y elegir el primer camino, el de la seriedad, el de la responsabilidad y el que evitaría manchar su gran temporada. Están a tiempo.

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