La Provincia - Diario de Las Palmas

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La contracrónica (31ª jornada)

La venganza de los poetas de Setién

En 39 minutos, la UD firmó cuatro tantos en un torrente de furia

El capitán de la UD Jonathan Viera Ramos celebra con rabia su tanto, que ponía el 3-0 en el marcador. QUIQUE CURBELO

El desquite de la galaxia de Setién. 39 minutos de éxtasis, cuatro goles y el lienzo impresionista de un vendaval atómico. La venganza del estratega de seda. Guarden el ataúd [la semana pasada resultó cómica al trasladarse el rumor de que el técnico cántabro corría peligro]. La UD firmó su novena victoria en el partenón de Siete Palmas del curso de forma aplastante. Pólvora para silenciar a los miserables.

En una franja mágica de casi 40 minutos [desde el 44' con el tanto de Vicente Gómez al 83' con la diana de Jesé Rodríguez de penalti], el bloque isleño aplastó a un Real Betis decadente. Con seis remates a la mazmorra de Adán, la legión de Setién lució una efectividad portentosa. Cuatro toneladas de pólvora que dejan a los amarillos, con 31 goles, como el cuarto bloque máximo realizador de local de la competición [tras Barça (46), Real Madrid (40) y Atlético (33)].

Ese grado diabólico de precisión fue el pasaporte dorado a la tierra prometida. El que se añoró en el Municipal de Balaídos e Ipurúa, dos fechas trágicas, en las dos últimas derrotas foráneas. La UD previsible y cándida lejos de la Isla [con unas credenciales dramáticas de once derrotas, tres empates y una sola victoria], se transforma en una máquina de triturar rivales en el teatro del Gran Canaria.

El cuadro bético comenzó como un ciclón, con Ceballos como director de orquesta. Y la UD salió timorata, con unos veinte minutos iniciales para olvidar. Seguía en el diván la legión despiadada de Setién. Inerte y sin brillo, seguía buscando la razón de todos los males. Tratando de buscar la luz [la última victoria fue ante el Villarreal, el pasado 17 de marzo], todo se desató con un chispazo. Con el controvertido tanto anulado a Rubén Castro, la UD se rehizo de forma milagrosa. Sin margen al disparate.

Un pase magistral de Viera para Prince fue el fotograma previo al resurgir de Vicente Gómez. Agonizaba el primer acto (44'), y tras los toques benditos de Roque y el extremo ghanés, la figura del '4' resultó milagrosa. En una posición acrobática, a centímetros de la gloria, acarició lo justo el esférico el renacentista para batir a Adán. Fue arrollado por el portero bético, en el inicio de la orgía plástica de 39'.

Metamorfosis y reivindicación

Con un 54,3% de posesión, la UD trituró al combinado de Víctor en la batalla del pase [475 de los amarillos por los 382 de los béticos]. El rival de Heliópolis con 22 centros al área de la araña de Escaleritas Raúl Lizoain, perdió el rumbo en el segundo acto. Entregó su alma al emperador de seda. Prince, Viera y Jesé recuperaron sus galones de ejecutores de acero. Contabilizan 19 tantos, el tridente más despiadado de la galaxia. Con un rival al filo del abismo, desnortado, la UD manejó el pulso a su antojo.

Ese proceso de metamorfosis sirve para escenificar la recuperación de Roque Mesa, Jonathan Viera y al propio Jesé Rodríguez. Cuestionados por el alud de Eibar, en Siete Palmas son centellas. Armas de destrucción masiva para salir en defensa de la figura de Setién.

En pleno divorcio con la comisión deportiva, el estratega de seda se tomó su cumplida venganza. Era su reaparición, en un examen de riesgo, tras anunciar su no continuidad en el proyecto 2017-18. Con el balón como único credo, el dogma del cántabro sigue funcionando. Los 'miserables' [como los bautizó el propio Setién] deben guardar el ataúd. Hay estratega de seda para la eternidad. Su legado es eterno pero debe poner fin a la sequía foránea. Su única cuenta pendiente. El viernes, una plaza de fuego como el nuevo San Mamés.

Festín y recital barroco [en ese tramo de 40 minutos] para aplastar la corriente de pesimismo. El Gran Canaria hizo la ola, en la fiesta de la permanencia virtual, con Viera aclamado por el partenón. Prince y Bigas -que se retiró lesionado- también fueron elevados al cielo por el respetable. Con 32 puntos como local -el sexto de la competición-, el toque de Vicente, jugándose el tipo, resultó determinante. Ahí se desmoronó un Betis cumplidor.

Con el descenso a 16 puntos, la ambición de Setién quedó patente en la sala de prensa. Mostró su descontento por el nivel poético del primer acto. Restan siete jornadas, una obsesión para el estratega en busca de la perfección. Con su credo combinativo, se ganó el corazón de la grada. Los miserables tendrán que esperar, la sinfonía poética sigue reinando en el partenón.

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