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La contracrónica

Destellos y bostezos

La UD vive en Madeira entre los dos grandes mundos del fútbol estival: la diversión y el sopor

Los futbolistas de la UD Las Palmas celebran el gol de Tana en el partido de ayer frente al CS Marítimo. EDUARDO AZEVEDO/CS MARÍTIMO

El fútbol de verano da para lo que da. Las pretemporadas son pesadas para los jugadores: más físico que balón. Los malos ratos de exigencia y sudor se contrarrestan con esos instantes donde el cuero vuelve a sus pies. En esa lucha interna también viven aquellos que ven a su equipo de vuelta al césped.

Por un lado, 'el mono' de fútbol, inaguantable a estas alturas de verano para muchos. En él radican las ganas por ver a los nuevos fichajes, saber quién va a ser el canterano estrella de la pretemporada o ver cualquier detalle que arranque la primera corazonada del curso. Pero por el otro lado embiste el sopor. En una etapa calculada al detalle por los preparadores físicos, los cambios, las pruebas en la pizarra o el poder del autocontrol del futbolista, que también sabe que no hay puntos en juego, a veces desembocan en una ráfaga profunda de bostezos.

Entre esos dos mundos que dividen el fútbol estival se desarrolló el partido de la UD Las Palmas en Funchal en su particular clásico del verano. Nada anómalo para ser el primer choque serio de la pretemporada después del choque de Tunte y los partidos contra los equipos filiales. De conclusiones, ni por asomo. Porque la nueva versión de la UD Las Palmas de Manolo Márquez aún está en ese proceso de metamorfosis. El trámite resulta necesario después del cierre de la era Setién en el banquillo de la UD. Una época que dejó legado.

Ese testamento es aprovechable. Lo demostró Manolo Márquez con su dibujo inicial 4-1-4-1, rescatado durante el verano. Con él llegaron los momentos más lúcidos de la UD, cuajados en la primera mitad del partido. Detalles plasmados con una fuente ofensiva caudalosa: Tana y Jonathan Viera por dentro; Benito y Vitolo por las bandas; y de referencia Jonathan Calleri. Cinco nombres que no suenan mal y donde podrían aparecer otras aristas como Halilovic o Boateng en un pentágono con bastante fútbol.

Las combinaciones en tres cuartos de campo, las cabalgadas de Vitolo, el sacrificio de Benito o la magia de Viera reconcilia con los amistosos de verano. También movimientos como el de Calleri en el gol. Antes que intentar tirar a portería, con un portero fuera de sitio y alma de delantero, el argentino giró sobre sí mismo, levantó la cabeza y le regaló un gol a Tana -completado por un zaguero del Marítimo que mandó el balón al fondo de la red-. Por momentos como ese sí vale la pena el fútbol en verano.

Pero tras el descanso la UD se empantanó. Márquez agitó la pizarra y clavó un doble pivote con más cemento que fútbol: Javi Castellano y Mauricio Lemos.

Con el Marítimo más hecho, pero sin profundizar demasiado en su juego ofensivo, empujado por las salidas de Piqueti, el partido se nubló. La UD se dedicó a intentar mantener las líneas, defender sin apuros y entregarse a Alen Halilovic. El croata está con ganas. Se percibe a la legua. Porque cada vez que el '8' cogía el balón la historia parecía que podía cambiar. Dribling, pase y ganas. Ese hambre es otro buen motivo que hace que incluso el fútbol pueda con el verano.

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