Sin el balón, la UD no es nadie. No sabe defender. Probablemente, la UD Las Palmas no es un equipo construido para divertirse moviéndose como un acordeón, basculando de lado a lado mientras lo menean, para no encontrarse incómodo mientras lo acosan. Pocos equipos viven de eso y se sienten cómodos así, sin inmutarse mientras llegan a su área. En San Mamés el equipo amarillo volvió a demostrar que no está hecho para cubrirse. Algo que no es novedad.

No obstante, cuesta difícil creer que no se puede defender algo mejor. También que no se pueda saltar al campo con algo más de tensión, algo más de mordiente, algo más de corazón. Porque la UD salió barrida de Bilbao por fútbol, pero también por alma. El espíritu competitivo es algo que la UD, más allá de Gran Canaria no demuestra tener.

Menos aún desde que no se juega nada en la clasificación, cuando los puntos no le agobian y su nivel y bagaje tampoco le da al club amarillo para estar en la pugna por algo más. A los 17 minutos de juego -sí, poco más de un cuarto de hora-, ya le habían clavado tres veces la daga (en el minuto 7 San José, tras un córner; en el 9 Muniain de falta; y en el 17 Aduriz, desde el suelo y de espalda a la portería). Pocos argumentos puede tener la UD ahí.

Con ese menú de entrada la indolencia de la UD Las Palmas fue total. Jamás se recompuso. Porque el Athletic desconectó al cuadro amarillo con una presión muy alta, se encomendó a la velocidad de Muniain y Williams y trituró la portería de Raúl con una facilidad absoluta. Ernesto Valverde sabía lo que hacía. La batalla de la pizarra la ganó con solvenica. El fútbol elaborado -y previsible- de Las Palmas lo desmembró rápido: líneas de presión alta y obligar a la UD a correr tras el balón. Las transiciones defensivas del cuadro grancanario volvieron a ser desastrosas, siempre con una defensa al límite, dando muchos metros a la velocidad vizcaína.

La poca agresividad de la UD en las disputas -latente toda la temporada- se agudizó desde entonces. Ni siquiera la charla previa -recogida por las cámaras de LaLiga y donde Setién instaba a los jugadores a tener cuidado con la presión del Athletic- sirvió para nada. El panorama invitaba a una goleada escandalosa. Al final fueron cinco tantos, pero pudo caer alguno más que sonrojara más aún al cuadro grancanario.

San Mamés se divirtió gracias a la apatía de la UD en Viernes Santo. La UD se está empeñando en devaluar su temporada a base de desidia. Un mal asunto cuando aún quedan seis partidos de competición que pueden marcar el recuerdo del final de la 'era Setién' en el club amarillo.