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Radiografía de una ruptura

En los últimos 68 días la UD ha dilapidado sus credenciales de sello de moda y aspiraciones europeas y apunta a un final de curso agrio tras un inicio histórico

Radiografía de una ruptura

La descomposición de la máquina barroca. Manual de instrucciones para comprender una deserción. 68 días y un escudo en llamas. El 31 de enero, la UD, el sello más atractivo de la primera vuelta [alcanzó el liderato en la segunda jornada], anunciaba la contratación estrella del mercado invernal. Con Jesé Rodríguez, Quique Setién ya tenía su Ferrari. Los amarillos coqueteaban con Europa -estaban a cuatro puntos de la séptima plaza tras batir al Valencia-, era el momento álgido de los galácticos. Con una propuesta de juego consolidada y admirada por la prensa del Viejo Continente, estallaba la euforia. Jonathan Viera, Prince Boateng, Tana, Vicente Gómez, Roque Mesa, Jesé Rodríguez, Alen Halilovic... la salvación era un tributo menor. Todo el mundo se divertía con los amarillos. Pero el latir de la bestia duró novecientos minutos.

Diez jornadas, algo más de dos meses, y una colección de fotogramas decepcionantes después del fichaje de Jesé han dinamitado el sueño del modesto. Es la historia de una ruptura labrada a fuego lento. Con el anuncio de Setién de la no renovación [que ponía fin al 'culebrón del siglo'], el 18 de marzo, se abría la veda. La negociación entre el estratega de seda y la comisión deportiva dejó heridas sin cicatrizar. Demasiadas cuentas pendientes. El gran damnificado: la UD.

En el citado tramo liguero [de la 21ª a la 30ª jornada], los amarillos han computado tan solo dos victorias [ante Osasuna y Villarreal en el fortín de Siete Palmas], por siete derrotas y un empate de prestigio en el Santiago Bernabéu. Con 15 goles a favor y 20 en contra, los de Quique Setién serían el penúltimo conjunto en esta franja maldita de los casi tres últimos meses. Solo el colista Osasuna, directo al abismo de Segunda División, con cuatro puntos, luce un botín menor que los isleños.

Esta tarde, ante el Real Betis, Setién afronta una reválida. Vuelve al partenón de Siete Palmas tras hacer pública su salida. Y lo hace herido, tras recibir dos puñaladas en Balaídos e Ipurúa en la gira del terror por la Península. "Soy el gran responsable", insiste el estratega. Apela al orgullo y a la profesionalidad del plantel para estas últimas ocho jornadas. Una travesía de 24 puntos. Porta el pesar de no haber extirpado el mal devastador del 'síndrome del chárter' -once derrotas lejos de la Isla- en un clima de tensión permanente. Además, tampoco ha logrado encajar en el orden galáctico a dos príncipes de caviar: Jesé y Halilovic. Sargento de hierro, sí atajó un nuevo acto de indisciplina [de Aythami Artiles en el Bernabéu], con su fórmula del 'rincón de pensar'. Se hacía pública la inclusión de Valerón en el nuevo organigrama técnico para la 2017-18, en el primer movimiento de la 'nueva era'. Regresaba el Flaco, al que Setién, por el beneficio del grupo, le abrió la puerta en mayo de 2016, y que terminó con la retirada del mito.

Responsabilidades

A la paupérrima cosecha (7 puntos), cabe añadir los fallos de concentración en la lína defensiva [que incluyen al resto del plantel]. No es solo culpa del estratega. De Bigas a Dani Castellano, piezas de oro en este curso, en la zaga han acontecido episodios de bochorno. Así como el descenso en el rendimiento de dos actores sublimes: Roque Mesa y Jonathan Viera. El cerebro y el monarca han perdido su aura de genios después de entrar en la prelista de Julen Lopetegui.

Pero son 20 tantos recibidos, en las últimas diez jornadas, un lastre insalvable. Igual que los 37 encajados lejos del Gran Canaria. Lo que deja un coeficiente de 2,4 tantos por duelo foráneo. Setién ha logrado, con 35 puntos, por partida doble [a estas alturas de la pasada campaña tenía solo dos puntos menos: 33], sellar el objetivo de la salvación. Sus números fuera de casa son inadmisibles. Así como el rendimiento de un plantel que ha bajado los brazos en el tramo final del campeonato.

Pero otra de las claves ha sido la fractura con la comisión deportiva. Esta fase de tormenta ha sido utilizada para elevar la temperatura. El combate se ha llevado a límites poco decorosos. Era una cuestión de supervivencia. Se señaló al vestuario como elemento tóxico y los capitanes salieron a desmentirlo. Se puso fecha de caducidad al estratega de seda, pero el presidente de la UD, Miguel Ángel Ramírez, ha sido categórico: "Saldrá por la puerta grande".

En esta película diabólica, Setién alzó la voz y se etiquetó como el gran culpable del hundimiento. Pero no ha contado con la mejor versión del plantel, en plena caída libre. Ni con el aliento de una comisión deportiva dolida. Un clima de alta tensión. 68 días con la guerra de los wasaps, sobres, indisciplinas, mentiras y una frase para la posteridad. "Me han relacionado con el asesinato del presidente Kennedy en Dallas", resaltó el estratega, tras desmentir que hubiese pedido la salida del club de Toni Cruz y Luis Helguera. Es la radiografía de una descomposición. El retrato de los instintos más primitivos. Un escenario tóxico, en el que la UD ha sido el gran perjudicado. Penúltima tras dos meses de tiros y decepciones.

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