El mayor enemigo de la UD Las Palmas es la propia UD. Durante la última década lo ha demostrado en varias ocasiones. Hacía tiempo que no exhibía esa capacidad autodestructiva hasta que lo repitió este curso. No se recuerda un autogol tan bestial como el que se ha metido esta UD 2016-17. El equipo amarillo tiró a la basura, de la manera más absurda, una primera vuelta sensacional, excelente, exquisita, sobresaliente en la que fue la gran revelación de Primera División. Llegó a ser líder el conjunto insular en la segunda jornada y coqueteó con los puestos europeos durante varios meses.

Lo que estaba destinado a convertirse en una temporada histórica, incluso con varios jugadores en la órbita de la selección española y otros que acapararon focos a nivel internacional, terminó con los estamentos del club tirándose de los pelos y la plantilla tomando vacaciones anticipadas. Y, a pesar de todo, ha logrado el objetivo, el de continuar en Primera por tercera temporada consecutiva, algo que no conseguía desde 1988, con todo lo que ello supone para seguir fortaleciendo la economía del club y sus déficits en materia de infraestructuras. No puede haber temporada más bipolar que la que ha vivido esta UD.

La culpa de rozar la excelencia y de echarla por tierra fue solo suya. De toda la UD Las Palmas, que volvió a sacar ese gen maligno que tiene en su interior. A mitad de temporada, cuando se encontraba en la cresta de la ola, se pegó un tiro en el pie porque intentó correr más rápido de la cuenta. En los últimos años ha crecido como club dando pasos cortos pero seguros.

Sin embargo, en enero perdió la cabeza. Fue ambicioso, quiso atar el futuro de Quique Setién, y él el suyo, antes de lo debido e incorporó a dos jugadores de etiqueta mundial. Pero la apuesta acabó en guerra civil y retroceso táctico del equipo: 25 puntos y 30 goles encajados en la primera vuelta; 14 puntos y 44 tantos recibidos en la segunda. En los despachos y en la pizarra el caos siguió a la excelencia. Con el entrenador copando los focos y patinando en las ruedas de prensa el club vio un charco y se lanzó de cabeza, mientras los jugadores vieron una excusa y se refugiaron en ella.

Dos mundos distintos

Cuando la UD Las Palmas, allá por la jornada sexta, acumulaba en su balance un empate ante el Real Madrid, dos goleadas a favor, una semana en el liderato y un partidazo con derrota injusta en el Ramón Sánchez Pizjuán el termómetro de la ilusión se disparó. Por eso, por ese fantástico inicio, el sabor de haber alcanzado el reto que se marcó en el kilómetro cero resultó tan amargo. A mitad de la carrera amenazaba con dar el gran golpe y acabó con unos paupérrimos 39 puntos, a 25 de Europa y a solo 8 de los peores descendidos de la historia. Terminó en la decimocuarta posición por una racha infame de cinco derrotas seguidas. Aunque la sensación fuera que si necesitaba 50 puntos para sellar la permanencia los habría conseguido, la mejor plantilla en décadas fue abandonada y se abandonó.

Capítulos de gloria y capítulos ridículos ha protagonizado esta UD Las Palmas. Del golazo de Prince Boateng en Villarreal al humillante 5-1 de San Mamés, de la goleada al Valencia en Mestalla al 0-5 encajado frente al Atlético de Madrid, del baño al Real Madrid en el Bernabéu a los ridículos en campos especialmente frágiles como los del Granada, Sporting, Leganés o Deportivo de La Coruña. No tuvo término medio la UD.

En esta película con tanta comedia como terror hubo un punto de inflexión. En el mes de marzo, después de la victoria ante el Villarreal que sellaba la permanencia virtual, Quique Setién anunció que no iba a continuar la próxima temporada. Las negociaciones en torno a su situación contractual marcaron el curso. Cuando no hubo ruido el equipo respondió de maravilla. A partir de enero comenzaron las conversaciones y la fractura con la dirección deportiva, momento en el que la UD dio las primeras señales de dejadez. Y en marzo todo estalló y el equipo cayó en picado.

Un 'plantillón' desperdiciado

Una manera terrible de dar carpetazo a un ciclo maravilloso. Porque Quique Setién había dado forma a un conjunto de escándalo. La UD le dio continuidad a su excelente final de temporada anterior. Mantuvo la filosofía de juego que le dio la salvación unos meses antes y el principio de curso fue para enmarcar. Los fichajes empezaron convenciendo, sobre todo Prince Boateng, Míchel Macedo y Marko Livaja, que tras su doblete en la primera jornada fue el más irregular. Y los que se consolidaron en el curso anterior mantuvieron el nivel. Jonathan Viera se puso el traje de líder desde el comienzo, mientras que Roque continuó como el amo y señor del centro del campo con Vicente Gómez y Tana ejerciendo de socios de lujo. Esta generación de centrocampistas grancanarios sigue siendo el alma del equipo. Y en defensa Pedro Bigas fue el más regular, con diferentes momentos de inspiración para Mauricio Lemos y David García. Michel Macedo y Dani Castellano fueron los laterales más habituales, mientras que Raúl Lizoain y Javi Varas salieron perdiendo en el empeño de Setién por mantener las rotaciones en la portería. Jesé y Halilovic, que llegaron para cambiar el ritmo en enero, fueron devorados.

Todos, algunos con menos descaro que otros, se entregaron cuando Setién marcó su punto final y el equipo se quedó sin opciones de soñar con Europa. Mientras otros conjuntos como Espanyol, Alavés o Málaga siguieron dando la cara en los últimos partidos en un contexto similar, la UD mostró sin sonrojarse una pasmosa falta de carácter y amor propio. Entró en caída libre el equipo y nadie encontró el remedio. Especialmente tortuosa fue la dinámica como visitante. A domicilio la UD solo firmó la victoria de Mestalla de la primera jornada y acabó con el segundo peor registro de Primera.

El desplome fue de tal magnitud que es impensable que ocurra lo que todos los protagonistas no han dejado de insistir: que el recuerdo que dejará esta temporada será el del juego de sus mejores días. El horrible final es inolvidable. No borra el excelente inicio de curso, pero tampoco desaparecerá. De esto curso se recordará todo, como siempre que se rozan los extremos, los buenos y los malos. Y también que el mayor enemigo de la UD Las Palmas es la UD Las Palmas.